- La FCDS realizó su segundo taller de derechos territoriales y meliponicultura con Ecoserranía, una asociación de Segovia (Antioquia) que lleva seis años apostándole a la forestería comunitaria.
- En El Tamar, vereda que limita con el departamento de Bolívar, 15 asociados aprendieron sobre las concesiones forestales campesinas en las reservas de la Ley 2ª de 1959, los núcleos de desarrollo forestal y el rescate de nidos de abejas nativas sin aguijón.
- Crónica de una travesía en medio del bosque húmedo tropical de la Serranía de San Lucas.
Un reloj digital del aeropuerto internacional El Dorado marcaba las tres de la tarde. El cielo bogotano del sábado 26 de octubre estaba totalmente despejado y los pasajeros vestían camisetas de manga corta para soportar un bochorno que se tornaba cada vez más intenso.
Juan Manuel Pinzón y Ary Campo, profesionales de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) se encontraron en una de las salas de espera y de inmediato empezaron a conversar sobre su próxima travesía en tierras antioqueñas.
“Leí bastante sobre la historia de Segovia, municipio del nordeste antioqueño donde la minería ha estado presente desde la época prehispánica. Es muy importante conocer a fondo el contexto para comprender las dinámicas del territorio”, dijo el abogado Pinzón.
Por su parte, el biólogo Campo, experto en la cría de abejas nativas sin aguijón en la Amazonia colombiana, no ocultada el entusiasmo por rescatar nidos en medio del bosque húmedo tropical de una de las zonas más inexploradas del país: la Serranía de San Lucas.
“Ya perdí la cuenta del número de rescates que he hecho en los bosques de Caquetá y Guaviare; solo se realizan en troncos caídos o en sitios donde las abejas corran algún peligro. Estoy muy emocionado de hacerlo por primera vez en Antioquia”.
El objetivo de los profesionales del programa de Medios de Vida Sostenibles de la FCDS era realizar el segundo taller de fortalecimiento de capacidades con Ecoserranía, una asociación de 35 campesinos de Segovia que lleva seis años trabajando proyectos de forestería comunitaria.
El primer taller, realizado en septiembre en la vereda Altos de Manila, fue más teórico. Los asociados aprendieron sobre la importancia de las abejas y la elaboración de las cajas tecnificadas. “En este vamos a hacer rescates en medio del bosque”, mencionó Campo.
En cuanto a derechos territoriales, línea a cargo de Pinzón, los campesinos de Ecoserranía iban a fortalecer sus conocimientos sobre las concesiones forestales campesinas en las zonas de la Ley 2ª de 1959 y los núcleos de desarrollo forestal.
“Ellos nos expresaron que querían conocer más a fondo las concesiones forestales campesinas. Por eso, en el segundo taller les vamos a presentar los requisitos y condiciones para su otorgamiento, los cuales hacen parte de una resolución que aún está en construcción”.
A las cuatro de la tarde, Pinzón y Campo ingresaron al avión que los llevaría a Antioquia, un viaje corto de no más de media hora donde siguieron conversando sobre las actividades del segundo taller de fortalecimiento con los guardianes de la Serranía de San Lucas.
Empieza la travesía
Marlon Galeano, un paisa nacido hace 40 años en el municipio de Remedios y representante legal de Ecoserranía, los esperaba en el José María Córdova, aeropuerto internacional ubicado en el municipio de Rionegro.
Luego de un amigable abrazo de bienvenida, los profesionales de la FCDS se subieron en una camioneta Montero Mitsubishi, un vehículo con la capacidad de andar por montañas empinadas, agrestes y llenas de lodo.
“Acá empieza nuestra larga travesía para llegar a El Tamar, una de las dos veredas de Segovia donde tenemos el permiso de Corantioquia para hacer un aprovechamiento forestal en cerca de 1.400 hectáreas de bosque”, les informó Galeano.
Según el líder ambiental antioqueño, el viaje hasta este sitio de la Serranía de San Lucas, una zona que colinda con el municipio de San Pablo (Bolívar), sería de dos días. La mayoría del trayecto sería por una trocha bastante fangosa por el inicio de las lluvias.
