- Milena Álvarez y José Eduardo León abandonaron Caparrapí (Cundinamarca) debido a la violencia de los grupos armados ilegales.
- El departamento del Guaviare les abrió sus puertas. En la vereda La Tortuga reconstruyeron su vida y conformaron un hogar con sus dos hijos.
- En la finca La Pradera, estos esposos llevan más de 12 años conservando una gran tajada de bosque amazónico y trabajan en varias iniciativas de forestería comunitaria.
- Nueva entrega de #CrónicasDelBosque de la FCDS en la #COP16Colombia, historias de las personas que lideran proyectos de forestería comunitaria.
Decenas de monos robustos con un pelaje grisáceo agudizan sus aullidos cada vez que presienten un peligro. Cuando los humanos merodean por el bosque amazónico, los primates les arrojan ramas de todos los tamaños desde lo más alto de los árboles.
Esta algarabía es causada por los churucos, mamíferos pesados que se alimentan de frutas, flores y artrópodos y defienden con garras y dientes su casa común, los bosques primarios, morichales y las selvas inundables y no inundables.
Según Milena Álvarez y José Eduardo León, estos monos con dedos desarrollados que les permite sujetarse a las ramas y troncos son los grandes cuidadores del bosque de su finca La Pradera, ubicada en la vereda La Tortuga de San José del Guaviare.
“Ellos son los que ahuyentan a los cazadores y taladores. No les gusta la presencia humana y cuando ven a alguna persona por el bosque, la sacan corriendo con sus aullidos y objetos que arrojan desde las alturas”.
Los churucos no están solos en su defensa del bosque. Milena y José Eduardo son sus grandes aliados y llevan más de 12 años luchando para que los árboles amazónicos de la finca no palidezcan por las malas acciones antrópicas.
“En esta finca está prohibido talar y cazar. Nuestro proyecto de vida es cuidar a como dé lugar ese hermoso bosque donde habitan miles de animales silvestres y hay varios nacimientos de agua”.
El amor y devoción por el bosque de estos esposos tiene una explicación. La selva húmeda del Guaviare les abrió sus puertas cuando tuvieron que salir de su pueblo natal huyendo de la violencia del interior del país.
“En este territorio amazónico pudimos reconstruir nuestras vidas luego de que la violencia nos sacó corriendo de Caparrapí, municipio de Cundinamarca donde los grupos armados ilegales asesinaron a muchos campesinos”.
Sanar heridas
Corría el año 2000 cuando Milena y José Eduardo se vieron obligados a desenterrar sus raíces en Caparrapí, territorio donde vivían de la agricultura, para comenzar de cero en las tierras amazónicas.
“La violencia me quitó a varios primos y tíos. No queríamos que nuestros dos hijos, en ese entonces de año y medio y seis meses respectivamente, quedaran huérfanos. Traté de convencer a mis papás de salir del pueblo, pero decidieron quedarse en su hogar”, recuerda Milena.
El rumor en esa época era que en el Guaviare se vivía bien debido a la bonanza de la coca, algo que los esposos corroboraron desde su primer día en la vereda Caño Lajas. Inmediatamente fueron contratados como raspachines en una finca cocalera.
“Mi esposo se puso a trabajar como raspachín y jornalero y yo me encargaba de preparar la comida para los 35 trabajadores. El negocio de la coca nos permitió ahorrar el dinero para comprar nuestro terreno propio”.
Una década después de llegar al Guaviare, Milena y José Eduardo encontraron su finca soñada en La Tortuga, vereda del corregimiento El Capricho en San José del Guaviare. El bosque húmedo tropical mandaba la parada en el predio.
“La pagamos por cuotas. Como la coca ya había dejado de dar ganancias, tuvimos que volcar nuestros ojos en la ganadería y destinamos unas zonas de la finca para hacer potreros. Sin embargo, dejamos quieto casi todo el bosque”.
