- Jaime Castillo, un ganadero nacido y criado en las llanuras del Casanare, reconoce que no le tenía fe a los proyectos que buscan aprovechar sosteniblemente los bosques.
- Solo soñaba con convertir su finca, ubicada en una de las veredas de San José del Guaviare, en un extenso potrero para criar vacas.
- Su pensamiento empezó a cambiar hace cinco años cuando conoció la forestería comunitaria. Hoy en día, cuida el bosque que rodea los más de 15 nacimientos que hay en su predio y lidera varias iniciativas donde el verde selvático es el protagonista.
- Nueva entrega de #CrónicasDelBosque de la FCDS en la #COP16Colombia, historias de las personas que lideran proyectos de forestería comunitaria.
En Recetor, municipio del departamento de Casanare ubicado en los límites con Boyacá y que fue colonizado por los misioneros jesuitas en 1740, Jaime Castillo conoció a su primer y gran amor: el ganado bovino.
Juan Castillo, su padre, fue el encargado de enseñarle todas las actividades necesarias para criar y mantener un ganado de buena calidad, es decir que genere leche para hacer quesos y cuajadas o poder comercializar su carne.
“Allá estuve durante toda mi niñez y comprendí que de grande sería ganadero, como mi papá. Me fui a vivir a Sogamoso para terminar el bachillerato y luego regresé al Casanare, esta vez al municipio de Monterrey donde estaba asentada mi familia”.
En su nuevo hogar, Jaime se casó, tuvo dos hijas y cumplió el sueño de ser ganadero. Compró una extensa finca donde aplicó meticulosamente todos los consejos de su padre y la convirtió en una tierra próspera para las vacas.
“En Monterrey me dediqué de lleno a la ganadería y trabajé en la talabartería, un arte que consiste en la realización de artículos de cuero. La finca era un extenso potrero de sabana con algunos árboles que le daban sombra al ganado”.
Luego de 40 años bastante productivos y rentables, la bonanza de la ganadería empezó a temblar. Según Jaime, la economía en el municipio se vino abajo por temas relacionados con el conflicto armado y por eso tomó la decisión de vender la finca.
“Varios conocidos me comentaron que en el Guaviare, un departamento amazónico conocido en ese entonces por el cultivo de la coca, el narcotráfico y la violencia, la ganadería estaba ganando terreno”.
Nuevo ganadero
Jaime dejó su pasado en Monterrey y se fue con su familia a buscar una mejor suerte en la puerta de la Amazonia. En 2008 llegó a El Capricho, corregimiento de San José del Guaviare que ya olía a boñiga de vaca y árboles quemados.
“Comencé a averiguar los precios de las fincas y quedé sorprendido por lo baratos que eran: entre 20 y 60 millones de pesos. Visité alrededor de 10 predios y me enamoré de un terreno en la vereda Caño Pescado”.
Cuando concretó el negocio, Jaime se paró en el sitio más alto de la finca para divisar su nueva adquisición de 250 hectáreas. Era un terreno con varias zonas enmalezadas, producto del cultivo de la coca, y mucho bosque húmedo.
“La visión que tuve de la finca fue convertirla en un extenso potrero para el ganado, como el que tenía en Monterrey. El antiguo dueño me trató de convencer de seguir destinando el predio para la coca, pero le dije que ese negocio es un daño para toda la humanidad”.
El nuevo sueño ganadero en las tierras del Guaviare requería de una enorme masacre del bosque. Jaime recorrió la zona y evidenció que, en medio de la selva, había más de 15 nacimientos de agua.
“Esos sitios no los iba a tocar por nada del mundo. Siempre he sabido que un terreno con agua es un tesoro, así que dejé ese monte quieto y comencé a talar otras zonas lejanas para montar mis potreros”.
Bautizó la finca ‘San Juanito’ como un homenaje a su padre, el hombre que lo convirtió en ganadero. “Poco a poco empecé a abrir los claros para los potreros y fui comprando vacas. Sin embargo, el verdadero negocio es la venta de pasto y el aumento de ganado”.
El opositor
A finales de la década de 2010, con los nuevos aires de paz del acuerdo firmado entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las FARC, varias organizaciones ambientales llegaron al Guaviare a trabajar con los campesinos en proyectos para reducir la deforestación.
“Esas organizaciones nos dijeron que le estábamos haciendo un gran daño a la naturaleza con esa ganadería extensiva, algo que era cierto. Por eso empecé a capacitarme para que mi negocio fuera más tecnificado y menos impactante”.
Según Jaime, en los inicios de la finca destinaba más de 20 hectáreas para hacer potreros y tener poco ganado. “Luego comprendí que eso no era rentable y tomé la decisión de solo destinar entre dos o cuatro hectáreas”.
