- La forestería comunitaria de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS) en el Bajo Caguán sigue cosechando frutos.
- Cuatro iniciativas campesinas sobre transformación y comercialización de los productos no maderables del bosque ya tienen luz verde para su consolidación.
- Se trata de galletas y mermeladas de arazá; snacks, harinas y amasijos de yuca y plátano; y bebidas lácteas y postres provenientes de una finca que cuida la selva.
- La FCDS les dará los insumos para montar los emprendimientos y una ingeniera de alimentos de El Doncello los asesorará para que cumplan el sueño de vivir del bosque.
El bosque húmedo tropical manda la parada en el Bajo Caguán, una zona de 793.640 hectáreas ubicada en lo más profundo del municipio de Cartagena del Chairá y atravesada por un río carmelito que sirve como único medio de transporte.
Cerca del 90% de este territorio caqueteño aún está cubierto por selva. Es un corredor de suma importancia ecológica: conecta los Parques Nacionales Naturales Serranía de Chiribiquete y La Paya, dos epicentros de la biodiversidad amazónica.
Sin embargo, la coca y la ganadería extensiva, las principales actividades económicas de los habitantes de las 16 veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán, han causado impactos en varias de sus zonas.
Este panorama fue lo que llevó a la FCDS a escoger el Bajo Caguán para trabajar el proyecto de forestería comunitaria, una estrategia que tiene como objetivo que los campesinos aprovechen sosteniblemente los bosques y generen beneficios económicos.
Desde el año 2021, la fundación, con el apoyo financiero del gobierno de Noruega y el programa Amazonia Mía, ha logrado consolidar 202 iniciativas de bosques productivos con varias familias campesinas del Bajo Caguán.
Estas iniciativas están relacionadas con temáticas como sistemas agroforestales; corredores productivos; desarrollo de capacidades; transformación y comercialización de productos no maderables; abejas nativas; y enriquecimiento y recuperación natural del bosque.
“Nosotros nos encargamos de darles los insumos y la asesoría técnica para que logren consolidar sus proyectos. A la fecha, los que más han avanzado son los de corredores productivos y sistemas agroforestales”, dijo Emilio Rodríguez, coordinador de Medios Sostenibles de Vida de la FCDS.
De las 80 iniciativas campesinas que fueron aprobadas en la primera convocatoria del proyecto de forestería comunitaria de la fundación, cuatro fueron sobre la transformación y comercialización de productos no maderables del bosque.
“La ubicación geográfica del Bajo Caguán, zona a la que solo se llega por el río Caguán luego de navegar durante más de ocho horas, ha sido una de las dificultades para concretar estas cuatro iniciativas. Sin embargo, este año todo va a cambiar”, anunció Rodríguez.
Luz verde
La transformación y comercialización de productos no maderables del bosque en el Bajo Caguán empezó el año pasado, cuando la FCDS contrató a Viviana González, una ingeniera de alimentos del municipio El Doncello, para que realizara unos talleres.
“En estos talleres abordamos temáticas como el aprovechamiento de productos locales como arazá, chonaudura, borojó y guanabana. También les enseñé a elaborar tortas con la harina del plátano, yuca y maíz; buenas prácticas de manufactura; y un plan de saneamiento básico”.
Con estos conocimientos nacieron cuatro iniciativas de productos transformados de los bosques amazónicos, lideradas por habitantes y familias de las veredas de El Guamo y Buena Vista: galletas con frutos de la selva, lácteos y elaboración de harina con yuca y plátano.
“Sin embargo, algunas de estas propuestas no se ajustan a las situaciones actuales del territorio y el mercado. Por ejemplo, lograr comercializar productos como la harina no es tan rentable en un sitio tan lejano como el Bajo Caguán”, dijo la ingeniera.
González se encargó de analizar a profundidad las cuatro iniciativas de productos transformados y elaborar nuevas propuestas, las cuales fueron socializadas a los campesinos en compañía de varios profesionales de la FCDS.
Diana Quintero, habitante de la vereda Buena Vista dedicada a la ganadería, había propuesto elaborar yogures y venderlos en presentaciones de un litro. La mayoría de las fincas de esta caqueteña están cubiertas por bosque y solo destinó pequeñas zonas para el ganado.
“Le propusimos aprovechar los derivados de la leche que sean más fáciles de transportar y almacenar. La nueva propuesta consiste en elaborar bebidas lácteas con el suero del queso y sacarlas en bolsitas de 200 y 50 mililitros como refrescos congelados y líquidos”.
Según Viviana, con estos ajustes será mucho más fácil comercializar el producto. “Un litro de leche en la zona puede costar hasta 13.000 pesos. Es mejor encontrar 10 clientes que paguen 2.000 pesos por el refresco de bebida láctea”.
El proyecto de Diana también contará con la elaboración de arequipe en dos presentaciones: una bolsa personal para el consumo inmediato y otra grande que podría ser de un kilo para venderla en las panaderías.
“También vamos a hacer panelitas cuadradas, uno de los productos que más consumen en la región. Consideramos que es una alternativa viable porque en la zona hay diferentes puntos de venta que hacen uso de estos productos y pueden llevarlo al menudeo”.
