- Desde años inmemoriales, los indígenas de la Amazonia han planeado sus vidas por medio de una agenda ancestral que les dice cuándo sembrar, cosechar y limpiar las malas energías.
- Se trata del calendario ecológico, un instrumento milenario de cuatro épocas o metamorfosis climáticas en las que la selva amazónia cambia de aspecto y ofrece diferentes servicios ecosistémicos.
- Crónica del comportamiento del clima en la región más biodiversa del planeta desde dos miradas: la indígena y la científica.
En la selva amazónica, esa gran tajada de verde que cubre más de 670 millones de hectáreas distribuidas en ocho países de Sudamérica, lo estático y homogéneo no tienen cabida. Es una compleja red de ecosistemas donde todo cambia dependiendo del comportamiento del clima.
El aumento o disminución en la temperatura, fenómenos que desatan fuertes periodos de sequía y aguaceros que parecen no tener fin, generan múltiples metamorfosis en el interior de la selva amazónicay a su vez cambios en los demás recursos naturales.
Por ejemplo, los imponentes ríos de aguas carmelitas y negras que zigzaguean por la cuenca amazónica reducen sus tamaños bajo el inclemente sol, lo que hace emerger los bancos de arena donde las tortugas ponen sus huevos.
En el verano, los árboles centenarios arrojan sus frutos y le brindan alimento a los animales de la manigua; algunos incluso pierden sus hojas para no perder el agua que tienen almacenada. Entre tanto, en el invierno gran parte de la selva queda sumergida bajo el agua y la vida emerge.
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Los más de 350 grupos indígenas que habitan en la región amazónica desde tiempos remotos, conocen minuciosamente las dinámicas climáticas de su hogar y las utilizan como un planeador de vida.
Según cuenta Elio Matapi Yucuna, experto local en temas indígenas de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS), los pueblos indígenas planean su año a través del calendario ecológico, una agenda milenaria basada en el clima que les dice cómo deben actuar.
“Los pueblos indígenas tenemos varios calendarios, pero los más importantes son el ecológico y el epidemiológico: el primero es para hacer el manejo de todo el ciclo del año y el segundo es para la salud; ambos están muy relacionados”.
Elio, quien prefiere que lo llamen Uayú, pertenece al pueblo indígena Matapí, que habita en el centro oriente del departamento de Amazonas, sobre el Alto Río Mirití-Apaporis.
Según la ONIC, es una etnia que vive en un ambiente ecológico constituido por la selva húmeda tropical (como todas las de la planicie amazónica).
“Para nosotros y la mayoría de grupos indígenas de la Amazonia, el calendario ecológico está dividido en cuatro fases: friaje (vida), verano (candela), invierno (siembra) y tiempo de gusano (muerte). Sin embargo, nuestro año no empieza en enero sino en junio”.
Vida en la selva amazónica
Entre los meses de junio, julio y agosto, la temperatura promedio de la selva amazónica, que oscila entre los 22 y 24 grados centígrados, desciende. Para los indígenas, esta es la época más importante del año: el friaje.
“Es el inicio de nuestro año. Las heladas de Brasil llegan impulsadas por el viento y hacen cambiar todo en el interior de la selva, tanto en la naturaleza como en el comportamiento de los humanos”, asegura Uayú.
Según el experto local en temas indígenas de la FCDS, estos tres meses son fundamentales para el ecosistema amazónico. “Es una época de entrega y recarga de energía, de aconsejar, hablar, curar y hacer dietas”.
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En el friaje se presentan días mucho más fríos que otros, fechas que son vitales para los indígenas. “Son cinco días muy fríos en los que tenemos que madrugar, a las tres de la mañana, para bañarnos en el río durante dos horas. Lo hacemos para sacar todo el mal recogido durante el tiempo de alimentación y los malos pensamientos”.
Este baño helado les permite sacudirse y botar todas las malas energías y enfermedades. “El que no se baña en las heladas pierde un año de vida. Es un agua muy fría, como la de la nevera, que nos renueva, nos permite coger fuerzas y estar sanos y alegres”.
También es una época de educación. Uayú asegura que en el friaje, los abuelos aconsejan a sus hijos, nietos y demás familiares. “Tampoco podemos estar brincando o hablando mucho porque todo tiene una consecuencia; es un tiempo de recogimiento”.
Los abuelos indígenas les cuentan a los más pequeños varias historias de la selva y sus animales que están relacionadas con el friaje. Una de ellas es la de la danta, un mamífero que por bañarse en el río durante los días más helados, siempre crece bastante y muy vigoroso.
