Tremendo impacto el de la COP en Cali, nunca antes visto en Colombia, un evento que lograra movilizar tanto interés social, institucional y empresarial. En medio de esos imponentes farallones, poco a poco la ciudad se fue llenando de visitantes de todas partes del país y del mundo. El experimento social y político de la “Zona Verde” fue un éxito rotundo, donde se podían observar multitud de iniciativas empresariales, movimientos ambientales, ciudadanos, así como una desbordante cantidad de eventos temáticos con múltiples enfoques.
Muy interesante, y comentado en diferentes círculos, ver un ejercicio político donde confluyeron personalidades de vertientes políticas diversas, como la ministra de Ambiente, el alcalde de Cali y la gobernadora del Valle, en un ejercicio común, en el que se logra inmediatamente evidenciar el impacto de trabajar en unidad, con visión de país, y con resultados que toda la comunidad internacional señala como el gran potencial de Colombia, en un escenario de paz, política social, ambiental y cultural.
De otra parte, me llamó poderosamente la atención, el impulso desde el sistema de Naciones Unidas a los procesos de paz, desarrollo sostenible y seguridad climática de Colombia, que son realmente dignos de un reconocimiento público. No conozco en el contexto internacional, un proceso más intenso, comprometido y explícito en donde el sistema de Naciones Unidas esté poniendo todo este empeño en articular los esfuerzos por consolidar los acuerdos de paz anteriores y las actuales iniciativas de diálogo, y en paralelo, desarrollar intervenciones que estén orientadas hacia la restauración de los territorios, recuperar su resiliencia, capacidad de mitigación y adaptación al cambio climático, y articulación económica sostenible, entre otros importantes rasgos de su intervención.
Durante la COP, este esfuerzo, realizado además de manera conjunta con otros países, permitió resaltar algunos elementos que el secretario general, Antonio Guterres, ha señalado en varias oportunidades y que creo significativos para su incorporación en la construcción política nacional:
- Que la nueva Agenda para la Paz de Naciones Unidas destaca la relación entre clima, seguridad y desarrollo sostenible.
- Que los escenarios de posconflicto deben ser especialmente explícitos en las transiciones ambientales, dado el impacto de estos sobre el ambiente.
- Que deben ser enfáticos en abordar el hecho de que los riesgos climáticos y de degradación ambiental puedan derivar en conflictos transfronterizos.
- La reiteración y llamado para atender el crecimiento de conflictos armados sobre zonas de acceso a recursos naturales, especialmente tierra, agua y minerales.
Aquí rescato los importantes eventos que profundizaron una y otra vez sobre las implicaciones en Colombia y el continente, sobre esta exacerbación de las conflictividades sociales y armadas en las zonas de mayor biodiversidad, así como su ampliación al contexto continental, donde la relación entre economías criminales transnacionales y degradación ambiental y social es directa. El esperado nombramiento de Martin Hildebrand como secretario de la OTCA (reconocimiento a su extraordinario impacto en la Amazonia y los pueblos indígenas), puede ser una oportunidad de oro, en sinergia con el embajador Guillermo Rivera, para ampliar una agenda de largo plazo con los países de la región, para abordar los retos definidos en el acuerdo de Belem, del año 2023.
En el plano de actores nacionales: muy positiva la participación empresarial, con discusiones de gran nivel e inmersas en la tendencia internacional para transformar la producción y los mercados en escenarios que permitan acelerar la reconversión productiva hacia modelos de sostenibilidad y soportados en trazabilidad (empañado por el fracaso en intentar la declaración vinculante para desarrollar el mecanismo de trazabilidad del oro, el metal de la erosión democrática en las selvas amazónicas). También, la discusión sobre transición energética, cada vez más intensa, con datos, argumentos, y una necesidad inminente de despejar los nubarrones que se ciernen en el horizonte, en medio de las guerras, la demanda creciente, los conflictos sociales, la instrumentalización de la protesta en medio de la guerra, los intereses económicos, en fin, un escenario de complejidades, pero que evidenció un gran capital humano para resolverlo y abordarlo en su dimensión.
Seguramente quienes son expertos, podrán contarnos el detalle de los resultados de la agenda de la reunión, que desde ya se ven interesantes, en temas como la creación del órgano subsidiario del articulo 8J para pueblos indígenas y comunidades locales (el gran tema de conocimiento tradicional); de otra parte, el reconocimiento de pueblos afrodescendientes, como custodios de la biodiversidad en el convenio; y el establecimiento de un plan de trabajo para comunidades locales hasta el año 2030 en el marco del convenio y finalmente, la creación de un fondo de financiación derivado de los beneficios del acceso a las secuencias digitales. De señalar, la creación del Fondo Financiero “Cali”, un mecanismo mundial para distribuir equitativamente beneficios de información genética; también, el avance para acercar las agendas de biodiversidad y cambio climático, de cara a lo que viene en Brasil en la COP 30.
Gran cantidad de noticias, información, participación, redes de trabajo, nuevas oportunidades de intercambio, y lo más importante: hay esperanza, hay un trabajo enorme de miles de personas e instituciones, están dando todo su esfuerzo, desde sus competencias y dimensiones, para revertir la tendencia de crisis ambiental, de desarrollo y de paz mundial.