- Los 35 campesinos del municipio antioqueño de Segovia que conforman la Asociación Ecoserranía, tienen un sueño en común: vivir del bosque por medio de un manejo forestal comunitario.
- A través de dos permisos otorgados por Corantioquia, estos guardianes del verde pueden aprovechar sosteniblemente cerca de 1.400 hectáreas boscosas y ya comercializan productos maderables.
- Su meta es defender las montañas del suroeste de la Serranía de San Lucas, una de las grandes reservas de oro del país que está acorralada por la deforestación, pero generando opciones económicas para la comunidad.
- Con el apoyo y financiación del Fondo Noruego para los Derechos Humanos (FNDH), la asociación trabaja en un proyecto de asistencia técnica y fortalecimiento empresarial de la organización.
- Nueva entrega de #CrónicasDelBosque de la FCDS en la #COP16Colombia, historias de las personas que lideran proyectos de forestería comunitaria.
Desde muy niño, Marlon David Galeano supo que la tierra que lo vio nacer tiene un apellido dorado: el oro, un metal precioso blando de color amarillento que ha movido la economía de la zona desde la llegada de los españoles.
“Para nadie es un secreto que Segovia y Remedios, municipios del nordeste de Antioquia, han sobrevivido de la minería del oro. Cuando esta actividad utiliza mercurio y otros químicos, la naturaleza se desangra”, recuerda este líder social y ambiental de 39 años.
En estos territorios, las tropas españolas descubrieron yacimientos auríferos ocultos bajo una densa selva y en las arenas de los ríos carmelitos. En esa época la zona era llamada Tierradentro y estaba habitada por indígenas tahamíes y yamesíes.
El descubrimiento dorado, según revela una reseña del portal de la Alcaldía de Segovia, tuvo como resultado una fiebre del oro representada con la llegada de miles de aventureros y expedicionarios.
“En 1840 empezaron a llegar a Tierradentro muchas personas a trabajar en las minas de aluvión y así se originó el surgimiento de grandes empresas. Una de ellas fue Segovia, que le dio más tarde el nombre al municipio”, cita la reseña.
La minería del oro echó raíces en estas tierras antioqueñas y hace parte de la historia de sus habitantes. Sin embargo, la actividad a gran escala ha hecho palidecer los bosques húmedos y tiene en peligro a una riqueza biológica planetaria: la Serranía de San Lucas.
Desde hace años, Segovia y Remedios figuran entre los principales núcleos de deforestación del país, un flagelo que en la zona tiene como principal motor a la minería ilícita del oro, es decir la que hace uso del mercurio.
“Este no es el caso de los campesinos de la región, quienes hacen una minería artesanal donde el mercurio brilla por su ausencia y solo utilizan elementos como pequeñas dragas, motores y bateas”, asegura Marlon.
Regreso a la tierra
Aunque siempre ha sentido un gran amor por el territorio, durante toda su niñez Marlon solo soñaba con salir de la zona para olvidar la violencia de los grupos armados ilegales. Tampoco quería repetir la historia de su papá, un campesino que extraía madera de los bosques.
“En esa época el campo no me gustaba y solo quería salir corriendo de Remedios para tener una vida tranquila lejos de la violencia. Mi sueño se materializó a los 13 años, cuando mi mamá me mandó a Cartago, municipio del Valle del Cauca”.
En las tierras vallunas y cubiertas por cañaduzales, el joven paisa terminó el bachillerato y estudió varias tecnologías. Luego, el destino lo llevó a Medellín, capital de Antioquia que lo recibió con las puertas abiertas y donde encontró trabajo fácil.
Sin embargo, Marlon no cortó el cordón umbilical con su familia y visitaba seguido a su mamá en una finca ubicada en la vereda El Tamar de Segovia. Su papá falleció mientras estudiaba en Cartago.
A los 25 años, en una de sus visitas a la finca y con un sentimiento de madurez, el remediano tomó una decisión que sorprendió a toda la familia: echar raíces en este territorio donde los bosques sobreviven en medio de las actividades mineras.
