La elección de Donald Trump, supone un reto enorme para las acciones globales frente al Cambio Climático – recordemos que inclusive este término fue borrado de los textos oficiales en su primer administración-, ya que además de su desdén por el efecto antrópico en el calentamiento, esto se verá reflejado en políticas que partirá nuevamente por su potencial abandono del Acuerdo de París, lo cual también ya había sucedido. Esto impacta directamente las medidas de las Contribuciones No Determinadas (NDC), que son el conjunto de medidas de los sectores productivos para reducir sus emisiones de C y gases efecto invernadero, donde los Estados Unidos sigue estando en los “punteros” de este lote de emisores globales.
Dentro de un contexto como el de la cuenca amazónica, la cosa se pone difícil, pues implica que por un lado, la agenda comercial va a presionar sobre este territorio donde la China ha logrado avances importante en la región, con diferentes acuerdos bilaterales. Lo que está en juego no es poco, pues la demanda mundial sobre varios commodities generados en este territorio son hoy la mayor amenaza contra su preservación, y el horizonte indica varios nubarrones tipo “Cúmulo Nimbus”, para ponerlo en tono suave.
La adhesión al gran proyecto chino del Camino de la Seda, por parte de los países amazónicos, es probablemente la decisión política y económica más importante de las últimas décadas, donde una gran potencia, pone sobre la mesa una estrategia de desarrollo económico regional, con enormes inversiones, que partiendo desde la infraestructura, principalmente en carreteras y puertos, se complementa con una agenda de inversiones en sectores mineros, energéticos, agrícolas, que están inclinando rápidamente la balanza comercial hacía el gigante asiático, con mucha razón, dada la timidez de los europeos y de Estados Unidos, en un giro de política hacía esta región del mundo.
La general Laura Richardson, jefe del Comando Sur contaba en una entrevista cuáles eran los intereses de Estados Unidos en la región, y señalaba con claridad cómo los temas del litio, oro, el agua superficial, los yacimientos de otros minerales de transición (cobre, coltán, y otros) y de hidrocarburos, así como la Amazonia, hacían parte de su agenda. Obvio, también señala su preocupación por la creciente presencia rusa y china en la región, lo cual propone compensar con presencia militar e inversiones estratégicas en tecnología con países “aliados”.
Entretanto, la Unión Europea concentra sus esfuerzos en los temas comerciales con cada país, donde el asunto de la entrada en vigor de la legislación sobre “debida diligencia” para evitar la exportación de productos libres de deforestación, tiene un rol preponderante. Hay un asunto que se está volviendo cada vez más preocupante, y es el aumento en consumo de cocaína, que estaba en el ostracismo de la agenda política, pero luego del COVID ha entrado en todas las esferas europeas, con preocupante incidencia en países como Holanda, además del involucramiento de mafias albanesas, serbias, españolas y otras más, en el intercambio de armas por narcóticos. También, el creciente flujo de oro ilegal, que llega a bancos europeos, que financian hoy grupos armados y terrorismo, empieza a subir en las prioridades de atención, pues es claramente violatorio de su legislación, además de su postura en el apoyo a los procesos de paz y negociación en el continente –como en Colombia y Venezuela- , que pasan directamente por el involucramiento de los grupos armados en esta forma lucrativa de financiación.
Los países de la región, apenas saliendo del letargo histórico de su inacción colectiva, ya ven con preocupación la pérdida de gobernabilidad regional, ante el fenómeno de cooptación de la institucionalidad pública en gran parte de la Amazonia. El ejercicio de control territorial, económico y poblacional de los grupos armados en las fronteras, sumado a una economía ilegal que hoy es el “statu quo”, y su efecto sobre la transformación y degradación de grandes zonas, ha llevado a que varios gobiernos pongan la lupa en este pedazo de planeta.
La mal llamada lucha contra las drogas pone una alerta regional, pues su expansión en varias partes del continente, el consumo creciente, y su apalancamiento con el negocio del oro, tráfico de armas, y de personas, exige cambios drásticos de abordaje, empezando por la rampante corrupción de funcionarios públicos y de fuerzas de seguridad, así como mayor corresponsabilidad internacional, tocar el tema de intervenciones holísticas en poblaciones vulnerables, y por supuesto, abordar el dilema de la regulación de usos de la coca. Ni hablar del oro, que hoy tiene un estímulo imparable en su precio internacional, un total desinterés de los países compradores, -los hipócritas “ricos” de siempre-, y poblaciones vulnerables enteras migrando tras esta economía a falta de alternativas, con poderosos grupos armados copando hasta el último centímetro de territorio con yacimientos, sometiendo lo que hay a su paso, mientras los bancos se hacen los de la vista gorda y las transacciones se disparan en los rincones de la periferia amazónica.
Durante la pasada COP, tuve la oportunidad de participar en varios paneles y eventos, donde resaltaba la ausencia de una mirada que integre la protección de los bosques amazónicos, con los intereses económicos internacionales, la pérdida creciente de gobernabilidad, y la vulnerabilidad de las poblaciones locales, incluyendo el feroz ataque de algunos gobiernos a la voz de las ONG, que les molesta y daña el maquillaje del discurso internacional así como su promoción del “desarrollo sostenible” nacional.
La posición de Colombia y los países amazónicos en este escenario internacional de disputa económica y militar sobre sus recursos, liderado por el electo Trump y el milenario proyecto chino, así como de pérdida de gobernabilidad y expansión de grupos armados, y una potencial disminución de recursos financieros para su conservación, presión económica para grandes proyectos de desarrollo minero-energéticos y agropecuario, pondrán a prueba la capacidad para desarrollar políticas sólidas de protección del bioma ante el feroz apetito del comercio internacional y local. Amanecerá y veremos.