Por: Rodrigo Botero
Artículo publicado por Semana sostenible.
Lo que sucede hoy en la región de la Macarena es un hecho interesante porque demuestra cómo algunos hechos son valorados de manera puntual. Muchas veces se pierde la perspectiva sobre la magnitud de los acontecimientos y de cómo los territorios reciben impactos acumulativos y sinérgicos, de diferentes actividades. No de una única actividad como erróneamente se sigue trabajando para los procesos de licenciamiento.
El tema ha salido a la luz pública, entre otras cosas, porque en el imaginario colectivo del país se ha mencionado el potencial impacto de la exploración petrolera sobre Caño Cristales. Un ícono de esta extraordinaria región (en la que adicionalmente hay más de 50 sitios similares por toda la Serranía). Un punto de encuentro de los Andes, la Amazonia y la Orinoquia que ha podido mostrar a los colombianos su belleza, convirtiéndose en un patrimonio colectivo valorado por el común de la gente, por la población local y las entidades gubernamentales, que lo han potenciado como una posibilidad de usar al ambiente como estrategia de desarrollo local.
Sin embargo, el tema va mucho más allá de Caño Cristales, este es solo la punta del iceberg. Ya que los impactos de las actividades desarrolladas en la región tienden a dejar en alto grado de vulnerabilidad la región de La Macarena. Este territorio está comprendido por cuatro Parques Nacionales que conectan desde el Sumapaz hasta Chiribiquete, la única franja de bosque por donde aún fluyen las especies de fauna y flora de manera ininterrumpida.
En este sentido, es importante resaltar que la viabilidad de Caño Cristales, no solo en su comportamiento como microcuenca, sino como parte del gran corredor Biológico (Andes – Amazonia – Orinoquia). Es función del Estado la conservación de los Parques Macarena, Tinigua, Picachos y Sumapaz, así como de los Distritos de Manejo Integrado que conforman la zona de amortiguación de esta área. Y si logramos pasar a esta escala de análisis, vamos a encontrar que la situación es mucho más compleja de lo que parece.
El Área de Manejo Especial de la Macarena (AMEM), padece fuertes presiones por la fragmentación que están generando innumerables carreteras, que van desde macro-proyectos (como la Transversal de la Macarena, o la Marginal de la selva) hasta vías veredales mal planificadas o áreas restringidas.
Asimismo, la ganadería avanza rampante en el parque Tinigua (el área protegida más afectada por la ganadería y la deforestación en el país), a lo que se suman las actividades petroleras que potencialmente se realicen, algo que nadie menciona. También, el avance de la palma africana en el eje del rio Ariari hasta sus límites con los parques, y los efectos de los cultivos de coca y gran ganadería sobre el rio Guayabero, cerca de Caño Cristales.
Este año, como consecuencia de la expectativa que traen todos los proyectos de desarrollo, en este caso particular la carretera Marginal de la Selva. La Trocha Ganadera que fragmenta el parque Macarena y pasa de forma lateral por Caño Cristales, tuvo los incendios y las deforestaciones más fuertes de los últimos años, todo esto como una estrategia de apropiación territorial en el área protegida.
Esta es una amenaza real, tangible e inmediata, que sumada a los impactos acumulativos y sinérgicos de todas las actividades no planificadas y reguladas – incluyendo aquellas que hacen parte de las zonas en conflicto armado -. Llevarán, no solo, a la vulneración de la condición de Caño Cristales, sino del gran Corredor Andes – Amazonia – Orinoquia.
Decidamos entonces el lente con el que queremos analizar el problema y proponer sus soluciones, que no solamente son responsabilidad de una institución (ANLA) ni una actividad (petróleo), sino todo el conjunto nacional, regional y local, que sigue realizando actividades desarticuladas con cada sector jalando hacia un lado de acuerdo a su interés y perspectiva. Lo cual refleja porqué somos un país en conflicto.