Jaime Manquillo es uno de los líderes sociales más reconocidos del Bajo Caguán, una pasión que nació desde niño. Ahora lleva el mensaje de la conservación de los bosques a los campesinos de las 16 veredas del núcleo 1. “El monte es nuestro aliado”.
Su casa de madera y pintada con tonos pasteles es una de las más visitadas de Santo Domingo, un caserío selvático donde los monos ardilla juegan en lo más alto de los árboles y las tortugas charapas se asolean en los troncos que flotan sobre el río Caguán.
Los habitantes de esta vereda del núcleo 1 del Bajo Caguán llegan temprano a la morada de un piso de Jaime Manquillo para comprar lo del diario o tomar una bebida fría. Desde hace varios años tiene una tienda que atiende con su esposa.
Su sala funciona como una sala de juntas. Allí conversa durante largas horas con sus vecinos sobre los proyectos, propuestas o alternativas que llegan a la zona para mejorar la vida de los campesinos. Tiene las manos llenas de cicatrices, lo que revela años de trabajo con la tierra.
“Desde niño he trabajado en el campo. Así lo hice en La Argentina, municipio del departamento del Huila que me vio nacer y donde estuve hasta los 12 años, cuando me vine al Bajo Caguán con un hermano y un tío a buscar una mejor suerte”.
Jaime y sus familiares llegaron a esta zona apartada de Cartagena del Chairá atraídos por la bonanza de la coca. “Mi tío, que vivía en Puerto Rico, fue quien nos dijo que el Caguán era la mayor zona cocalera de Colombia”.
Corrían los primeros años de la década de los 80 cuando se asentó en la vereda Caño Negro. “Inmediatamente me puse a trabajar como raspachín. La guerrilla de las FARC mandaba en la zona, un control que no afectaba a los campesinos”.
Con el paso de los años los cultivos de coca empezaron a perder fuerza en el territorio y le dieron paso a la ganadería. “Primero se abrieron potreros para mezclar la coca con el ganado. En esa época me puse a trabajar como jornalero en las fincas”.
El huilense recuerda que en la década del 2000 en Bajo Caguán perdió muchas hectáreas de bosque. “Empezaron las deforestaciones masivas. Se talaron muchos árboles para convertir el bosque en potreros ganaderos”.
Alma de líder
En Caño Negro, Jaime tuvo su despertar como líder social. Quería luchar por los derechos de los campesinos, una población que se vio bastante afectada por los enfrentamientos entre la guerrilla y el Estado.
“Estuve metido en la junta de vereda durante muchos años e incluso fui su presidente en varios periodos. Sin embargo, mi pasión por el liderazgo nació en el Huila gracias a mi padre, quien era un gran líder en La Argentina; en el colegio siempre era el presidente del salón”.
Trabajó por la comunidad de Caño Negro durante más de 20 años. El asesinato de uno de sus compañeros de la junta lo hizo mudarse a Santo Domingo, otra vereda del núcleo 1 del Bajo Caguán.
“Aunque nunca me amenazaron, la muerte de mi amigo me llenó de terror y me fui a Santo Domingo, donde vivía un hermano. Trabajamos juntos un tiempo como jornaleros, hasta que él se fue para La Argentina y me vendió su casa y una finca”.
Jaime echó raíces en Santo Domingo. En la antigua casa de su hermano conformó una familia de tres hijos con su esposa y montaron la tienda, donde venden gaseosas, golosinas, algunas verduras y hasta pines de internet.
“No abandoné mi trabajo como líder: en la vereda fui presidente de la junta durante ocho años y también fui coordinador del comité de deporte y conciliación. Por eso mi casa casi siempre está llena con los vecinos que queremos trabajar por las comunidades campesinas”.
Amor por la naturaleza
La finca que le compró a su hermano mide 220 hectáreas y está ubicada en una zona boscosa de la vereda Santo Domingo. Según Jaime, solo destinó 50 hectáreas del predio para tener el ganado, actividad con la que sobrevive.
En 2021, la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS) llegó al núcleo 1 del Bajo Caguán para trabajar con los campesinos en un proyecto de forestería comunitaria, una nueva alternativa que consistía en conservar y aprovechar el bosque sosteniblemente.
“No sabíamos que los bosques nos podían dar comida. Muchos habitantes del Caguán veíamos la montaña como un enemigo porque nos costaba mucho trabajo convertirla en potrero para el ganado; la FCDS nos abrió los ojos”.
La fundación les presentó varias alternativas de bosques productivos a los habitantes de las 16 veredas del núcleo 1. “El objetivo era crear un proyecto con esas temáticas. Yo elegí la de corredores productivos, sitios donde mezclamos árboles maderables, no maderables y cultivos de pancoger para conectar las montañas”.
Para consolidar su corredor en la finca, Jaime recibió varios insumos por parte del proyecto de forestería comunitaria de la FCDS, el cual cuenta con financiamiento del gobierno de Noruega y el programa Amazonia Mía.
“Me dieron las plantas, semillas, kits solares y alambres para aislar el corredor de bosque productivo. Lo que estoy haciendo en mi finca es conectar varias áreas de bosque y conservar las 170 hectáreas de selva que tengo”.
Desde hace ocho meses, Jaime preside ACAICONUCACHA, una asociación que nació en 2017 con el fin de mejorar la producción en las fincas del núcleo 1 del Bajo Caguán. “También hacemos parte del proyecto de forestería de la FCDS; sabemos que aprovechar sosteniblemente el bosque nos va a beneficiar mucho”.
Con los aprendizajes adquiridos con el equipo de forestería comunitaria de la FCDS, Jaime se convirtió en un líder social y ambiental. “A todos mis amigos les digo que no tumben el bosque. Si cooperamos con el medio ambiente y dejamos el monte en pie, nuestros hijos van a tener una pensión”.
Ahora, este huilense de 53 años que no tiene la más mínima intención de irse del Bajo Caguán, ya no ve a la montaña como un enemigo. “Ahora la vemos como un aliado más porque sabemos que podemos vivir de ella. He aprendido que conservar no significa no tocar, sino hacer un uso sostenible de los recursos naturales”.