Hace unos años decidí recoger agua lluvia en mi casa, almacenarla en un tanque profundo, y tratar de usar la mayor cantidad de esta en las labores diarias. Al lado, hice un pequeño lago que recibe las aguas de los aguaceros torrenciales, que suelen caer en tiempos de Niña, y cuya base la definí por la presencia del nivel freático en tiempos de verano.
Durante los últimos tres años, logré pasar los 12 meses usando las aguas lluvias almacenadas, bañándome, lavando ropa, en los baños, y demás tareas de la casa.
Una alegría enorme me llenó durante estos tiempos, incentivándome aún mas a pensar que es posible producir estrategias masivas para construcciones urbanas y rurales, donde cada vez somos más vulnerables a los eventos extremos. Insisto en que se debe trabajar en un proyecto de ley para hacerlo vinculante en las nuevas iniciativas de urbanismo.
Sin embargo, hay cambios sensibles este año. En casa, el nivel freático baja y los tanques ya no tienen agua lluvia; al salir veo cultivos agrícolas en la sabana y su tierra se ve deshidratada.
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Los drenajes hacia el río Bogotá, la mayoría secos. Muchos cultivos apelando al riego, y por ende a las aguas subterráneas. Y los pocos humedales que aún quedan, han disminuido su volumen sensiblemente.
Se siente El Niño que se aproxima de manera diferenciada en el paisaje nacional, así como un uso indebido de las aguas superficiales.
Área de presión urbana sobre suelos agrícolas y Reserva Ambiental de la Sabana. Foto: Rodrigo Botero -FCDS.
En medio de estas señales divinas, se oye en el radio el debate por el proyecto para establecer una reserva de producción alimentaria en varios municipios de la sabana. Al principio creí que estaba “oyendo con el deseo”.
Pero no, es en serio, y por fin, se hizo visible una necesidad estructural: proteger uno de los mejores suelos agrícolas de clima frío en el país. Esta sabana con suelos profundos de un PH rondando la neutralidad, estructura en bloques, texturas francas, con influencia de cenizas volcánicas y de materiales aluviales y lacustres, es realmente maravillosa.
De hecho, toda la cuenca media del río, sobre la sabana, es un área con importantes vestigios arqueológicos, pues obviamente las culturas prehispánicas también encontraron aquí una despensa alimentaria sin igual. ¿Aprenderemos?
La resistencia de campesinos, ganaderos, floricultores, entre otros, al embate de los constructores y “bodeguistas” ha sido, además de la cercanía al gran mercado, la accesibilidad, y demás arandelas, a la extraordinaria fertilidad de suelos.
Pero obvio, competir con el metro cuadrado de suelo construido es casi imposible, y por ello, el festín de constructores y cambio de usos del suelo, a la urbanización e interminables “zonas francas” ha avanzado implacable, sepultando estos maravillosos suelos bajo el concreto y el negocio, y enviado agricultores a buscar refugio en municipios lejanos, o montando misceláneas de barrio como “seguro de vejez”.
El debate de fondo es la conurbación de la sabana o la densificación de la ciudad en el actual perímetro. Y abre otros más, como es el caso de la defensa de la cultura campesina en la sabana y su papel en la seguridad alimentaria. Casos como el pequeño municipio de Cota, el cual fue hasta hace unos años el mayor productor de hortalizas en el país, nos muestran lo que está en juego.
Transformación zonas rurales . Foto: Rodrigo Botero – FCDS.
No todos los paisajes de este país tienen estas condiciones, recuerdo, por allá en el año 84, haciendo un estudio de suelos en El Castillo (Meta), estaba yo en medio de la calicata, cuando unos señores, con cara de pocos amigos, me increparon a salir del área, porque “ellos no necesitaban saber más de suelos porque ya tenían la mina”.
Los “señores” eran los de Carranza, quienes a sangre y fuego se tomaron el municipio, y en particular, el río La Cal, donde se encontraba la única y principal mina de ese precioso mineral, que permitía tener esa extraordinaria fertilidad natural en la cuenca del Ariari, pero, adicionalmente, se convertía en la punta de lanza para el proyecto de transformación agroindustrial de la altillanura, que tan metódicamente impulsaron don Víctor y el combo de Gacha.
La posibilidad de encalar los suelos de la altillanura, y transformarlos en áreas de producción cerealera, o de caucho, o de ganadería intensiva, estaba en relación con el control de la cal. El modelo del “Serrado” brasilero, marcó para siempre el cambio de la altillanura, y del Ariari, hasta el dia de hoy y de sus habitantes originales. El acceso a mejoramiento de suelos debe ser un acto de democracia, en donde pocos lo han logrado hasta ahora.
Al otro lado del río Meta, sobre la llanura inundable, también se cuecen habas. Los hatos ganaderos tradicionales están cada vez más cercados por el avance de arroceros y palmeras que homogenizan el paisaje.
Es muy llamativo lo que se ve por los lados de Monterrey, Tauramena, Trinidad, Villanueva, entre otros. No es solo la desaparición de cualquier asomo de vegetación nativa al paso de los escuadrones de tractores, sino del agua que se ve entrar pero no salir de ese paisaje transformado con ímpetu.
Alguien me comentaba que las tasas de agua aprobadas para el sector arrocero son inclusive mayores que las del de hidrocarburos. Y cuando se discuten iniciativas legislativas para incrementar el valor de las tasas de agua, hay férrea oposición. Muchos son suelos arrendados que después de unas cosechas, se abandonan en estado de degradación por pérdida de fertilidad y condiciones físicas. Arroz sí, pero no así.
Entonces, en la carrera por la producción de alimentos se debe contemplar de qué manera se balancean la zonificación, el mantenimiento de aguas y suelos, las tradiciones campesinas y de producción diversificada, y la base ambiental para mantener la resiliencia de estos agroecosistemas. Y esto, en prioridad frente al expansionismo urbano, cada vez menos sostenible.
Debates necesarios sobre la creación de distritos de conservación de suelos y aguas, en medio de un país con potencial agrícola, y que requiere mantener su capacidad productiva con las poblaciones campesinas y de productores agropecuarios que dependen de ello para el futuro de todos.
Las ministras de Agricultura y Ambiente, y DNP, tienen ante sí una oportunidad y retos de transformación con consensos, en este momento de unidad nacional necesaria. ¿Agenda para el Acuerdo Nacional?
Columna tomada de: https://cambiocolombia.com/puntos-de-vista/potencia-mundial-de-vida-con-campesinos-suelos-aguas-y-biodiversidad?