“Vi el campo con otros ojos y pensé algo que para la mayoría de las personas es absurdo: que en estas tierras iba a tener más estabilidad, calidad vida y tranquilidad que en una ciudad. Invertí mis ahorros en la compra de un predio al lado de la finca de mi mamá”.
Sin saber nada del trabajo del campo, Marlon se metió de lleno en labrar la tierra de su nuevo hogar y en la minería artesanal: compró una pequeña draga, un motor y varias bateas y empezó a aprender sobre esta práctica.
“El reglamento comunitario prohibía el uso del mercurio y el único químico permitido era la gasolina para poner a andar el motor. Aunque no sabía nada de esa actividad, como todo paisa que se respete logré sacar el negocio artesanal adelante”.
Nace un líder
Al contemplar la belleza de los bosques húmedos de la Serranía de San Lucas, territorio ubicado entre los departamentos de Antioquia y Bolívar y donde está una de las grandes reservas de oro del país, Marlon comprendió que no se había equivocado al echar raíces.
Recordó una frase que le dijo su padre cuando era niño: “si se maneja adecuadamente, es decir sin causar daño, es posible vivir del bosque”. Esas palabras y el panorama boscoso fueron los detonantes para que se interesara en convertirse en líder ambiental.
“Comencé a meterme en el tema del liderazgo en la vereda. Fui escogido como presidente de la Junta de Acción Comunal de El Tamar, un trabajo que, a través de varios espacios y reuniones, me enamoró del tema ambiental y social”.
Marlon sabía que tenía varias habilidades para trabajar con la comunidad, como una gran labia y un talento empírico para hablar en público. Lo que le faltaba era empaparse de conocimientos técnicos para trabajar sosteniblemente con el bosque.
En una reunión de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Ministerio de Ambiente y la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia (Corantioquia), descubrió un término que lo deslumbró.
“Los expertos hablaron de forestería comunitaria, una estrategia basada en el aprovechamiento sostenible del bosque a través de varias líneas. Empecé a estudiar experiencias exitosas en países como Guatemala y gestioné recursos para viajar a Costa Rica a hacer un diplomado”.
En 2018, con su mente llena de conocimientos sobre el manejo sostenible del bosque, Marlon empezó a trabajar la forestería comunitaria con varias familias campesinas de la vereda El Tamar. La meta era poder aprovechar las especies maderables de sus bosques.
“Con el apoyo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) hicimos el inventario o censo forestal y escribimos un plan de manejo para los bosques de varias fincas la vereda, documento que radicamos ante la autoridad ambiental de la zona”.
Corantioquia les otorgó un permiso de aprovechamiento forestal para un área de 1.118,3 hectáreas de bosque, es decir que los campesinos tienen luz verde para utilizar sosteniblemente los productos maderables en esa zona.
La meta era que otras veredas se unieran al manejo forestal comunitario, pero la mayoría rechazó el ofrecimiento. Todo cambió cuando Marlon evidenció un alto potencial de trabajo en La Cristalina, una vereda de Segovia con mucho bosque y sin un líder ambiental.
Asociación verde
En varias socializaciones con los campesinos de La Cristalina y El Tamar, el líder paisa les propuso crear una figura comunitaria para trabajar mancomunadamente en futuros proyectos ambientales y así poder gestionar recursos.
Así nació la Asociación Ecoserranía, una organización de desarrollo social sin ánimo de lucro que trabaja por la protección y conservación del bosque natural bajo un manejo forestal comunitario. El gran objetivo era defender a la Serranía de San Lucas de la deforestación.
“El primer paso fue trabajar en el permiso de aprovechamiento forestal para La Cristalina. A través de recursos del Fondo Acción, logramos hacer los censos forestales y el plan de manejo ambiental. Este año, es decir 2024, Corantioquia nos dio luz verde para trabajar en 254 hectáreas”.
