Haciendo un breve recuento de las candidaturas regionales de este fin de semana, queda una sensación de desolación por la pobreza, en el mejor de los casos, de propuestas que en torno a lo ambiental se vio en los programas de candidatos de todo color político.
Ciertamente, con excepción de algunos que se sueñan “presidenciables”, las propuestas vistas, son esencialmente listas de mercado, con algunas obras propuestas, muchas de ellas, parte de los acuerdos previos con contratistas que financian las campañas, y que luego deben ser “vendidas” como una reivindicación del “pueblo”, por el político de turno.
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Puentes, carreteras, puestos de mando, tendidos eléctricos, pedazos de acueducto, partes de hospitales, techos de escuela, todo, por pedacitos, como “raspando olla” y multiplicando la plusvalía política de las necesidades básicas de la gente en dotación de servicios. Algunos, más osados, plantean metas de ampliación de la frontera agrícola, cambios de uso del suelo para incrementar el comercio y “la prosperidad”.
En un país donde la degradación ambiental está creciendo vertiginosamente, y donde la vulnerabilidad al cambio climático es cada vez mayor, es muy diciente esta aridez política en el tema ambiental.
Veamos casos; grandes inundaciones en el Caribe y susceptibilidad al Niño, además de cada vez más zonas y comunidades contaminadas por mercurio con un altísimo pasivo ambiental y social por resolver, además de “costas-basureros” como en el caso patético de La Guajira, el Atlántico, o Bolívar.
El potencial turístico del Caribe se hunde en basuras y aguas negras, sedimentación de humedales y ciénagas, y el mar encaramándose en la ciudad “amurallada” entre la pobreza y la ficción.
¿Son temas que deberían plantearse como programas de partido, entre varios candidatos de región? Parece demasiado utópico, como bien lo señala un fiel lector que comenta solidario estas columnas de la esperanza.
Otras zonas del país no la tienen fácil. En el Pacifico, bosques cada vez más empobrecidos por la extracción selectiva y ríos contaminados por mercurio, siendo los ríos Quito y Atrato, pésimos ejemplos de nuestra incapacidad para recuperarlos aun ante el llamado angustioso de las Cortes.
En la Orinoquia, miles de hectáreas presentan cada vez más síntomas de erosión ante el uso intensivo de mecanización agrícola, así como periodos de escases de agua en los ríos del piedemonte en épocas de verano.
Pero, si bien podemos enumerar muchos casos más en las zonas rurales del país, no es posible pasar por alto que hoy hay un diario debate mediático frente al posible desabastecimiento de energía asociado al fenómeno de El Niño.
La mayoría de las grandes ciudades tienen problemas de calidad de aire, manejo de basuras, ausencia de zonas verdes, políticas de integración con paisajes rurales, protección de zonas de abastecimiento hídrico, conflictos de asentamientos en zonas de riesgo, entre muchos otros temas de la agenda ambiental básica.
Sin embargo son temas que no “venden” en la contienda política, y por ende, omitidos en la mayoría de candidaturas, que además, les permiten pasar tranquilamente sobre temas espinosos, que requieren de decisiones a veces no populares, con costos financieros importantes, que requieren visión de región, complementariedad de agendas con sus vecinos, articulación con la nación, y otras formas de gobierno que requieren salir del nicho local, y hacer gestión de región, por ahora muy concentrado en la discusión que se da en la zona Centro y Caribe.
Con sorpresa, hay que mencionar, lo que se vio en algunos casos de la región amazónica, muy asociado a la presión de la prensa y los programas ambientales de la cooperación internacional, que al realizar encuentros y debates preelectorales, empiezan a integrar en sus propuestas aspectos de la reconversión productiva, el control a la deforestación, el impulso a la bioeconomía, y en general, aspectos que eviten la tendencia de degradación de este gran ecosistema por la pérdida de cobertura forestal acelerada de los últimos años.
La precariedad de las políticas ambientales en estas elecciones no es un tema menor. Refleja, la importancia que tanto electores, como candidatos, sienten en un país, donde nuestra vulnerabilidad es cada vez mayor y actúa de manera sinérgica con los conflictos de usos del suelo, tanto en zonas rurales como urbanas.
También es cierto, que muchas personas perciben lo “ambiental”, como un cúmulo de restricciones, y cuando no, como una cascada de noticias apocalípticas, sin salida alguna.
Las narrativas de la sostenibilidad aun no se masifican, y siguen siendo refugio de algunos cuantos espacios académicos o tecnocráticos. Es decir, la sostenibilidad aun no llega a la gente del común, con hechos concretos que alivien su cotidianeidad.
Una larga tarea le espera al país, en la construcción de una ciudadanía activa en su control social a las propuestas ambientales de los candidatos, que permitan un debate cualificado, un seguimiento sobre lo estructural, y un viraje hacia las decisiones de sostenibilidad que requieren los modelos de desarrollo sostenible que exige el cambio climático.
De lo contrario, seguiremos asistiendo a debates estériles y tendenciosos sobre decisiones de los políticos de turno, o intereses económicos de gremios afectados por los líderes del momento. O peor aún, a la omisión premeditada.
*Columna tomada de: https://cambiocolombia.com/puntos-de-vista/elecciones-y-lo-ambiental-que?