Según Milena, el extenso bosque de más de 50 hectáreas y la nueva vida en el Guaviare les permitieron sanar un poco las heridas causadas por la violencia en Caparrapí, un pueblo donde se derramó mucha sangre.
“Le debemos todo a este departamento de la Amazonia colombiana. Tenemos hogar propio, estamos sacando adelante a nuestros hijos y además cuidamos esa naturaleza extrema que habita en la selva”.
Proyecto de vida
Hace 12 años, la pareja de esposos decidió que cuidar el bosque sería su proyecto de vida a largo plazo. Lo hicieron después de que varias organizaciones ambientales les dijeran que ahí estaba el futuro de la familia.
“Somos privilegiados porque en ese bosque tenemos mucha agua, algo que no tiene la mayoría de fincas de la zona. Recorrer la selva es algo maravilloso y por eso queremos que en el futuro sea un proyecto de turismo de naturaleza”, apuntó Milena.
Además de monos churucos, La Pradera le brinda hogar a otros animales silvestres de la Amazonia como la danta, mono maicero, jaguar y oso hormiguero. “Las aves son una cosa impresionante que forman un concierto con sus cantos, al igual que las ranas”.
A mediados de 2022, Milena y José Eduardo conocieron la iniciativa de forestería comunitaria de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), organización que trabaja con los campesinos del Guaviare y Caquetá.
“Varias personas de la vereda ya estaban trabajando proyectos ambientales con la FCDS, algo que nosotros iniciamos con la organización Caminemos Territorio y el Instituto Sinchi. Sin embargo, debido a los buenos resultados con la fundación, decidimos participar”.
Estos campesinos querían conectar las partes de su extenso bosque para que la fauna transitara con mayor facilidad. Los profesionales de la fundación les ayudaron a formular un proyecto de corredores productivos.
“Destinamos un antiguo potrero ganadero para darle vida al corredor, terreno lineal donde sembramos árboles maderables, frutales y comida como yuca, maíz y piña. Nos dieron todo el material vegetal e insumos como alambres, postas y panel solar”.
Según Milena, la FCDS también los ha ayudado a hacer los cerramientos en las zonas boscosas donde están los nacimientos de agua, cercas que evitan el ingreso del ganado y los impactos del pisoteo.
“Estamos enriqueciendo nuestro bosque con más especies maderables, como el abarco. Aunque seguimos sobreviviendo con el ganado, sabemos que en el futuro nuestra economía será a través del uso sostenible del bosque”.
Melodías del bosque
La FCDS y el Instituto Humboldt escogieron a La Pradera como una de las 15 fincas del Guaviare donde se iban a instalar 38 grabadoras o audiopolillas para conocer los sonidos de los anfibios, reptiles, aves y mamíferos.
“Quedamos muy contentos con esa noticia. Para que nuestra finca sea turística, debemos conocer bien la fauna que habita en el bosque. El corazón se me aceleró al imaginarme escuchar esas melodías de la naturaleza”, precisó Milena.
A comienzos de este año, profesionales de ambas organizaciones ambientales visitaron la finca de Milena y José Eduardo e instalaron tres equipos de grabación en zonas como el bosque, pastizales y corredores productivos.
“Nos dijeron que este proyecto de monitoreo acústico pasivo de la biodiversidad busca conocer si las iniciativas de forestería comunitaria están beneficiando a la fauna silvestre”, apuntó José Eduardo.
Las 38 audiopolillas instaladas en las coberturas vegetales de 15 fincas de San José del Guaviare y Calamar grabaron más de 43.000 archivos de audio. Según la pareja de esposos, las tres ubicadas en su finca funcionaron a la perfección.
“Mi esposo, quien ayudó a instalar las audiopolillas y aprendió mucho sobre su manejo, revisó su estado todos los días. Cuando la FCDS las retiró, nos dijeron que ninguna se vio afectada por la lluvia o algún animal”, recuerda Milena.