Su nuevo reto era que San Juanito fuera una finca tecnificada y donde el ganado rotara en áreas más pequeñas. “Este ejercicio me dio muy buenos resultados. El suelo no se veía tan deteriorado por el pisoteo del ganado y tenía más vacas en espacios menores”.
También quería hacer cerramientos en los nacimientos de agua y por eso le pidió ayuda a las organizaciones ambientales. “Les dije que yo había cuidado ese bosque y necesitaba de insumos, pero no se llegó a nada. A veces ser malo es mejor porque ellos reciben más privilegios”.
En 2019, Jaime fue convocado a participar en una socialización de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), organización que iba a trabajar un programa de forestería comunitaria con los campesinos del Guaviare.
“Reconozco que no les creí nada a los profesionales de la fundación. Me dijeron que para recibir los insumos y ayuda de la forestería comunitaria no podía volver a talar un solo árbol, algo que no me gustó porque yo vivo de los potreros”.
El ganadero y la FCDS pasaron por muchos altercados y Jaime se convirtió en su mayor opositor, una piedra en el zapato y un hombre que alzaba su voz en todas las reuniones cuando no estaba de acuerdo con algo.
“¿Y entonces de qué vamos a vivir?, les decía el campesino. “Creo que me tildaron de sindicalista mientras hacíamos los ejercicios de planificación predial para organizar mejor nuestras fincas y planear lo que se podía hacer”.
Su oposición fue tan fuerte que la fundación le dijo que se retirara del programa, aunque ya había firmado un compromiso para participar. “Les contesté que no. Quería tomarme mi tiempo para pensar bien las cosas”.
Líder verde
A regañadientes, Jaime formuló su primer proyecto de forestería comunitaria: construir cercas alrededor de los nacimientos de agua y caños que hay en su finca, una iniciativa que quería complementar con el enriquecimiento del bosque.
“Me dieron todos los insumos para hacerlo, como alambre, postas, panel solar y varias plántulas de árboles maderables y no maderables. Poco a poco empecé a ver los frutos del proyecto, es decir que la FCDS me dejó con la boca cerrada”.
Con las cercas, Jaime aisló los cuerpos de agua y evitó que el ganado ingresara a hacer estragos. “Las vacas le hacen mucho daño a los nacederos. Sus pisadas afectan el suelo y contaminan el agua; eso ya no pasa en mi finca”.
Este proyecto ahora le hace sacar pecho. Según el ganadero, San Juanito es la finca más productora de agua de la vereda Caño Pescado. “Mis más de 15 nacederos son envidiados por los vecinos y además todos se encargan de nutrir el principal caño de la vereda”.
Al ver los buenos resultados, Jaime formuló otro proyecto: un vivero de especies nativas del bosque y frutales con huerta propia. Su objetivo a mediano plazo es producir todo el material para seguir enriqueciendo su bosque y venderlo en la región.
“La FCDS gestionó los insumos con la Embajada de Noruega para construir creo que 10 viveros en El Capricho. Nos dieron una planta solar de bombeo, un tanque elevado y toda la infraestructura para montarlo, como hierro, cemento y arena”.
El vivero San Juanito produce árboles maderables del bosque amazónico, frutales, plantas forrajeras y de jardín y las hortalizas y medicinales de la huerta. “GEF Corazón de la Amazonia nos pagó como ocho millones a los viveristas por muchos árboles frutales”.
Jaime pasó de opositor a ser uno de los líderes que más defiende la forestería comunitaria. Además de las cercas para las cuencas hídricas y el vivero, se metió de lleno en dos proyectos más con la FCDS.
“Uno de ellos es de abejas nativas sin aguijón. Al comienzo este proyecto no me llamaba la atención, pero los expertos me enseñaron que las abejas son las grandes polinizadoras y por eso son indispensables para el bosque; sin ellas no hay árboles ni plantas”.
Luego de enamorarse de las abejas, Jaime, con la asesoría de la fundación, montó dos colmenas en su finca con el objetivo de contar con miel, polen y propóleo. “En el futuro voy a tener material orgánico para hacer remedios, jugos y cocteles”.
El jardín que tiene en el vivero, lleno de flores de todos los colores y tamaños, les sirve como sitio de alimento a las abejas melíponas, insectos que este ganadero cataloga como trabajadores incansables que protegen la naturaleza.
“Mi otro proyecto con la FCDS son varios corredores productivos en antiguos potreros de la finca. En estos sitios plantamos árboles maderables, frutales y cultivos, especies que ya están bastante grandes y le dan sombra al ganado”.
Además, estos corredores se conectan con los bosques que están distribuidos por toda la vereda y le están brindando nuevos sitios de tránsito a la fauna amazónica. La FCDS le suministró postas, alambre y todo el material vegetal.
