Baudilio Endo, un campesino del Caquetá apasionado por las actividades agropecuarias, quiere dejarles a sus hijos y nietos un bosque lleno de árboles maderables. Aunque su tierra boscosa es pequeña, es visitada por dantas, venados y borugas.
A los 15 años se dejó tentar por una actividad que pululaba en el Bajo Caguán, una zona que en ese entonces era desconocida para la mayoría de colombianos y donde se asentó uno de los frentes de las FARC.
“Cuando se es joven uno llega donde está la plata. Así lo hice yo, me fui de El Doncello, municipio donde nací para dedicarme a sembrar coca en el Bajo Caguán, un negocio que en ese entonces era muy rentable”, dice Baudilio Endo.
Este campesino amante de la tierra y los animales se radicó en Buena Vista, una de las 16 veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán. Llegué en 1978 y trabajé mucho tiempo como raspachín; ya llevo acá 35 años y no tengo ganas de irme”.
Con el palidecer de la coca por las fumigaciones y operaciones del Estado, Baudilio se dedicó a lo que más le genera felicidad: las actividades agropecuarias. “Compré una finca pequeña, de 50 hectáreas, y me puse a cultivar productos de pancoger y criar animales como vacas, marranos y gallinas”.
Reconoce que para hacer estas actividades tuvo que talar monte. “En esa época no comprendía el daño que le hacía a la naturaleza. Solo dejé bosque en un poco más de 20 hectáreas, pero lo hice porque necesitaba sacar adelante a mis dos hijos”.
Baudilio dice que su terreno no es una finca sino un solar. “Tengo un pedacito de tierra que no se compara con las grandes fincas ganaderas que hay en la zona. Solo vivo de la agricultura, los cerdos y del poco de leche de las vacas”.
Hace unos cinco años empezaron a llegar proyectos ambientales al Bajo Caguán. El primero en el que participé fue con el Instituto Sinchi, quien me dio varios árboles de la especie abarcos para plantar dentro de mi bosque; hoy en día están hermosos y muy anchos”.
Luego apareció la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) con un proyecto de forestería comunitaria. Baudilio siguió con la misma línea que trabajó con el Sinchi: el enriquecimiento de su zona boscosa.
“La FCDS me dio árboles de especies de ahumado, cachicamo, nogal y marfil, un palo que persigo porque es un maderable muy bueno que crece harto. El objetivo de mi proyecto es que el bosque que tengo sea más diverso y con muchos maderables”.
Las más de 20 hectáreas de bosque que conserva ahora lucen mucho más verdes y densas. “Eso se lo debo a los proyectos de la FCDS, Sinchi y los árboles que nacen de forma natural. Mi nuevo compromiso es cuidar el medio ambiente”.
Este campesino dice que su bosque es una representación del pulmón del mundo en miniatura. “Además de tener árboles hermosos y algunos pozos de agua cristalina, por este terreno transitan las borugas, gurres, guaras, venados y hasta la danta”.
Por problemas de salud no pudo participar en la segunda convocatoria del proyecto de la FCDS, pero ya está pensando en una nueva iniciativa para futuras fases. “Quiero trabajar ahora en hacer un corredor de bosque productivo en unos pastizales que ya no utilizo”.
Baudilio asegura que muchas personas de la zona están mirando el bosque con otros ojos. “Antes solo lo veíamos como un impedimento para tener ganado. Pero ahora sabemos que podemos conservarlo y tener ganancias en el mediano y largo plazo. Con los proyectos y enseñanzas estamos cambiando”.
Cuando escucha las palabras Bajo Caguán, sus ojos se vuelven más expresivos. “Siempre digo que vivo en el mayor tesoro del mundo, una parte del pulmón del planeta que todos debemos cuidar para que nuestros nietos e hijos tengan un futuro. Debemos de dejar de pensar tanto en el hoy”.