A un personaje se le ocurre hablar de plebiscitos para avalar diálogos de paz, y otro dice que para financiarse, seguirá secuestrando. Bonita forma de concitar unidad y ambiente de reconciliación.
Las crisis por las que atraviesan las mesas de diálogos de paz, tanto con el ELN como con el EMC, reflejan también lo que se vive en algunos territorios.
Hay gran tensión entre la población, los líderes locales, las administraciones, las empresas, en fin, todo el mundo. La gente se pregunta si habrá viabilidad en estas negociaciones; si se llegará a una concreción que se vea pronto en el campo, que dé un respiro, que cesen los reclutamientos, las extorsiones, las multas, las movilizaciones, los permisos, los confinamientos, los castigos, las “charlas” de inducción, el temor a expresarse, a diferir, a pensar, en fin…
Puede leer: El calendario del clima de la selva amazónica
En medio de esta locura, la gente se las arregla para sacar una sonrisa y animarse con pequeñas acciones de esperanza. De tanto zarandear el palo por los lados de la Amazonia, finalmente empieza a verse gente haciendo Catastro, otros con equipos de topografía, levantamientos veredales y prediales; suenan convenios y acuerdos con organizaciones sociales para sacar adelante modelos económicos de uso del bosque.
En el DNP se mueven fervorosamente, dándoles impulso a las finanzas para el clima; y desde la ANDI vuelven a mostrar compromisos con la sostenibilidad, el agua y el clima.
Paso por Arauca y veo organizaciones fuertes con convicción, con planes de vida, desarrollos empresariales comunitarios, expectativas concretas de tierras y economías campesinas; todo esto en la incertidumbre de quienes están detrás de cada grupo que aparece reivindicando su representatividad.
La disputa política derivada de las elecciones pareciera no ser un asunto que desvela al ciudadano de a pie. Sí lo desvela en cambio su seguridad para moverse de un municipio a otro, o ponerse una camiseta organizativa.
Me impactó mucho ver los ojos empañados de una lideresa que clama para que la tierra araucana sea concebida como área prioritaria para las transformaciones, pues siente que la invisibilidad puede ser el manto bajo el cual su vida está aún mas en riesgo.
¿Cómo hacer para que los sueños de restaurar el Lipa, o hacer acuerdos de agua con los arroceros, pueda ser algo que mitigue el dolor de la gente? ¿Reconocer el agua, por ejemplo, como bien común, y reconocer impactos, responsabilidades compartidas, y acciones de restauración conjuntas ayudaría? Yo quiero creer que sí, y debemos empezar ya. No hay tiempo para dudar.
En el Chocó, así como en Nariño, todos los días llegaron noticias de los confinamientos de la población, las afectaciones por minas antipersonal, con víctimas fatales, que cada día parecieran una estadística más invisible.
¿Podría ser la descontaminación de zonas minadas un propósito compartido? ¿Descontaminar y liberar territorios colectivos a cambio de territorialidades para los combatientes? ¿Cómo podemos darles un giro a los controles violentos y pasar a discutir derechos? ¿Cuál es la expectativa territorial y de modelos económicos, y representación política de grupos, bloques, frentes, columnas, compañías? ¿Qué nos deja de lección el acuerdo con las Farc?
Esa forma de control territorial de los grupos armados en general está llevando a una cada vez mayor resistencia y rechazo velado de la población. Literalmente, están mamados. Entiendo que de allí surge la instrucción dada por diferentes mandos para restringir, cuando menos, o sencillamente rechazar la presencia de la institucionalidad pública.
Creo que esto deberá ser parte esencial de la discusión en las mesas, pues es un derecho fundamental de las poblaciones ser atendidas por el Estado. Un caso que me llama la atención es la necesaria entrada de los funcionarios públicos ambientales que deberán implementar las estrategias de contención de la deforestación y la implementación de los núcleos de desarrollo forestal.
Y ello debe ser a la par con las acciones de reconocimiento de derechos sobre la tierra, que podrán dar el balance a la necesidad de la protección de los bosques y de las comunidades campesinas allí asentadas.
No creo pertinente hacer cuentas alegres de reemplazar la institucionalidad a través de movimientos y organizaciones que pueden exacerbar profundamente la conflictividad en el país, y sobre las cuales, muchos tienen sus intereses fijados. Podemos estar jugando con fuego en medio del país de la pirotecnia.
Por último, logré ver un grupo de los indígenas nukak, de aquellos que quieren volver a su territorio. Un grupo pequeño, menguado, algunos mestizados, pero, aún lejos de entendernos, menos mal, o de querer hacerlo.
La distancia del lenguaje ayudó a ver cómo nos ha faltado entender la riqueza cultural que hay allí. En más de 30 años de contacto, más de un lingüista podría ser hoy un puente de entendimiento profundo con ese mundo.
Sin protocolos, sabiendo poco de cargos, roles, instituciones, logramos oírnos, con dos ministras a bordo, una directora de cooperación internacional, una subsecretaria de Estado, y otras amables personas.
Observar la delicadeza y la sensibilidad con que esas ministras escucharon, atendieron y se expresaron, me deja un sabor dulce, pues creo que es un pequeño gesto que el pueblo nukak merece, aun sin saber quiénes son los que allí estuvieron, ni les importe.
Precisamente, esa capacidad para acercarse a la gente, escucharla de forma sensible y hacer el esfuerzo que esté al alcance, es lo que hoy puede hacer la diferencia para mantener la esperanza en medio de la intensificación del conflicto.
Hacerlo masivamente, como nación, es un cambio cultural que requerimos, todos. De lo contrario, los que viven de intimidar, seguirán aplazando el amanecer.
Columna tomada de: https://cambiocolombia.com/puntos-de-vista/hablar-con-dulzura-desatando-la-guerra?