Los expedicionarios cogieron rumbo hacia Yolombó, municipio del nordeste antioqueño conocido por la novela de Tomás Carrasquilla titulada ‘La Marquesa de Yolombó’. El primer trayecto del viaje, cerca de 100 kilómetros, fue de aproximadamente dos horas.
“En Yolombó vamos a pernoctar. Les recomiendo descansar y dormir bien porque mañana vamos a estar metidos todo el día en la camioneta. Antes de llegar al hotel, los voy a llevar a un restaurante donde venden los platos típicos paisas”, apuntó el líder de Ecoserranía.
El domingo 27 de octubre, a las seis de la mañana, Pinzón, Campo y Galeano ya estaban listos para viajar hacia la vereda Altos de Manila, donde emprenderían un largo recorrido y pasarían por los cascos urbanos de dos de los municipios más mineros de Antioquia.
Luego de un trayecto de dos horas por una vía pavimentada de 93 kilómetros, llegaron a Remedios, uno de los municipios antioqueños más antiguos fundado en 1560 durante la Conquista.
Los profesionales de la FCDS no tuvieron que esforzarse mucho para constatar el arraigo con la minería. Las fachadas están pintadas con figuras de mineros; la taberna La Empalizada tiene nombres de minas; y un monumento al frente de la iglesia Nuestra Señora de los Remedios es una batea.
En este territorio que vive de la minería de veta (extracción del oro en estado granular de los túneles y socavones) y de aluvión (realizada en los lechos de ríos y quebradas), la expedición se demoró más de lo esperado.
“Les pido disculpas por la demora. Tengo que esperar a un familiar que me va a traer el disfraz de mi hija mayor, que vive en la vereda Carrizal con su mamá. Almorcemos acá mientras llega y baja un poco la lluvia”, les explicó Galeano.
Con el disfraz en sus manos, el líder de la asociación encendió el motor de la camioneta verde para seguir hacia Altos de Manila. Antes de ingresar al casco urbano de Segovia, el monumento de un casco minero generó curiosidad en los expedicionarios.
“Es evidente que la mayoría de los habitantes del municipio viven de la minería. Por las calles empinadas de Segovia solo vimos a personas en motos con los uniformes de las minas donde trabajan”, expresó Campo.
Minería, deforestación y conflicto armado
Media hora después de salir del casco urbano de Segovia, un municipio de 1.231 kilómetros cuadrados distribuidos en 32 veredas y un corregimiento, la vía pavimentada desapareció y se convirtió en una trocha rojiza en forma de serpiente.
“Acá empieza lo duro”, precisó Galeano. “Todo el recorrido hasta Altos de Manila es descapotado y me afana algo el clima. Los últimos días ha llovido bastante y la trocha debe estar repleta de barro. No podemos andar muy rápido para evitar un accidente”.
Durante el viaje de más de seis horas hasta la vereda donde pernoctarían, Pinzón y Campo evidenciaron certeros impactos ambientales en el bosque derivados de actividades económicas como la minería, la ganadería extensiva y la tala ilegal.
Segovia está catalogado como uno de los principales núcleos de deforestación en el país. Aunque hay ganadería, los profesionales de la FCDS evidenciaron que la minería y el aprovechamiento ilegal de la madera son los principales motores de la pérdida del bosque.
Al pasar por una quebrada de aguas grises y totalmente desnuda de bosque en sus inmediaciones, los profesionales presenciaron los impactos de las dragas de la minería de aluvión en los ecosistemas.
Galeano les informó que se trata de la quebrada La Cianurada, cuerpo de agua que lleva ese nombre por el cianuro, uno de los químicos utilizados en la minería junto al mercurio. “En el trayecto hasta Altos de Manila vamos a ver muchas minas”.
La expedición se detuvo en la vereda Carrizal para entregarle el disfraz a la hija del líder de Ecoserranía, una pequeña risueña de ocho años. Por nada del mundo, enfatizó Galeano, la iba a dejar sin su disfraz de Halloween. Ella y Emiliano, su hijo que acaba de nacer, son su mayor motor.