Cambio de visión
Con sus cuatro proyectos de bosques productivos, este hombre de 63 años ha tenido muchos cambios internos. Por ejemplo, rompió con el paradigma ganadero de que una finca solo se ve bonita cuando está llena de potreros.
“Ver cómo están de grandes los primeros árboles que planté y que ahora le dan sombra al ganado, me hizo replantear mi forma de pensar. Ya llevo más de cuatro años sin talar un solo árbol y pretendo seguir así”.
El amor por la fauna también llegó a través de la forestería comunitaria. En el pasado, cuando Jaime veía a uno de los animales del monte, lo primero que hacía era coger su escopeta para sacarlos a bala o matarlos.
“Eso ya no pasa en mi finca. Me la paso recorriendo el bosque con mi nieta para observar las lapas, cachicamos y osos palmeros que allí habitan. Nunca había admirado la belleza de esos bichos”.
Las buenas noticias por cuidar la naturaleza ya están llegando. El vivero y proyecto de las abejas de Jaime, un campesino que hace parte de la Cooperativa Multiactiva Familias del Chiribiquete (Coomagua), recibieron luz verde para lograr la comercialización.
“El ICA certificó a los viveristas que hacemos parte de Coomagua, es decir que ya podemos vender de forma legal nuestras plántulas. Entre tanto, la autoridad ambiental del Guaviare, la CDA, nos otorgó la licencia ambiental en parte experimental a 11 iniciativas de abejas nativas”.
Con Coomagua, Jaime también participa en el aprovechamiento sostenible de los frutos del seje y asaí, dos palmas de los bosques amazónicos. “La CDA nos dio permiso para cosechar y transformar estos frutos en pulpa y aceite; la comercialización es nuestro sueño”.
Sumado a todas estas iniciativas que conservan los bosques amazónicos, Jaime ya tiene un nuevo proyecto sobre la mesa: convertir San Juanito en una finca turística para que sea visitada por ciudadanos de todo el mundo.
“A todos les contaría mi historia, es decir la de un ganadero que solo quería tumbar el bosque y que terminó convirtiéndose en un líder ambiental que ama la forestería comunitaria. Mi bosque es un tesoro que enamora a cualquiera”.
La ganadería nunca saldrá de su cuerpo, mente y alma, una actividad que corre por su sangre. Jaime aprendió que puede tener ganado y al mismo tiempo conservar los tesoros que alberga la selva húmeda amazónica.
“Pasé de la ganadería extensiva a la tecnificada. Ya no destino grandes terrenos para tener pocas vacas, ahora las tengo en áreas más pequeñas y así la producción es mucho más rentable. Roto a las vacas y así no le genero problemas al suelo”.
La futura finca turística, donde pueden convivir el bosque con el ganado, será la herencia que Jaime le dejará a sus nietos. “Así van a tener un futuro garantizado y además seguirán cuidando a esa naturaleza que tanto hemos lastimado”.
Forestería comunitaria en la COP16
La Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP) es el espacio de discusión y negociación más importante del Convenio sobre la Diversidad (CDB) Biológica de las Naciones Unidas.
Este año, entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, la ciudad de Cali será el escenario de la COP16, un encuentro donde se realizará la primera evaluación de las 23 metas del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.
A través de programas como el de forestería comunitaria, el cual busca promover el uso sostenible de la biodiversidad, Colombia avanza en el cumplimiento de varias metas del plan de acción nacional de biodiversidad de dicho Marco.
- Meta 2: garantizar que para 2030 al menos un 30 % de las zonas de ecosistemas terrestres degradados estén siendo objeto de una restauración efectiva.
- Meta 9: proporcionar beneficios sociales, económicos y ambientales a las personas que más dependen de la biodiversidad mediante actividades, productos y servicios sostenibles basados en la biodiversidad.
- Meta 10: garantizar que las superficies dedicadas a la agricultura, acuicultura, pesca y silvicultura se gestionen de manera sostenible a través de la utilización sostenible de la diversidad biológica.
- Meta 11: restaurar, mantener y mejorar las contribuciones de la naturaleza a las personas mediante soluciones basadas en la naturaleza o enfoques basados en los ecosistemas.
- Meta 16: garantizar que se aliente y apoye a las personas para que elijan opciones de consumo sostenible.
- Meta 22: garantizar la participación y representación plena, equitativa, inclusiva, efectiva y con perspectiva de género de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la toma de decisiones.
- Meta 23: garantizar la igualdad de género en la implementación del Marco mediante un enfoque con perspectiva de género en el cual todas las mujeres y las niñas tengan igualdad de oportunidades y capacidad para contribuir a los tres objetivos del Convenio.