Desde hace 18 años, Tiberio Paéz tiene la tienda más visitada y concurrida del principal caserío de Santo Domingo, una de las veredas del Bajo Caguán. Además del comercio, este caqueteño reverdece una parte de su finca con un corredor de árboles y cultivos que va a conectar dos relictos de bosque.
Cerca de seis horas dura el viaje en lancha desde el muelle del casco urbano de Cartagena del Chairá hasta la vereda Santo Domingo, un trayecto donde la belleza de las tortugas charapas contrasta con los potreros pelados donde antes había bosque.
Árboles de gran tamaño con micos jugando en sus copas y un camino con varias tablas, son la puerta de entrada al principal caserío de la vereda, un pueblo pequeño con casas de madera pintadas de colores pasteles y calles polvorientas repletas de gallos de pelea.
El sitio más visitado del lugar es una tienda de abarrotes, como gaseosas, agroinsumos, carne, cervezas, mecato y plátano, ubicada en la primera esquina que aparece en el caserío. Es el negocio que Tiberio Paéz tiene desde hace 18 años.
A las ocho de la mañana, luego del concierto musical de los gallos en la madrugada, Tiberio abre las puertas de su establecimiento y desde ahí jamás permanece solitario. Los habitantes de Santo Domingo también van a comprarle pines de internet para poder comunicarse en sus celulares.
Entre las seis de la tarde y nueve de la noche, únicas horas del día en las que funciona la planta de luz, a la tienda de Tiberio no le cabe una persona más. Sus vecinos van a escuchar música, tomar algunas cervezas y jugar bingo.
“Nací en Doncello, municipio del Caquetá, pero vivo desde hace 29 años en Santo Domingo, una de las 16 veredas del Bajo Caguán. Llegué con una hermana y me quedé porque me enamoré de la selva, el río y la gente”.
Al poco tiempo de su llegada, el comerciante más popular de la vereda se enamoró, una relación que sigue viva con fuerza. “Mi esposa montó un restaurante y atiende la residencia donde se quedan las personas que vienen a la vereda”.
Santo Domingo lo ha tratado bien. No tuvo que trabajar en los cultivos de coca ni tumbando monte para meter ganado. “Primero trabajé como maestro de la escuela Manuela Beltrán, luego en el puesto de salud y al final me dediqué de lleno al comercio”.
Su tienda no tiene un letrero con el nombre, y la verdad no lo necesita. “Todos saben cuál es la tienda de don Tiberio y no me puedo quejar por las ganancias del negocio. Durante muchos años trabajé como empleado en el comercio y desde hace 18 años estoy feliz como independiente”.
También cuida el bosque
Tiberio no solo vive de la venta de los productos de su tienda. Tiene una finca en las entrañas de la vereda donde cultiva, tiene algunas vacas y también conserva varias zonas repletas de bosque y pozos de agua.
“Nunca me ha gustado tumbar monte porque sé que es un tesoro del cual dependemos todos. Sin embargo, me llamaba la curiosidad saber si se podía hacer algo con él sin necesidad de deforestar”.
Sus dudas terminaron en 2021, cuando la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible empezó a trabajar con los campesinos del Bajo Caguán en un proyecto de forestería comunitaria.
“Nos dijeron que era posible vivir del bosque a través de varios proyectos productivos sostenibles, como enriquecimiento del bosque, transformación y comercialización de productos no maderables, sistemas agroforestales y cercas vivas mixtas”.
A Tiberio le llamó la atención la línea de cercas vivas o corredores productivos, una estrategia que busca conectar los parches de bosque que quedaron aislados por los potreros para criar el ganado.
“La FCDS me dio los insumos para montar el corredor, como una planta de luz solar para las cercas, los árboles maderables y las semillas del pancoger. Los técnicos de la fundación me visitaban cada vez que necesitaba una asesoría”.
Aunque tuvo algunos inconvenientes con la siembra de los árboles, ya que la hizo durante el verano y algunos no resistieron, Tiberio no se desmotivó. “La fundación está presente en el territorio y me han seguido ayudando y asesorando”.
Combinar los árboles maderables con las especies alimenticias lo tiene motivado. “Estamos conectando los bosques y al mismo tiempo sembrando alimentos para el diario. Por eso puedo decir que soy un comerciante que le cumple al medio ambiente”.
Con estos proyectos comunitarios, este caqueteño asegura que los habitantes del Bajo Caguán están demostrando que quieren cuidar los bosques. “La gente de afuera solo conoce al Caguán como un sitio marcado por el conflicto, la coca y la deforestación, pero somos una comunidad que sigue trabajando en vivir de los bosques”.