Autor: Rodrigo Botero
Publicado en: Colombia Amazónica
Se han conocido las cifras de deforestación de 2019 reportadas por el IDEAM con un resultado alenta-dor, a pesar de que la magnitud del daño acumulado mantenga en alto las alertas. Al mismo tiempo, otros sistemas de monitoreo señalan que, en 2020, las actividades de deforestación aún tienen una dinámica que pareciera indicar que no hay control sobre un porcentaje de variables significativo dentro de los motores que incentivan esta actividad, y cuyo impacto es todavía muy importante. Como bien lo ha señalado el Gobierno nacional, las actividades de sus agencias para la prevención de la deforestación se han enfocado de manera impor-tante en el desarrollo de acuerdos de conservación con familias campesinas, los modelos de reconver-sión productiva, el pago por servicios ambientales, los modelos de forestería comunitaria, la promoción del manejo tradicional del bosque en comunidades indígenas y la coordinación interagencial a través de Conaldef (Consejo Nacional contra la Deforestación), entre otros. No obstante el mérito de lo anterior, se debe señalar que hay otros aspectos en los que existen limitaciones de gestión y es preciso abor-darlos, pues se apartan de las responsabilidades del sector ambiental y llaman a la acción efectiva de otras agencias del Estado. En este sentido, el monitoreo durante el periodo 2019 y primer trimestre de 2020 permite sugerir, que la secuencia de deforestación se focaliza en zonas con acceso vial y en lugares donde hay aún disponi-bilidad de bosques continuos (es decir, en la reserva forestal, los resguardos y los parques nacionales, en este orden). Del mismo modo, economías cocaleras y enclaves de conflicto armado, son elementos que empiezan a coincidir de manera frecuente.