Las 12 mujeres de Haricaguán, un grupo femenino de la vereda El Guamo, elaborarán snacks y tortas con las tres variedades de plátano que cultivan en sus fincas boscosas. Estas campesinas también tienen proyectado producir harina para hacer coladas.
Los nombres de Nelly Buitrago y Berenice Murcia resuenan con fuerza en las 16 veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán, un territorio selvático y bañado por las aguas carmelitas de un río poderoso que estuvo sumergido en el conflicto armado durante décadas.
Estas campesinas son dos de las líderes comunitarias más visibles de la región, mujeres aguerridas y luchadoras que defendieron a capa y espada a los habitantes del Bajo Caguán de los atropellos del Estado durante la bonanza cocalera y la guerra con las FARC.
En esos años de batallas en la vereda El Guamo, Nelly y Berenice soñaban con trabajar en un proyecto donde solo participaran mujeres. Anhelaban que los hombres las valoraran como personas y las dejaran de ver sólo como madres o las encargadas de atender la casa.
Luego de la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las FARC, la organización Enseñanza Mujer Misterio de Amor llegó al Bajo Caguán y las motivó a organizarse en un grupo femenino.
Con 20 mujeres de las veredas de El Guamo y Las Palmas comenzaron a hacer muñecas de trapo y las vendieron en todo el Bajo Caguán. “Hicimos muchas muñecas y nos generaron algunos recursos económicos”, recuerda María del Rosario Gaitán.
Según esta campesina nacida en el departamento del Putumayo, con el paso de los años el grupo se redujo a 12 mujeres. Sin embargo, las que quedaron no se desmotivaron; todo lo contrario, se llenaron de fuerzas para dar marcha a un nuevo proyecto.
“Creamos Haricaguán (Harinas del Caguán), un proyecto que busca elaborar harinas con el plátano que cada una de las mujeres siembra en las fincas en medio de los hermosos bosques húmedos tropicales”, informó María del Rosario.
Con mucho esfuerzo, las 12 mujeres compraron un pequeño terreno en el caserío principal de El Guamo para construir el negocio de las harinas. “Ya tenemos varios de los materiales para darle forma a la casa; pero aún nos falta mucho”.
Más allá de la harina
Haricaguán hace parte de las 202 iniciativas comunitarias del proyecto de forestería comunitaria de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS) en el núcleo 1 del Bajo Caguán.
“Somos una de las cuatro iniciativas de transformación y comercialización de los productos no maderables del bosque. Nuestro objetivo siempre ha sido elaborar harinas con tres variedades de plátano: cachaco, hartón y píldoro”.
Sin embargo, Viviana González, una ingeniera de alimentos del municipio de El Doncello contratada por la FCDS, les hizo ver que la elaboración y comercialización de la harina de plátano es bastante difícil en un sitio como el Bajo Caguán.
“La ingeniera nos dijo que la conservación y almacenamiento del producto son complicadas porque éste adquiere humedad y se daña rápido. Además, que es muy costoso poder retirar la humedad y se requiere de un sistema de secado y almacenamiento especial”.
Los ojos de María del Rosario se llenaron de tristeza al ver que el sueño de vivir de la harina de plátano no iba a concretarse en el corto o mediano plazo. Sin embargo, la ingeniera de alimentos les propuso una alternativa llamativa.
“Nos propuso enfocar la iniciativa en la elaboración de snacks o paquetes de plátanos en diferentes presentaciones, como moneditas, tajaditas y pataconas. Como Haricaguán también hace queso, vamos a hacer tortas”.
María del Rosario insistió que las mujeres de Haricaguán anhelan producir harina de plátano. Entonces, la FCDS le dijo que se enfocaran en una producción pequeña y artesanal para beneficiar a otras familias del proyecto de forestería comunitaria.
“Una de las iniciativas de productos transformados del bosque es de galletas de arazá. Nosotras vamos a hacer la harina de plátano y se la venderemos a Elizabeth Díaz para que haga sus galletas con los frutos amazónicos”.
En los próximos meses, Haricaguán recibirá insumos como hornos convencionales, estufas, molinos y kits solares para que elaboren los snacks, tortas y la harina de plátano. Viviana las ayudará con el montaje y las primeras preparaciones.
Mujer de selva
Aunque nació hace 43 años en La Tagua (Putumayo), María del Rosario no tiene un solo recuerdo de ese pueblo selvático. La razón: cuando era una bebé que no sabía hablar ni caminar, sus papás se la llevaron a vivir al Bajo Caguán.
“Tenía dos años cuando llegué a la vereda de El Guamo. Mis papás cambiaron de rumbo porque en el Bajo Caguán se veía más la plata por la bonanza cocalera, una actividad a la que se dedicaron durante varias décadas y la cual les permitió sacar adelante a sus ocho hijos”.
María del Rosario no tiene reminiscencias amargas en el Bajo Caguán. “Gracias a Dios no nos pasó nada malo en las épocas duras del conflicto armado. Lo difícil era ir a estudiar por las largas distancias o al médico; acá no hay ni puesto de salud”.
Sus papás también sembraban productos de pancoger y criaban vacas. “Nunca tumbaron grandes áreas de bosque para el desarrollo productivo. La mayoría de la selva en las veredas más apartadas del Bajo Caguán sigue en pie”.
A los 14 años se fue de la casa de El Guamo con su novio y estuvo fuera del Bajo Caguán durante seis años. Vivieron en Florencia y en una vereda de Solano trabajando en el campo; en ese tiempo tuvieron dos hijas.
“Cuando me separé regresé a el Guamo. Reconstruí mi vida con ayuda de mis padres y hermanos y luego el amor tocó de nuevo mi puerta. Con mi segundo esposo llevo 23 años y tenemos un hijo”.
Sobrevivieron de los cultivos de coca durante 12 años, pero no vieron los frutos de la bonanza. “Con lo poco que ganamos pagamos un predio y nos dedicamos a la ganadería, una actividad que no deja casi pérdidas”.
Aunque tuvieron que sacrificar varios árboles para montar potreros, más de la mitad de la finca aún es bosque virgen. “Líderes como doña Nelly y Berenice siempre me decían que conservara la mayor cantidad de selva posible; hoy me siento feliz de haberles hecho caso”.
El trabajo comunitario y ambiental de Nelly y Berenice la motivó a ser parte del grupo de mujeres que quería romper con el machismo en El Guamo. “Primero fueron las muñecas y luego Haricaguán, el proyecto con la FCDS que nos tiene muy entusiasmadas”.
Sus padres y la mayoría de sus hermanos salieron del Bajo Caguán y se radicaron en sitios como Pitalito. María del Rosario no quiere seguir esos pasos: está convencida de que su futuro está en las tierras selváticas del Caquetá.
“Con la FCDS estamos trabajando en poder utilizar sosteniblemente los bosques. En nuestras fincas tenemos corredores productivos que mezclan los árboles maderables con los productos de pancoger, pero lo que más queremos desarrollar son las harinas y snacks con el plátano”.
El nombre de su negocio será Haricaguán. “Lo que ahora nos toca hacer es crear el logo para los snacks. Queremos que tenga un niño con una de las frituras de plátano y en el fondo la hermosa selva o el río”.