Pasa una nueva semana llena de contradicciones políticas, entre ellas las que se encuentran alrededor de la función ecológica de la propiedad. El debate, me parece sano, en tanto pone de presente que además del goce y disfrute pleno de los bienes rurales es un derecho, también es una obligación, además de un deber, cumplir con criterios ecológicos de interés público.
Sin embargo, me quiero referir a la necesidad de la transición de agriculturas intensivas en usos de fertilizantes, agroquímicos, herbicidas, alto consumo de agua, y principalmente, destrucción total o mayoritaria de la cobertura vegetal nativa, así como la intervención sobre cuerpos de agua superficiales.
La agricultura de precisión, con modelos de elevación hiperdetallados, análisis de suelos, retención de humedad, ha demostrado una impresionante eficiencia productiva, pero a su vez, en muchos casos, un efecto devastador sobre los ecosistemas nativos de las zonas donde se instala. El punto de discusión no está en el uso de tecnologías de precisión, o información cualificada, sino en la transformación de ecosistemas originales, de manera indiscriminada.
Creo en la importancia de tener un país, autosuficiente en alimentos, y si es posible generar excedentes que permitan su comercialización internacional en distintos niveles de transformación y valor agregado. Sin embargo, el desarrollo de la agricultura, tiene límites, que deben ser retomados en la planificación del uso del suelo que viene en búsqueda de este objetivo.
De una parte, está la protección que establecen los determinantes ambientales en los Planes de Ordenamiento Territorial, pero de otra, están aquellos elementos del paisaje que constituyen partes críticas en el funcionamiento de los ecosistemas.
Citando algunos casos del territorio, es común, infortunadamente, ver cada vez más cómo la cobertura de caños, quebradas, drenajes menores, zonas de encharcamiento en el interior de las fincas, son reducidas o desaparecidas, y posteriormente mecanizadas, o en el mejor de los casos, pasadas a pastos. Los bordes de las fincas, igualmente, se convierten en áreas de disputa, no solo por linderos entre vecinos, sino disputa contra la pobre vegetación que intenta mantenerse como “cercas vivas” y por ende corredores de conectividad entre parches de vegetación remanente.
En las zonas planas del Caribe y la Orinoquia, es común ver cómo en grandes cultivos se observan las “cicatrices” de lo que alguna vez fueron cuerpos de agua, drenajes, o zonas de encharcamiento, bajo los diferentes tipos de cultivo. También es frecuente ver cómo entre grandes lotes con una mecanización llevada al límite, ya no queda ningún tipo de árbol, arbusto o matojo, de manera que los tractores dejan la zona como “mesa de billar”.
Puede leer: ¡Campesinos del Guaviare formulan nuevos proyectos de bosques productivos!
Ya hemos hablado también, de lo que ocurre con la llamada “ronda” de ríos, que debería ser de cumplimiento obligatorio en su protección. Cualquier ciudadano en Colombia puede dar cuenta cómo aun en los ríos más importantes, se pueden contar cientos de kilómetros de ríos con cultivos, pastos, animales, llegando a sus riberas. No hay ni ley ni cultura para respetar los bienes comunes.
Pero, si vamos más allá del análisis de predios, encontramos que, tampoco hay una reglamentación clara de cuál es la capacidad de carga en las regiones, o en ciertos ecosistemas, para el desarrollo e implementación de ciertos tipos de cultivo. Las Evaluaciones Ambientales Estratégicas por regiones para guiar el sector agropecuario, es imperativa, en el corto plazo.
Por ejemplo, ¿cuál es el límite de expansión de los cultivos de arroz en las zonas inundables de piedemonte llanero, el Huila o Tolima? ¿Cuál es su impacto acumulativo en el suelo, el agua y la biodiversidad? ¿Cuál es el límite de expansión de la palmicultura en la Orinoquia?
¿Existe alguna zonificación productiva propuesta para los sectores agrícolas con potencial de expansión? Y ahora, que está en boga la discusión sobre la reducción del área usada en ganadería para nuevos desarrollos agrícolas, se tiene una propuesta de zonificación ganadera nacional?
En la medida en que se intensifique la producción agropecuaria, se deberá incrementar el área de paisajes con coberturas naturales ojalá continuas, que permitan garantizar la conectividad ecosistémica, el mantenimiento de servicios ambientales, la mitigación de la degradación de suelos y aguas, y en general, que sirvan como mecanismos de amortiguación de los impactos ambientales acumulativos de la transformación de grandes paisajes por el desarrollo agropecuario intensivo.
El imaginario desarrollista, de considerar la expansión agropecuaria como una transformación absoluta de los ecosistemas esta revaluado por completo en el nuevo escenario mundial de estrategias para la mitigación y adaptación al cambio climático, la pérdida de biodiversidad, y el mantenimiento de la resiliencia ecosistémica.
La planificación predial, municipal, y regional, son un imperativo para aumentar nuestra capacidad productiva alimentaria, sin la degradación irreversible de los ecosistemas. Y, al otro lado, la planificación nacional del suelo en función de su aptitud productiva y el balance con ecosistemas no intervenidos en diferentes niveles de restricciones de uso del suelo, que hagan el balance entre áreas de uso agropecuario y de protección de bienes ambientales comunes.
Para zonificar el desarrollo de una agricultura con criterios de sostenibilidad, es necesario un trabajo coordinado y urgente entre Planeación Nacional, Ministerio de Ambiente y UPRA, así como con las regiones y sus gobiernos. Acuerdo Nacional sobre Zonificación Agropecuaria, ya!!