Diana, que también tiene en sus fincas varios árboles con frutos amazónicos como el arazá y copoazú, aceptó las modificaciones de su proyecto. “Ella quiere fusionar los sabores de estos frutos en los lácteos”.
Galletas y snacks
El proyecto de Elizabeth Díaz, habitante de la vereda de El Guamo, no cambió mucho. El objetivo de esta caqueteña siempre ha sido elaborar galletas con arazá, el principal fruto amazónico que tiene en su finca.
“Le propusimos que ampliara su iniciativa con la fabricación de salsas y mermeladas de otros frutos de los bosques. Estos productos conservan las frutas y se pueden tener sin cadena de frío”, mencionó la ingeniera de alimentos.
La experta afirmó que las salsas y mermeladas le pueden generar más recursos económicos. “Son muy utilizados en la repostería, panadería, lácteos y para el consumo unitario. También le propusimos hacer bocadillos”.
La masa para las galletas será novedosa. Según Viviana, el ideal es utilizar harinas no convencionales, como la de yuca y plátano. “Serán galletas más saludables porque tendrán menos gluten. Además, Elizabeth va a utilizar miel de panela como endulzante”.
Las 12 mujeres de Haricaguán, un grupo femenino de la vereda El Guamo, llevan varios años con el sueño de elaborar y vender harinas de plátano, el producto insignia de sus fincas llenas de bosque.
“Ellas cultivan tres variedades de plátano: cachaco, hartón y píldoro. Sin embargo, en algunas pruebas que hicieron evidenciaron que hay varios inconvenientes en la conservación y almacenamiento del producto porque éste adquiere humedad y se daña rápido”.
Un análisis de la ingeniera de alimentos evidenció algunos inconvenientes con la harina de plátano. “Es muy costoso retirarle la humedad al producto y además requiere de un sistema de secado y almacenamiento especial; todo esto encarece el producto”.
La harina de plátano sirve para elaborar coladas. Sin embargo, Viviana indicó que en el Bajo Caguán los campesinos prefieren comprar el plátano y hacer la colada artesanalmente.
“Le propusimos a María del Rosario Leyton, una de las mujeres de Haricaguán, enfocar la iniciativa en la elaboración de snacks o paquetes de plátanos en diferentes presentaciones, como moneditas, tajaditas y pataconas”.
Además de estos snacks, Haricaguán elaborará tortas y hará una producción a pequeña escala de harina de plátano para vendérsela a Elizabeth, la caqueteña de las galletas con los frutos del bosque amazónico.
“Ellas hacen queso en sus fincas y por eso pueden innovar en más productos con valor agregado. Así que su iniciativa será de snacks, tortas y harinas de las tres variedades de plátano”.
Yucaguán, el proyecto de Edinson Cruz, otro habitante de El Guamo, es similar al de las mujeres de Haricaguán. La única diferencia es que en lugar del plátano el producto insignia es la yuca.
“Edinson también quiere elaborar harina de yuca para comercializar en la zona. A diferencia de la harina de plátano, la de yuca sí tiene alta demanda; las panaderías compran bultos para hacer amasijos como el pan de yuca”.
La dificultad de este negocio está en los costos de producción. “El secado tiene que ser rápido porque el almidón de yuca se fermenta fácil. Para hacer la harina se requieren de instalaciones y capacidades de secado grandes. Además, se necesita mucha agua y energía y en el Bajo Caguán eso escasea”.
Viviana le propuso a Edinson elaborar snacks de yuca y amasijos como pandeyucas, rosquitas y arepas para vender en las panaderías. “También va a hacer harina de yuca, pero con una producción más artesanal y pequeña”.
Insumos
El sueño de vivir con el aprovechamiento sostenible de los bosques que tienen estos habitantes del Bajo Caguán empezará a concretarse durante el segundo semestre de este año.
El primer paso será la entrega de los insumos por parte de la FCDS para que puedan elaborar los productos transformados de la forestería comunitaria, una actividad que estará acompañada por la ingeniera de alimentos.
“La iniciativa de las bebidas lácteas recibirá insumos como estufa, refrigerador, congelador, marmita y envasadora en acero inoxidable con tolva para sacar las bebidas y dulces en presentaciones de diversos tamaños”.
El proyecto de las galletas tendrá licuadora, batidora industrial y selladora eléctrica para empacar los productos. Los snacks de yuca y plátano quedarán dotados con hornos, estufas, molinos y otros materiales para hacer la marquesina y aprovechar el secado del sol.
“Como en las veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán solo hay luz durante tres horas de la noche, todas las iniciativas recibirán kits solares. El mismo día que entreguemos los insumos vamos a empezar con la elaboración de los productos”, dijo Viviana.
Emilio Rodríguez puntualizó que estos cuatro proyectos estarán funcionando a finales de este año. “Vamos a seguirlos asesorando y capacitando para que logren comercializar sus productos. Nuestro proyecto de forestería comunitaria demuestra que los campesinos sí quieren vivir de los bosques”.