Las viviendas de madera por donde pasó la camioneta también dejaron ver las secuelas del conflicto armado. Todas están pintadas con las siglas de dos grupos armados: el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).
Según Marlon, para nadie es un secreto que Segovia es uno de los territorios del país más afectados por la violencia y el narcotráfico. Por albergar una de las mayores reservas de oro, el municipio ha contado con la presencia de todos los grupos armados ilegales.
‘Convenios de Fuerza y Justicia’, un proyecto desarrollado por Rutas del Conflicto y La Liga Contra el Silencio, plasma la historia en medio de la violencia que han vivido los habitantes de Segovia.
“El primer grupo armado del que se tiene registro en la zona fue el ELN. Luego de la presión del Ejército, entraron las FARC, y con la llegada de los grupos paramilitares se consolidó el narcotráfico en la región”, cita una de sus investigaciones.
Este proyecto indica que en Segovia también operó el Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, “grupo que se financió a través de la explotación de oro, la extorsión y el narcotráfico”.
Cuando el sol empezó a ocultarse por el oeste, el Montero Mitsubishi totalmente embarrado llegó a Altos de Manila, vereda más conocida en la zona como Cancha Manila debido a una cancha de fútbol ubicada en el centro del caserío.
El pueblo estaba de fiesta. Los billares y cantinas tenían sus equipos de sonido a todo volumen, un bullicio que no dejaba identificar los géneros musicales. El objetivo era pernoctar en una residencia en las afueras de la vereda, pero los habitantes les recomendaron no hacerlo.
“Hay enfrentamientos en ese lugar”, les advirtió Galeano a Pinzón y Campo. “Es mejor no correr riesgos y descansar en la principal residencia de la vereda. Yo dormiré con mis hermanos”.
La música de los establecimientos que rodean la cancha de fútbol se apagó hacia las dos de la mañana. Aunque los profesionales de la FCDS poco pudieron descansar por la algarabía, a las seis de la mañana del lunes 28 de octubre ya estaban listos para seguir con el viaje.
Mientras llenaban los estómagos con buñuelos, pandebonos y café en el único tinteadero del pueblo, Galeano les contó sobre una de las masacres más nefastas del conflicto armado colombiano.
Entre el 4 y el 12 de agosto de 1983, miembros del Batallón Bomboná del Ejército Nacional se hicieron pasar por paramilitares y perpetraron una masacre contra campesinos y mineros de las veredas Cañaveral y Altos de Manila.
Durante esos días, muchas personas fueron retenidas por ser supuestamente guerrilleros y luego las asesinaron; los cuerpos fueron arrojados en los ríos de la zona. En 1988 ocurrió otra masacre a los militantes de la Unión Patriótica por un grupo paramilitar.
Hacia el corazón del bosque
Todo indicaba que el clima estaría del lado de los expedicionarios durante la última parte de la travesía que los llevaría a la vereda El Tamar. Las nubes eran más bien escasas y el Sol lucía redondo y rojizo. “No huele a lluvia”, apuntó Galeano.
Mientras avanzaban en la camioneta hacia el principal centro de operación de Ecoserranía, el bosque húmedo tropical empezó a dominar el panorama. Aunque algunos mordiscos de selva con vacas pastando perturbaban la vista, la belleza de la Serranía de San Lucas marcó la parada.
Luego de más de una hora, la camioneta llegó a un predio donde funciona la única tienda de El Tamar. En este sitio, una yegua y cinco mulas serían los nuevos medios de transporte para continuar con la expedición.
Sin embargo, los profesionales de la FCDS querían recorrer a pie un tramo para ver más de cerca la exuberante biodiversidad de San Lucas, una serranía de 404.000 hectáreas distribuidas en 10 municipios de Bolívar y tres de Antioquia: El Bagre, Remedios y Segovia.
“En las mulas nos demoramos una hora y si lo hacemos caminando nos gastamos más de dos. Debido a mis compromisos con la asociación, como asistir a la COP16, hace rato no camino por esas hermosas montañas; compren agua porque el trayecto es duro”, aseguró Marlon.