“El oso hormiguero no hizo caso: solo metió las manos en el agua y se echó un poco en la cara, por lo cual solo le crecieron la nariz y las uñas. Todos esos consejos de los abuelos son fundamentales para que los niños y jóvenes sigan con la tradición ancestral”.
La naturaleza también presenta varios cambios entre junio y agosto. “La selva está en silencio y concentrada en su limpieza y recarga de energías, y por eso es muy difícil la cacería y la pesca. Los frutos de los árboles caen y le brindan alimento a los animales y a la gente”.
Desde hace varios años, los indígenas de la Amazonia han presenciado alteraciones en el calendario ecológico. “Antes, las mayores heladas siempre eran durante la época que dice el calendario y duraban cinco días. Ahora ocurren en otros meses y son más cortas”.
Muerte
Luego de la recarga de energía del friaje, el bosque amazónico y los pueblos indígenas están preparados para afrontar la época más crítica del calendario ecológico, la cual abarca los meses de septiembre y octubre.
“La llamamos tiempo de gusano y para nosotros significa muerte. Son dos meses muy peligrosos para toda la selva, ya que aparecen las enfermedades, la maldad, la guerra y todo lo malo que se ha creado en la naturaleza”, afirma Uayú.
Cuando termina la fase de friaje, es decir a finales del mes de agosto, un hecho simbólico ocurre en la manigua. “Es cuando se revienta la olla de los gusanos para mandar esa energía mala. En esos meses aparecen las plagas”.
Por eso, según Uayú, para los indígenas es de suma importancia cumplir con el mandato ancestral de bañarse en la madrugada durante los días más fríos que se registran entre junio y agosto.
“Si estamos recargados de nueva energía, vamos a poder afrontar los males del tiempo de gusano. En el caso de no hacer el enfriamiento, la persona se enferma; en la selva todo tiene su consecuencia”.
Candela
Los grados centígrados en la selva amazónica suben considerablemente entre noviembre y febrero, una época de verano en la que se secan los ríos, charcos y pozos y los animales inician su reproducción.
“Es una época donde la selva se ve algo pelada y afectada porque los árboles consumen toda el agua que han guardado en su interior durante las lluvias; para resistir más el verano, los árboles pierden sus hojas”.
Los indígenas relacionan el verano con la candela. “No significa que quemamos el bosque. Es la época de producción en la selva donde se cosechan los alimentos en las chagras, como uva, guacuri, piña, guama y chontaduro”.
En enero, luego de la gran cosecha, los indígenas tumban todas sus chagras y le dan un manejo especial a la tierra, dejándola quieta hasta febrero. Luego, una orden sagrada de los abuelos les indica que es hora de quemarlas.
“Desde la bocana de un río, un abuelo manda un trueno que resuena por toda la selva. Es el mensaje de que debemos quemar las chagras, algo que hacíamos sagradamente cuando se manejaba bien el calendario ecológico”.
El fuego en las chagras no es un capricho o una actividad relacionada con la deforestación. Según Uayú, es una práctica ancestral de suma importancia en la selva, ya que el humo se encarga de llamar a la lluvia.
“Ese humo rojo que sale de la chagra sube al cielo y se transforma en lluvia, la cual sirve como abono para el suelo. Todo está relacionado con la naturaleza: el humo sale de la tierra y luego vuelve en forma de lluvia y aguaceros para hacerla reproducir”.
En los últimos alientos del verano, las pepas de las uvas se arrugan y caen los vástagos del chontaduro. “Es una señal que nos indica la llegada de las lluvias a la selva”.
Siembra
Entre marzo y junio, la misteriosa selva amazónica queda bajo agua. Los fuertes aguaceros y las lluvias que parecen no cesar gobiernan el territorio y hacen que la naturaleza se recupere luego de las fuertes temperaturas.
“Para los indígenas, la época de invierno significa siembra. Por eso, durante estos meses hacemos de nuevo las chagras y nos dedicamos a sembrar los productos que luego vamos a cosechar”.
Esa siembra necesita del permiso sagrado del bosque. “Siempre pedimos permiso porque necesitamos talar algunos árboles para hacer las chagras, donde luego sembramos plátano, yuca, maíz, uva, chontaduro y guacuri, que son alimentos nuestros y de los animales”.
Según Uayú, las chagras no generan deforestación en el bosque. “Cada año se abre un espacio para hacer una nueva chagra, la cual luego dejamos descansar hasta que se vuelve rastrojo y luego se va regenerando”.
Aunque la vida explota durante el invierno, también se presentan algunas enfermedades. “Es una época en la que pasan muchas cosas en la selva. La lluvia cumple su función de limpiar todo y por eso aparecen algunas enfermedades”.