Ecoserranía quedó conformada por 35 socios campesinos de 28 familias de El Tamar y La Cristalina en Segovia. Según Marlon, la asociación tiene una incidencia en cerca de 1.400 hectáreas de bosque que hacen parte de las fincas campesinas de los asociados.
A través de las dos resoluciones de aprovechamiento forestal otorgadas por Corantioquia, estos guardianes verdes han dado varios pasos para cumplir el sueño que tienen en común: generar recursos económicos con el bosque, pero sin degradar los recursos naturales.
“Tenemos permiso de aprovechamiento persistente durante una década, pero sabemos que eso se va a extender más porque es un trabajo muy difícil. Con la primera resolución, en El Tamar, llevamos un poco más de tres años y hasta ahora estamos viendo algunos resultados”.
La asociación se proyecta como una comunidad campesina comprometida con la extracción y comercialización de productos maderables y no maderables bajo un enfoque comunitario y reconocida a nivel nacional y en Latinoamérica.
Sus socios, varios de ellos mujeres y jóvenes, buscan generar estrategias de sostenibilidad económica a través de mecanismos de diversificación productiva para que el negocio del manejo sostenible del bosque sea rentable y atractivo para la comunidad.
Según Marlon, uno de los primeros trabajos fue que la comunidad tuviera claridad sobre la normatividad vigente para el manejo forestal comunitario, charlas donde identificaron las principales barreras que se presentan en este ejercicio.
“También fortalecemos a los campesinos con conocimientos técnicos sobre el manejo y monitoreo de los bosques y estamos generando varias líneas de investigación. Trabajamos con un enfoque comunitario, inclusión de la mujer, relevo generacional y de legalidad”.
Así aprovechan el bosque
Los inventarios forestales en las cerca de 1.400 hectáreas de bosque en El Tamar y La Cristalina que maneja Ecoserranía, arrojaron que las especies más representativas son abarco, polvillo, soto, perillo, sapán, alma negra y coco cristal.
¿Cómo es el aprovechamiento forestal en esta tajada boscosa de Segovia? Marlon afirma que lo primero fue identificar los árboles maduros, semilleros y jóvenes en las dos zonas que cuentan con el permiso de Corantioquia.
“Cada una de las áreas de bosque en las dos veredas fueron divididas en 10 Unidades de Corte Anual (UCA). Como lo dice su nombre, el objetivo es hacer las intervenciones en una unidad cada año, pero eso en la realidad no se cumple”.
El líder paisa asegura que solo se pueden aprovechar los árboles maduros presentes en cada UCA, es decir aquellos que están a punto de cumplir con su ciclo de vida o presentan afectaciones, hongos o malformaciones.
“Los árboles semilleros son intocables porque van a permitir que el bosque se regenere de una forma natural luego de la intervención de los individuos maduros. Los árboles en crecimiento tampoco se tocan”.
Mientras se realiza el aprovechamiento, los socios de Ecoserranía recogen constantemente semillas para luego propagarlas en un vivero. Este será el material con el que harán la regeneración asistida en todas las UCA.
“Es un proceso cíclico. Cuando lleguemos a la última UCA, es decir supuestamente en 10 años, la primera que fue intervenida ya debe contar con un bosque regenerado de una forma natural y asistida. Estas zonas jamás quedarán desprovistas de árboles”.
Sin embargo, Marlon afirma que este es un proceso más largo y que puede llegar hasta los 30 años. Por ejemplo, Ecoserranía lleva más de tres años trabajando solo en la primera UCA del bosque de la vereda El Tamar.
“Cuando cumplamos todo el ciclo, volveremos a hacer los inventarios forestales en la primera UCA para identificar las especies que pueden ser aprovechadas. Un aprovechamiento forestal no significa talar a lo loco”.
Comercialización: primeros pasos
El líder de Ecoserranía informó que en la primera UCA del bosque de la vereda El Tamar, la única intervenida a la fecha, solo se ha aprovechado cerca del 50% del volumen total otorgado por Corantioquia.