En los cinco kilómetros recorridos a pie por zonas montañosas, empinadas, húmedas y repletas de verde, Pinzón y Campo conocieron parte de la magia del bosque de San Lucas, un ecosistema que, según Parques Nacionales Naturales (PNN), alberga 1.093 especies de plantas.
Aunque la mayoría del territorio no ha sido explorado, PNN tiene registros de 45 especies de escarabajos coprófagos, 185 de mariposas, 129 de peces, 69 de anfibios, 62 de reptiles, 587 de aves y 191 de mamíferos.
“Fue una caminata dura, pero valió la pena. Además de ver una gran variedad de árboles centenarios y quebradas de aguas cristalinas, fotografiamos guacamayas, tucanes, garzas, mariposas, escorpiones, tinguas azules y monos aulladores”, comentó el biólogo de la FCDS.
Galeano amplió el ramillete de biodiversidad que ha visto en el bosque de El Tamar, vereda donde tiene una finca. En sus recorridos por la serranía ha registrado muchas especies de aves y otros animales como caimanes, tortugas, serpientes, ñeque, ocelote, danta, cusumbo y hasta jaguar.
Este recorrido por la naturaleza de San Lucas terminó en La Oculta, la finca de 150 hectáreas de Patricia Galeano, madre de Marlon y una de las asociadas de Ecoserranía. Este fue el lugar escogido para hacer el segundo taller de fortalecimiento de capacidades de la FCDS.
“Bienvenidos a este remanso de bosque donde vivo desde hace 12 años. Mi finca hace parte de las más de 1.000 hectáreas donde la asociación tiene permiso de aprovechamiento forestal y es el sitio donde más nos reunimos con los 35 socios”, dijo esta madre de cinco hijos nacida en Remedios.
Emilio García, campesino del municipio de Liborina que llegó a El Tamar en 1994 y quien se encarga de liderar la línea de viveros comunitarios en la asociación, también les dio la bienvenida a los profesionales de la FCDS.
“Yo soy uno de los campesinos que le apuesta a vivir del bosque. Estoy muy contento con este taller porque quiero aprender mucho sobre los rescates de abejas nativas que hace la fundación en la Amazonia”.
Mientras Pinzón y Campo recargaban energías con un almuerzo típico, Emilio, Patricia, Marlon y otros asociados de Ecoserranía les hablaban sobre los proyectos que ha consolidado la asociación en sus seis años de vida.
“Nuestro gran fuerte es el tema forestal. Gracias a las resoluciones que nos otorgó Corantioquia, hemos diseñado planes de manejo forestal comunitario y procesos de enriquecimiento, compensación y restauración de bosques”.
También adelantan procesos de monitoreo e investigación en el bosque, una actividad donde la comunidad se ha sensibilizado sobre el tema ambiental, y le apuestan a la construcción de viveros que se adapten a las necesidades de las comunidades.
Los asociados de Ecoserranía ya hablan como expertos forestales. En la mayoría de sus conversaciones aparecen los árboles que habitan en los bosques húmedos de sus fincas, en especial el sapán o alma negra.
Este árbol alcanza los 13 metros de altura y tiene una madera dura, pesada y resistente al ataque de hongos. La asociación también trabaja con el abarco, perillo, coco cristal, chanul, ovillo y soto.
Con la madera de uno de esos árboles, los guardianes de la Serranía de San Lucas obtuvieron la materia prima para elaborar las cajas tecnificadas que se necesitan para hacer los rescates de las abejas nativas sin aguijón.
Durante la tarde del lunes 28 de octubre, Ary Campo los asesoró para que hicieran de la mejor manera los cortes de las tablas que conforman dichas cajas. “No es recomendable que la madera esté muy lisa; eso evita que las abejas construyan sus colmenas”.
Por su parte, Juan Manuel Pinzón les dio un abrebocas de lo que verían en el taller de derechos territoriales, un diálogo profundo sobre las concesiones forestales campesinas, un aprovechamiento de largo aliento que beneficiará a los habitantes de las siete Reservas Forestales de la Ley 2ª de 1959.