A mediados de junio, las 15 familias campesinas que participaron en el proyecto de monitoreo acústico de la biodiversidad fueron invitadas a una jornada de socialización de resultados en Terrapreta, la reserva natural de la FCDS.
Debido a unos compromisos, Milena no pudo asistir y delegó a José Eduardo. Cuando llegó a la casa de la reserva, el campesino fijó su mirada en un afiche que tenía varias de las aves que fueron identificadas por las audiopolillas en los predios del Guaviare.
“Aunque me dio algo de pena, me puse muy contento porque en el afiche salía una fotografía mía que me hicieron cuando instalaron los aparatos. Al ver las aves me sorprendí mucho porque las conocía a casi todas”.
En la socialización, los campesinos del Guaviare conocieron los primeros resultados del proyecto. Según el Instituto Humboldt, en el 18% de las 724 horas de grabación hay aves vocalizando.
“Los expertos nos informaron que han identificado más de 286 posibles especies de aves, de las cuales 48 ya fueron verificadas. En el afiche aparecían las 10 que aparecieron en casi todas las 15 fincas que participaron”, dijo José Eduardo.
El tucán silbador, saltarín coroniazul, guardabosques gritón, panguana, soledad, guacamaya bandera, chancha, bienparado, guaco y bujío fueron las aves más representativas en la primera fase del proyecto de monitoreo acústico.
“Quedamos muy contentos porque le pusimos rostro a los sonidos de la naturaleza que escuchamos en nuestras fincas. Ahora sabemos cuáles son las aves que nos maravillan con sus hermosos cantos”, apuntó el líder ambiental.
En esta actividad, la FCDS y el Instituto Humboldt les informaron a los campesinos que las iniciativas de forestería comunitaria, como sistemas agroforestales, corredores productivos y enriquecimiento del bosque, sí están beneficiando a la biodiversidad.
“Estas zonas son transitadas por los animales que habitan en los bosques, es decir que les sirven como corredores. Este proyecto de monitoreo nos motiva más a seguir trabajando en la forestería comunitaria para cuidar nuestro bosque amazónico”, concluyó José Eduardo.
Forestería comunitaria en la COP16
La Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP) es el espacio de discusión y negociación más importante del Convenio sobre la Diversidad (CDB) Biológica de las Naciones Unidas.
Este año, entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, la ciudad de Cali será el escenario de la COP16, un encuentro donde se realizará la primera evaluación de las 23 metas del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.
A través de programas como el de forestería comunitaria, el cual busca promover el uso sostenible de la biodiversidad, Colombia avanza en el cumplimiento de varias metas del plan de acción nacional de biodiversidad de dicho Marco.
- Meta 2: garantizar que para 2030 al menos un 30 % de las zonas de ecosistemas terrestres degradados estén siendo objeto de una restauración efectiva.
- Meta 9: proporcionar beneficios sociales, económicos y ambientales a las personas que más dependen de la biodiversidad mediante actividades, productos y servicios sostenibles basados en la biodiversidad.
- Meta 10: garantizar que las superficies dedicadas a la agricultura, acuicultura, pesca y silvicultura se gestionen de manera sostenible a través de la utilización sostenible de la diversidad biológica.
- Meta 11: restaurar, mantener y mejorar las contribuciones de la naturaleza a las personas mediante soluciones basadas en la naturaleza o enfoques basados en los ecosistemas.
- Meta 16: garantizar que se aliente y apoye a las personas para que elijan opciones de consumo sostenible.
- Meta 22: garantizar la participación y representación plena, equitativa, inclusiva, efectiva y con perspectiva de género de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la toma de decisiones.
- Meta 23: garantizar la igualdad de género en la implementación del Marco mediante un enfoque con perspectiva de género en el cual todas las mujeres y las niñas tengan igualdad de oportunidades y capacidad para contribuir a los tres objetivos del Convenio.