Los niños de la escuela Manuela Beltrán, ubicada en la vereda Santo Domingo, van a crear un libro con las historias que les han contado sus abuelos y padres sobre el jaguar, la danta y la boa. La profesora de ciencias sociales lidera esta iniciativa.
Elizabeth Castaño siempre soñó con convertirse en maestra. Cuando era pequeña, jugaba en su casa, ubicada en la zona rural de El Doncello, a ser la profesora de sus amigas; al Niño Dios siempre le pedía un tablero con tizas.
Al terminar el bachillerato, sus padres le cumplieron su mayor anhelo: la matricularon en la sede de la Universidad de la Amazonia en El Paujil para que estudiara una licenciatura en ciencias sociales.
“Me gradué en 2014 y un año después conseguí un trabajo que me cambió la vida: docente por nombramiento provisional en la vereda Caño Santo Domingo, ubicada en las entrañas del núcleo 1 del Bajo Caguán”.
La nueva profesora conocía a la perfección la historia del conflicto armado en la zona donde iba a trabajar. Sin embargo, las piernas no le temblaron y el corazón no se le llenó de miedo por radicarse del todo en una de las cunas de las FARC”.
“Yo me crie en una zona rural de El Doncello donde también estaba la guerrilla y por eso sabía que no me iba a pasar nada si hacía caso. Lo que sí me tenía muerta del miedo era viajar por el río Caguán, un titán de aguas carmelitas; la razón es que no se nadar”.
Desde que llegó al Caño Santo Domingo, Elizabeth quedó totalmente enamorada de los paisajes del Bajo Caguán y la candidez de su gente. “En la escuela de esa vereda estuve año y medio y tuve la oportunidad de conocer niños maravillosos con muchas ganas de aprender”.
Luego fue trasladada a la sede de la Institución Educativa Rural Monserrate en el principal caserío de la vereda Santo Domingo, llamada Manuela Beltrán. “Me adapté muy bien al Caguán porque soy una mujer de campo que ama la naturaleza”.
El amor tocó a su puerta en su nuevo sitio de trabajo. Se organizó con un hombre muy trabajador y respetuoso y al poco tiempo tuvieron a su único hijo. “El Caguán, mi esposo, mi hijo y mis alumnos son mis grandes amores”.
El miedo al caudaloso río Caguán no se fue de su ser. Por eso, Elizabeth prefiere no salir de la vereda ni durante las vacaciones. “No he aprendido aún a nadar y por eso no me gusta salir de esta región tan hermosa que tanto amo”.
Historias de la selva
Desde que llegó al Bajo Caguán, es decir hace ocho años, la comunidad le abrió las puertas a la profesora de ciencias sociales y se amañó mucho porque la inseguridad no hace parte del territorio.
“Mi trabajo es muy agradable porque la comunidad colabora mucho. Son muy serviciales, buenas personas y se preocupan por la educación de los niños. Hacen caso a todas las recomendaciones que les doy”.
Elizabeth tiene fama de brava en la escuela de Santo Domingo. Se define como una persona exigente y estricta y para rematar tiene una voz fuerte. “Sin embargo, los niños me aman; yo les digo que son masoquistas porque prefieren estar conmigo que con la otra profesora que es de voz calmada”.
Los niños de tercero, cuarto y quinto de primaria son sus alumnos. Le encanta escucharlos contar las historias que sus padres, abuelos y otros familiares les han transmitido en casa, en especial las de los animales y plantas del Bajo Caguán.
“Por eso empecé a pensar en hacer una cartilla o un libro con todos esos relatos, pero escritos o pintados por los niños. Ellos hablan mucho del jaguar o tigre, la danta, la boa, la boruga y los micos que juegan en lo más alto de los árboles”.
En 2022, cuando la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) abrió la segunda convocatoria para el proyecto de forestería comunitaria, Elizabeth se aventuró a formular un proyecto sobre las historias de la selva contadas por los niños.
“Aunque no hace parte de las principales líneas que manejan, como transformación y comercialización de productos no maderables, sistemas agroforestales, y cercas vivas mixtas, considero que es de gran utilidad porque deja un fuerte mensaje para conservar los bosques”.
El proyecto de Elizabeth, el cual creó con otra docente de la escuela de la vereda Caño Santo Domingo, quedó entre las 122 iniciativas de la comunidad aprobadas. “Cuando me dieron la noticia no pude evitar llorar de felicidad”.
Antes de empezar a trabajar en el proyecto, la FCDS le presentó varias líneas: un libro, unas cartillas, un herbario o varios videos. “Yo creo que nos vamos a ir por el lado de las cartillas. Queremos que estén llenas de cuentos y dibujos de los niños”.
Para crear los cuentos, Elizabeth y la otra profesora contarán con el apoyo de la oficina de comunicaciones de la fundación. “Nos van a dar varios talleres sobre narrativas. Luego los niños pintarán o contarán las historias de la flora y fauna del Caguán y ellos nos va a imprimir las cartillas”.
El ideal es que cada una de las escuelas del núcleo 1 del Bajo Caguán cuente con estas cartillas con las historias de los niños sobre la naturaleza. “Este proyecto dejará huella en el territorio y demostraremos que el Caguán no es sinónimo del conflicto armado”.