“Tenemos proyectado cerrar esa unidad a mediados de este año, cuando esperamos llegar al 70% del volumen. Esto significa que en esa área van a quedar muchos más árboles y no se afectará la existencia de las especies maderables”.
Abarco, sapán y chanul son las únicas especies maderables que han aprovechado, una madera que transforman en bloques. Marlon manifestó que esto se debe a que son los únicos árboles que tienen salida en el negocio.
Varios depósitos de maderas en la ciudad de Medellín le compran los bloques a la asociación, una negociación que se ha convertido en el principal dolor de cabeza por los precios que se manejan en el mercado ilegal.
“No podemos competir con los precios del mercado negro. A todos les decimos que somos una empresa legal, con salvoconducto, que paga impuestos y además cuida a los bosques de Antioquia, pero al negocio eso no le importa”.
Luego de comprender todo el trabajo que hay detrás de un bloque de madera, dos clientes de la asociación han mantenido un precio justo. Esto le permitió por primera vez a Ecoserranía tener un poco de excedentes y así pagar un contador, auxiliar contable y mejorar el sistema financiero.
“Sin embargo, aún nos falta mucho camino para llegar a la rentabilidad del negocio. En el aprovechamiento forestal hay varios impuestos, tasas de compensación y una personería jurídica que implica declaraciones de renta, IVA y muchas cosas tributarias y jurídicas”.
Cuando se generen excedentes significativos, el reglamento interno de la asociación determina que las ganancias se distribuirán en acciones para mejorar la calidad de vida de los asociados, como el mantenimiento de las viviendas y mejoramiento de las vías.
El vivero creado por la asociación sí ha dado bastantes frutos que ya están reverdeciendo la zona de bosque intervenida. Marlon informó que se han plantado más de 10.000 árboles de abarco y sapán en la primera área de aprovechamiento forestal.
Resistir
A pesar de las dificultades que conlleva la comercialización de madera de una forma legal, Marlon no tiene la más mínima intención de botar la toalla o renunciar al sueño que tienen todos los socios campesinos con la asociación.
Todo lo contrario, se la pasa buscando financiación para nuevos proyectos, nutriendo su mente con conocimientos sobre el aprovechamiento sostenible de los bosques y jalonando a la comunidad.
“Con el Fondo Noruego para los Derechos Humanos (FNDH) hicimos un plan de negocios para sacar tablas y vigas con las maderas del bosque, algo que mejoró la utilidad del negocio. Tenemos proyectado montar un centro de transformación con varias máquinas”.
El paisa tiene varios proyectos en mente: uno es aprovechar toda la madera de los árboles incluidos en los permisos y no solo la de bloque. “En las intervenciones nos queda un 50% de desperdicios, como ramas y troncos; queremos hacer artesanías y muebles rústicos con eso”.
Otro es trabajar con organizaciones para poder aprovechar los productos no maderables del bosque y transformarlos. “No sabemos cómo transformar las resinas, cortezas o frutos, una oferta que no podemos desperdiciar”.
Los años que lleva metido de cabeza en el aprovechamiento forestal, donde conoció modelos internacionales exitosos en México y Guatemala, le han dejado a Marlon una enseñanza que les inculca a todos los socios campesinos de la asociación.
“La única forma de conservar los bosques es que sean una fuente de ingresos económicos para las comunidades. De lo contrario, este recurso seguirá siendo un estorbo para las actividades productivas de la gente”.
Asegura que cuando genere ganancias, el bosque será visto como una empresa y sus árboles no serán talados de una manera descontrolada. “Si esto ocurre, el bosque nos brindará todas las garantías económicas y la gente lo administrará bien a través de buenas prácticas”.
El trabajo de Ecoserranía ha despertado el interés de la comunidad en la región. Marlon asegura que, en los talleres que realiza la asociación, varios campesinos le han manifestado que quieren ser parte del aprovechamiento forestal.