Para el experto local en temas indígenas de la FCDS, el calendario ecológico ha perdido mucha fuerza en los últimos años debido a varios factores, como cambios en los pueblos indígenas y las alteraciones en el clima por el calentamiento global.
“En algunas culturas no se le está dando el manejo chamánico adecuado a la naturaleza, el cual está contemplado en el calendario ecológico. Por eso se están rompiendo los ciclos y perdiendo el equilibrio”.
Mirada científica
Andrea Buitrago, directora de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible en Perú, también es una gran conocedora del comportamiento del clima en el bosque tropical más grande del mundo, el hogar de al menos el 10 % de la biodiversidad planetaria conocida.
“Muchos imaginan que la Amazonia tiene un comportamiento homogéneo, es decir solo húmedo. Sin embargo, hay periodos en el año de muchos cambios extremos relacionados con la temperatura y la precipitación”.
Para la experta, estas épocas climáticas definen y marcan la dinámica de los ecosistemas y de muchas especies que dependen de esas variaciones abruptas. “También hay una estrecha relación con otros biomas: por ejemplo, lo que pasa en los Andes va a tener una relación con el clima y las épocas de rebalse o inundaciones en la Amazonia”.
La Amazonia, según Buitrago, tiene dos épocas climáticas marcadas: temporada de lluvias y temporada seca. Cuando la selva está gobernada por las lluvias, el río Amazonas puede aumentar su caudal hasta cuatro veces, lo que genera varias zonas de inundación en sus alrededores.
“En esa época de lluvias, varias áreas de la selva pueden llegar a inundarse hasta dos metros en sus partes bajas. Es un tiempo de postura y desove de muchas especies: por ejemplo, los peces desovan en esas aguas tranquilas del bosque y allí se forma una sala cuna durante tres meses”.
Cuando las aguas bajan su nivel, los peces y otras especies acuáticas llegan a los grandes ríos para continuar con su ciclo de vida. “En verano, todos los ríos descienden significativamente sus niveles, un panorama que hace emerger las playas de arena donde desovan las tortugas y otros animales inician otro ciclo de la vida”.
En Colombia, generalmente la época más fuerte de verano va desde noviembre hasta marzo, mientras que las lluvias intensas ocurren entre abril y agosto. “Son los dos grandes periodos climáticos. Sin embargo, hay épocas de temperaturas más bajas, las cuales conocemos como friajes”.
En verano, la temperatura puede llegar hasta los 37 grados. En invierno, en especial durante las tardes y noches, el promedio es de 24 o 25 grados, con unos días mucho más fríos: los friajes sagrados de los indígenas.
El comportamiento de la fauna y flora de la Amazonia está ligado a los cambios del clima. “En verano, las especies están aguantando, resistiendo, cogiendo fuerza y evitando al máximo el gasto de energía. Lo contrario ocurre en invierno, cuando se dispara la floración y todo queda listo para la época de cosecha”.
Revolución climática
Las actuales épocas de verano y lluvia en la Amazonia están haciendo tambalear lo consignado en el calendario ecológico de los indígenas y en los estudios de los expertos y grandes conocedores del clima.
El invierno del año pasado en Lima fue uno de los más fríos en toda su historia. Según la directora de la FCDS Perú, en una tarde la temperatura marcó 15 grados centígrados, es decir 3,2 grados por debajo de la media en los últimos 25 años.
“Los días cálidos en la Amazonia ahora son mucho más calientes. Estos cambios ya están generando transformaciones importantes en las dinámicas ambientales y sociales del territorio, como cambios en el uso que le dan las comunidades a los bosques en sus épocas de siembra y cosecha”.
Buitrago informó que el panorama climático no es muy esperanzador. “Las entidades expertas en el tema, muestran que para 2050 se prevén cambios como el aumento en la temperatura de dos y tres grados, algo que evidentemente tendrá implicaciones enormes en los ecosistemas y en los cultivos de las comunidades indígenas”.
Uno de los ecosistemas que más le preocupa a la experta de la FCDS son los ecosistemas inundables; los de borde de río que son parte de la dinámica propia de inundaciones y descensos de las aguas, también los manchales de gran variedad de especies de palmas, que son fuente de alimento altamente nutritiva en la cadena trófica.
Si la temperatura del planeta continúa subiendo, la Amazonia no será la única en verse altamente afectada: los páramos, ecosistemas muy frágiles y sensibles, podrían llegar a un punto de no retorno.
“Los páramos dependen de las lluvias y la humedad de la Amazonia. Si se presentan cambios climáticos extremos en la selva, estos van a repercutir seriamente en los páramos, ya que los ríos voladores amazónicos se encargan de alimentarlos”, puntualizó Buitrago.