En zonas de frontera agropecuaria el Gobierno se enfrenta a retos como la coordinación, en tiempo y procedimientos, de temas como el catastro, la titulación “verde” en áreas de reserva forestal, la puesta en marcha de las concesiones forestales comunitarias, el saneamiento de resguardos, la recuperación de baldíos indebidamente ocupados por grandes acaparadores, la sustitución de economías y territorios cocaleros, y la disposición ordenada de infraestructura productiva para garantizar la sostenibilidad, entre otros temas.
Al otro lado del caño se verán las caras de las delegaciones en los diálogos y las conversaciones de paz, que tendrán de cerca la discusión sobre ordenamiento agropecuario y minero energético, como escenario de este “teatro de paz” que queremos construir.
Recordé algo similar cuando pasaba esta semana por el río Guejar, un hermoso afluente del Ariari, en cuyos paisajes se pueden aún vislumbrar las maravillas del paisaje de transición entre la Amazonia y la Orinoquia, así como su función de conectividad con la planicie del Parque Nacional La Macarena.
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Un encuentro de sabanas, lagunas, meandros, bosques sobre planicies y zonas quebradas; antiguas banquetas de sabana cubiertas de bosque, y grandes zonas inundables. Es parte de la maravillosa “arca de Noé” que guarda la diversidad de ese territorio, que ha sido epicentro del conflicto armado en el último medio siglo.
Hace 15 años, con un grupo de personas que en medio del bosque, la institucionalidad y la cooperación creímos en un futuro distinto, le apostamos a un cambio de modelo económico y de tenencia de la tierra. Era la capital del 43 Frente, donde John dejó su impronta; luego con aires costeros e ilustrados, otros cambiaron el rumbo.
En la zona de mayor producción de coca del oriente de aquella época, hicimos una apuesta común: hacer una erradicación voluntaria, pasando tractores sobre la coca, sembrando comida de inmediato (aprendiendo del frijol de los mayas en Centroamérica), titulando la tierra, proponiendo una reserva campesina, y proponiendo iniciativas en organizaciones de productores.
Varias lecciones nos dejó el ejercicio: si se logró realizar la erradicación consensuada y pasar directo al modelo productivo, en virtud de que el proceso de adjudicación de tierras fue en paralelo. Es decir, tierra, coca, autosuficiencia alimentaria, son un pilar fundamental de transición, basados en organización comunitaria.
Para llegar a esa zona, tuvimos que hacer, literalmente, la carretera. Otra lección: sin conectividad, no hay economías de transición. Y ojo, también fue el primer campanazo de los errores de no construir infraestructura verde, con graves perjuicios ambientales y económicos.
Hubo gente que se fue; no le interesaba “ser campesino”. La coca tiene diversidad de usuarios, no sólo campesinos. A pesar del consenso social, otros, más pudientes, querían seguir en el negocio, y la gente pidió ayuda a la erradicación forzosa. Se logró, a pesar de la tensión. Los vendedores de comida, insumos y demás cachivaches, se vieron afectados cuando trajimos una “tienda comunal”, que logró bajar los precios de la economía cocalera.
Un exdirector del DNP me preguntaba cómo logramos quebrar esa economía de burbuja, y le dije: subsidio de arranque y economía cooperativa para el sostenimiento.
Abejas para restaurar rastrojos, cerdos para aprovechar pepas de monte, frijol para mejorar suelos y alimentar sano, le dieron variedad a la experiencia. Al final, las 48.000 hectáreas tituladas, a un poco más de 850 familias.
La reserva campesina, a pesar de tener todo listo para su expedición, fue frenada en “Defensa” con la excusa de siempre, a pesar de que fue gestionada con algunos de ellos. Pero, no sólo allí hubo recelo; en el 27 y 7, también, se quejaron, porque estábamos afectando la entrada de ganado al parque, y también porque se había disminuido el mercado para el Loco. No todos quieren el “bien común”.
Para bien de todos, la historia culmina felizmente, en 2023, y por fin, se declara la reserva campesina; la justicia social cojea, pero llega.
Regresando al presente se abre una nueva oportunidad. Los comités departamentales de reforma agraria son una urgencia que debe ser llenada de institucionalidad, participación social amplia y diversa, y distintos niveles de Estado que aseguren acompañamiento.
Esta semana en Guaviare, acompañamos una primera jornada de socialización de Catastro Multipropósito, y la reacción de la gente de las veredas, fue de nuevo, estimulante.
Es el momento, entonces, de unir procesos y procedimientos que no generen inequidad o asimetrías que hagan “acción con daño”. El reconocimiento de derechos también es con los finqueros, ganaderos, y agroindustriales, o de lo contario, nunca habrá paz.
La atención, por ejemplo, en la titulación a sujetos de reforma agraria en la zona de reserva campesina del Guaviare, es una prioridad. Lo es también el cumplimiento de las órdenes de los jueces de restitución y medidas cautelares en los Resguardos Nukak y Yaguará, donde toda la variedad institucional tiene responsabilidad en su ejecución.
La formalización de títulos verdes para campesinos de vieja data en la reserva forestal, manteniendo, eso si, el carácter de la reserva, es urgente; así como la disposición de las áreas de bosques de baja intervención para zonas de concesión forestal comunitaria.
Los acuerdos de conservación en Parques, así como de relocalización voluntaria, deben avanzar en paralelo. Y por último, el gran tema: recuperación de baldíos indebidamente ocupados por grandes acaparadores. ¿Se podrá?
De nuevo, las agencias de Agricultura, Ambiente, Consejerías, gobiernos departamentales, municipales, Agencias Ambientales, entre otros, deben confluir en un solo ejercicio territorial, que marque el reconocimiento de derechos de la población.
A su vez, la promoción del desarrollo económico, no solo desde PNIS, sino desde los demás ministerios, incluyendo Transporte (en donde se deberá construir o mejorar la red vial y fluvial), energía, y la disposición de infraestructura básica de atención, con Salud y Educación, hacen de este territorio, un laboratorio, de especial importancia para la construcción de paz agraria y ambiental.
Y a su vez, un modelo de frontera agropecuaria entendible a la región amazónica y otras zonas del país.
Habrá un tema central: ¿podremos transitar a una economía que privilegie el bosque, que reemplace la coca y la ganadería en las zonas de vocación forestal? Este, es un detonante en la inflexión de la deforestación y el acaparamiento. Tenemos la última palabra.