“Nuestra meta es proteger todo el bosque en la región. Para ser parte de la asociación, el compromiso principal es conservar una zona de bosque en las fincas bajo el modelo de forestería comunitaria”.
Aliados
En los seis años que lleva Ecoserranía sembrando la semilla del aprovechamiento sostenible del bosque, varias organizaciones, fundaciones y entidades han apoyado el desarrollo de sus proyectos.
Entre algunos de sus aliados están WWF, Fondo Acción, la FAO, Corantioquia, USAID, Parques Nacionales Naturales, Fedemaderas, el Ministerio de Ambiente, el Servicio Forestal de los Estados Unidos y el Fondo Noruego para los Derechos Humanos (FNDH).
Según Marlon, con el Fondo Noruego se firmó un acuerdo de cooperación en 2022 para dar marcha a un proyecto de asistencia técnica y fortalecimiento empresarial de la organización. “Nos presentamos a una convocatoria abierta y pasamos”.
Además de darles las máquinas para que mejoren el proceso de transformación de los productos maderables, este aliado intencional los ha capacitado en temas empresariales, administrativos y contables.
“Esa era una de nuestras grandes debilidades. Estamos muy contentos porque las enseñanzas del FNDH nos están permitiendo contar con un mejor posicionamiento empresarial y ya tenemos claro cómo hacer bien las cuentas”.
El enfoque de género es otra de las actividades que trabaja Ecoserranía con el Fondo Noruego, algo que les ha permitido a las socias mujeres perder el miedo a hablar y participar activamente en todas las tomas de decisiones.
“Los temas forestales, mineros y agropecuarios han sido manejados tradicionalmente por hombres y por eso hay mucho machismo. En los talleres del FNDH hemos visto el cambio en las mujeres y ahora nuestra junta directiva cuenta con dos de ellas: la tesorera y secretaria”.
Aunque de los 35 campesinos que conforman la asociación solo seis son mujeres, estas guardianas del bosque están cada vez más empoderadas. “Ya participan varias hijas de los asociados, algo que me tiene contento porque estamos generando un cambio generacional”.
Intercambio de conocimientos
La alianza con el FNDH llevó a Ecoserranía a cruzar los límites de Antioquia y llegar a la Amazonia colombiana para participar en una gira de fortalecimiento de capacidades en medios de vida sostenibles de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).
Tres organizaciones campesinas de Antioquia, Meta y Caquetá viajaron a la ciudad de Florencia a aprender de las diferentes líneas que maneja la FCDS en forestería comunitaria y otras actividades ambientales.
Marlon Galeano, Paola Orrego, Juan Dionisio Bustamante, José Klisman Jaramillo y Wilfran Daniel López fueron los delegados por Ecoserranía, campesinos de Segovia que compartieron experiencias con 10 representantes de ASMUCACD y CORDESPA.
“Paola, una joven de 21 años, era la más contenta del grupo con la gira. Este sería su primer viaje en avión y su primera experiencia en tierras amazónicas. Ella es hija de uno de los asociados y una futura líder en proceso de formación”, dijo Marlon.
Durante una semana, los 15 campesinos aprendieron sobre meliponicultura, aprovechamiento sostenible del bosque, transformación de productos no maderables, planificación predial, viveros comunitarios, derechos territoriales, Infraestructura Verde Vial y enfoque de género.
También conocieron proyectos sostenibles exitosos como las fincas Cerro Pinel de la Fundación Frutos de mi Tierra y El Cananguchal (producción de cacao), la planta de transformación de productos no maderables de Agrosolidaria Florencia y el vivero comunitario Lirios de San José.
Marlon indicó que el objetivo de la gira, además de aprender y generar lazos con las otras organizaciones, era identificar las temáticas que requieren fortalecer en sus territorios para que la FCDS les haga un acompañamiento posterior.
“Aunque nos gustaron todos los temas, queremos fortalecer principalmente tres: meliponicultura, derechos territoriales y viveros. Esto nos permitirá mejorar nuestro gran proyecto de aprovechamiento forestal”.
