Por Rodrigo Botero en Revista Semana
Colombia hoy llora a Mocoa. La tragedia que viven sus cerca de 50 mil habitantes enluta a todo el país. Muchos se preguntan hoy por qué la naturaleza se ensañó contra este refugio enclavado en la frondosa selva amazónica. Van más de 150 muertos y se anticipa que ese número de víctimas fatales puede aumentar. Otros miles perdieron sus casas, sus bienes y sus posesiones más preciadas. Como relató el alcalde José Castro, la capital del Putumayo está hoy devastada: no hay luz, no hay agua, no hay gas. El hospital está desbordado y las ayudas que quiere enviar todo el país llegan lentamente pues por la avalancha los accesos terrestres quedaron inservibles.
Cualquier lector desprevenido puede entrar a una página web y observar la imagen de satélite de Mocoa. Ubicada a la salida del contacto del rio con la planicie, más de la tercera parte de su casco urbano se encuentra en áreas de antiguas terrazas de este rio. Quienes conocen la capital del Putumayo pueden entender fácilmente porque el desbordamiento de tres ríos generó uno de las peores tragedias que haya vivido la región.
En estos tiempos, donde algunos niegan el cambio climático (no solo su origen), no es prudente ignorar las causas que llevaron a que Mocoa hoy sea el epicentro de semejante tragedia. La ciudad ha sido víctima de la falta planificación urbana que es usual en casi todas las regiones de Colombia. Por una razón u otra, esta cultura nos viene acostumbrando a que solo con víctimas y desastres reaccionamos. El clima cada vez nos cobra más caro esa inacción.
Para entender lo que está sucediendo en Mocoa hoy hay que ubicarse en la inmensidad de sus montañas y sus aguas. La cuenca alta del rio Mocoa, como pocas, transcurre en un escenario de belleza singular, desde la parte alta de los Andes, cerca del Sibundoy, hasta llegar al rio Caquetá, a pocos kilómetros de Mocoa, capital del Putumayo. Al pasar por esta antigua capital, fundada hace casi 5 siglos (en 1551), el rio pasa raudo en dirección del imponente cerro del Churumbel, en el vértice del Parque Nacional Churumbelos.
La ciudad tiene una precipitación promedio anual superior a los 4000 mm (en comparación con los casi 800mm de Bogotá para quienes quieran dimensionar esta cifra), ubicada en una de las áreas de mayor precipitación de toda la cuenca amazónica y por ende, con una riqueza de ríos, quebradas y drenajes superficiales de todo nivel, que surcan la cordillera hacia la planicie amazónica.
La ciudad, como muchas en este territorio, se ubica en la falda de la montaña, con cercanía a ríos y quebradas, como el caso del Mocoa, Pepino, Mulato y Sancoyaco. El cambio abrupto de topografía, entre la planicie amazónica a una vertiente oriental de la cordillera que es fuertemente empinada, permite visualizar hermosas cascadas drenando de manera permanente por estos paisajes. Adicionalmente, una condición de coberturas en bosques protegidos por la Reserva Forestal había permitido una relación armónica entre la ciudad y su paisaje circundante.
Los suelos y la geomorfología del área, hacen especialmente inestables estos paisajes montañosos, susceptibles a la erosión y a los deslizamientos. Aún en condiciones naturales, con coberturas boscosas, es frecuente ver deslizamientos enormes en estas montañas. Las tragedias ocurridas por estos deslizamientos en la carretera Pasto – Mocoa, con cientos de muertos, fueron la razón para impulsar la construcción de la variante San Francisco a Mocoa (VSFM), hoy inconclusa y sin perspectivas claras y efectos aun no determinados.
Sin embargo, de unos años para acá, se ha venido incrementando el proceso de deforestación. Durante varios años, recorriendo la cuenca alta del rio Mocoa y proponiendo medidas de mitigación ambiental para la construcción de la Variante (VSFM), observé como, aumentaba la presión de deforestación en todo su recorrido.
Recuerdo claramente haber observado múltiples pequeñas avalanchas que destrozaron obras de infraestructura de la Variante- con costos enormes para nosotros los contribuyentes- en la parte alta del rio Mocoa, hacia el tramo de San Francisco, provocadas por la degradación de los suelos, usados en ganadería en zonas de ladera, absolutamente deforestados y degradados. De manera nítida, tengo las imágenes de la vereda Campucana, a las puertas de Mocoa, con enormes derrumbes, cárcavas que se tragaban montañas, asociadas a potreros en “¡la Reserva Forestal!”. Claras evidencias de una pésima coordinación inter-agencial entre Ambiente y Transporte, así como debilidad extrema en el control del uso del suelo por la autoridad regional.
Semanas enteras dedicados a buscar medidas para la estabilización de taludes en el proyecto de la Variante (VSFM), así como incentivar a las autoridades ambientales para que se invirtieran los esfuerzos y recursos en el cambio de usos del suelo en estas zonas tan sensibles y estratégicas. Ni idea que habrá sucedido con el manejo de impactos ambientales, en particular al aporte de sedimentos de los taludes intervenidos por la Variante (SFM) a las microcuencas del rio Mocoa. Todavía seguimos esperando la ampliación de la Reserva del Alto rio Mocoa, como medida de compensación frente a la construcción de la carretera. Ni siquiera la ampliación y declaración de un Área de Protección se ha logrado en todos estos años, a pesar de estar consignado en el licenciamiento y salvaguardas del BID Ojalá haya alguna agradable sorpresa y no un interminable rosario de quejas.
También observamos, cómo han cambiado drásticamente los patrones de precipitación. La intensidad de los aguaceros, el volumen total por mes y por año, la frecuencia de eventos extremos es notoria. Es decir, además de la condición intrínseca (susceptibilidad de los suelos, paisajes inestables, precipitación, pendientes fuertes y largas), un uso del suelo crecientemente inapropiado, se suma una condición de cambio en los patrones de precipitación; todo lo anterior, genera un efecto acumulativo y sinérgico, que tiene el potencial de generar avalanchas (por sedimentación y taponamiento de ríos en partes altas y medias), que en el caso de encontrar poblaciones o asentamientos en su curso, producen desastres.
La lección es clara: se necesita intervenir en varios frentes: cambio drástico en la planificación del desarrollo urbano de Mocoa, lo cual implica reasentamientos definitivos para varias zonas. De otra parte, control real y efectivo del uso del suelo en las zonas de las cuencas que circundan la ciudad, lo cual implica además de la aplicación de la ley, una revisión profunda del ordenamiento del suelo rural y una presencia efectiva en el territorio, en las goteras de sus oficinas principales. Y finalmente, una adecuación a los eventos extremos climáticos, que tiene efectos sobre los diseños y ubicación de ciudades, infraestructuras, y manejo de áreas de riesgo en ríos y laderas entre otros. Hay una certeza con la que se debe contar: vendrán más eventos de este tipo, (ojalá no aumenten las víctimas), pero la condición climática, la susceptibilidad intrínseca permanecen. El cambio de uso del suelo pareciera ser de largo plazo y la adaptación igualmente demorada.
¿Cuántos desastres adicionales se requieren para tomar en serio el asunto ambiental?