Sin lugar a duda, el tema que más les gustó a los cinco antioqueños fue la meliponicultura. Por eso, quieren trabajar en la identificación de las abejas nativas sin aguijón que hay en sus bosques y aprender sobre el rescate y manejo de cajas y colmenas.
“Con la FCDS también vamos a fortalecer el tema de derechos territoriales con una revisión de la legislación y capacitación de la organización en el proceso de planificación. En cuanto a viveros, queremos mejorar el nuestro para que la comunidad pueda enriquecer más el bosque”.
Con Ary Campo, biólogo y profesional de la FCDS, Ecoserranía tiene conocer más a fondo las abejas nativas sin aguijón. “Queremos identificar las que tenemos en nuestros bosques para luego crear un proyecto con la miel”.
Durante la gira, Paola Orrego demostró que tiene talento para el liderazgo. A pesar de su corta edad, no le dio pena participar, preguntar y conversar con todos los demás campesinos de las organizaciones y los profesionales de la FCDS.
“Todo fue muy interesante y enriquecedor. Me enamoré profundamente de las abejas, de la Amazonia y de las personas maravillosas que conocí, quienes nos acogieron con mucho cariño. Le voy a contar a mi gente todo lo aprendido y que sí es posible vivir del bosque”.
Esta nueva líder ambiental de Segovia está en un proceso de formación para ser promotora ambiental en la asociación, un proyecto con el Fondo Acción y la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ).
“Esta experiencia le ayudará a crecer en su proceso de liderazgo. Estará en campo haciendo talleres con la comunidad y estoy seguro de que todos los conocimientos los va a aplicar en nuestra asociación. En personas como ella está nuestro futuro”, apuntó Marlon.
Estos cinco miembros de Ecoserranía dejaron un mensaje claro y contundente en su visita a la Amazonia: seguir trabajando fuerte por la Serranía de San Lucas, montañas que guardan una de las grandes reservas de oro y cubiertas por un bosque con una gran riqueza ecosistémica.
“En este viaje de seis años hemos fortalecido la organización comunitaria, el arraigo campesino por el territorio y la tecnificación de las actividades forestales con un enfoque de sostenibilidad y legalidad. Queremos demostrar que el verdadero oro de Segovia es el bosque”.
Forestería comunitaria en la COP16
La Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP) es el espacio de discusión y negociación más importante del Convenio sobre la Diversidad (CDB) Biológica de las Naciones Unidas.
Este año, entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, la ciudad de Cali será el escenario de la COP16, un encuentro donde se realizará la primera evaluación de las 23 metas del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.
A través de programas como el de forestería comunitaria, el cual busca promover el uso sostenible de la biodiversidad, Colombia avanza en el cumplimiento de varias metas del plan de acción nacional de biodiversidad de dicho Marco.
- Meta 2: garantizar que para 2030 al menos un 30 % de las zonas de ecosistemas terrestres degradados estén siendo objeto de una restauración efectiva.
- Meta 9: proporcionar beneficios sociales, económicos y ambientales a las personas que más dependen de la biodiversidad mediante actividades, productos y servicios sostenibles basados en la biodiversidad.
- Meta 10: garantizar que las superficies dedicadas a la agricultura, acuicultura, pesca y silvicultura se gestionen de manera sostenible a través de la utilización sostenible de la diversidad biológica.
- Meta 11: restaurar, mantener y mejorar las contribuciones de la naturaleza a las personas mediante soluciones basadas en la naturaleza o enfoques basados en los ecosistemas.
- Meta 16: garantizar que se aliente y apoye a las personas para que elijan opciones de consumo sostenible.
- Meta 22: garantizar la participación y representación plena, equitativa, inclusiva, efectiva y con perspectiva de género de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la toma de decisiones.
- Meta 23: garantizar la igualdad de género en la implementación del Marco mediante un enfoque con perspectiva de género en el cual todas las mujeres y las niñas tengan igualdad de oportunidades y capacidad para contribuir a los tres objetivos del Convenio.