Bajo un cielo estrellado y una Luna en cuarto creciente, los profesionales y asociados de Ecoserranía se fueron a dormir. Unos colgaron hamacas en medio de la sala de la casa de Patricia y otros prefirieron camas con mosquiteros.
“Hoy me la pasé escribiendo por el grupo que tenemos en WhatsApp para que mañana lleguen muchas personas. En los mensajes les recalqué sobre la importancia que tiene este taller para el futuro de nuestros proyectos”, dijo Emilio, quien fue presidente de la junta de El Tamar.
Concesiones forestales para los campesinos
Los asociados de Ecoserranía que viven en El Tamar no tenían excusa para no asistir al taller de fortalecimiento de capacidades de la FCDS. La lluvia no hizo presencia y no había compromisos comunitarios agendados.
Hacia las ocho de la mañana del martes 29 de octubre, la finca La Oculta empezó a recibir a los campesinos. Todos llegaron en caballos, yeguas y mulas, los únicos medios de transporte para transitar por los recovecos boscosos de la vereda.
Patricia, acompañada por dos gatos que aún no tienen nombre, los recibió con tinto cargado. La presencia de 15 campesinos alteró a decenas de gallinas y un gallo de plumaje brillante que le gusta atacar cuando le dan la espalda.
Juan Manuel Pinzón ya tenía todo listo para su taller de derechos territoriales: un video beam para proyectar tres presentaciones, varias hojas de papel con el contenido de una futura resolución y los muebles de la casa organizados en forma circular.
Antes de ahondar en las concesiones forestales campesinas, el plato fuerte de su capacitación, el abogado de la FCDS les habló un poco sobre la experiencia de Petén, departamento de Guatemala pionero en el aprovechamiento sostenible del bosque.
“Las concesiones forestales comunitarias en Petén ya cumplieron su primer ciclo de 25 años para aprovechar productos forestales maderables y no maderables del bosque; lograron consolidar empresas forestales comunitarias y ya están exportando”.
Según el jurista, este éxito comunitario y ambiental contó en sus inicios con el apoyo de diversas organizaciones de cooperación internacional que fortalecieron las iniciativas. “Hoy ya caminan solos y les ampliaron las concesiones durante 25 años más”.
El taller continuó con la presentación de los 44 núcleos de desarrollo forestal y de la biodiversidad, 28 de los cuales fueron priorizados por el actual Gobierno. “Este es un tema muy importante para ustedes porque la Serranía de San Lucas es uno de ellos”, les dijo Pinzón.
Anderson Hernández, un joven campesino de la vereda El Tamar, levantó su mano para comentar sobre el futuro de la serranía. Aseguró que durante varios años ha escuchado que la Serranía de San Lucas va a ser catalogada como un área protegida, “algo que nos dejaría por fuera a todos los campesinos”.
Pinzón le respondió que en 2018, debido a los altos índices de deforestación, el Gobierno anunció que esta serranía sería un área protegida que contará con un Distrito de Manejo Integrado para impulsar la agricultura y la minería sostenible.
“Gran parte de San Lucas y el municipio de Segovia hacen parte de la Reserva Forestal Protectora del río Magdalena, la más intervenida del país. Estar en zonas de la Ley 2ª de 1959 no significa que vayan a sacar a las comunidades y que no tengan derechos”.
El abogado les recalcó un tema que ya había sido abordado en el primer taller con Ecoserranía: actualmente existen varias figuras sobre la tenencia de la tierra en zonas con baldíos, como la regularización de la ocupación y las concesiones forestales comunitarias.
Desde hace un año, los Ministerios de Ambiente y Agricultura trabajan mancomunadamente en una nueva resolución que fijará los requisitos y condiciones para el otorgamiento y seguimiento de estas concesiones.
“¿Qué es una concesión?”, les preguntó Pinzón a los campesinos de Ecoserranía. “A mí me suena a un permiso o una autorización para hacer intervenciones que no degraden la naturaleza en un territorio”, respondió Emilio García.
El campesino tenía razón. Una concesión forestal campesina es un acto administrativo de una autoridad ambiental sobre el derecho al manejo y uso sostenible del recurso forestal y de la biodiversidad en los baldíos ubicados al interior de las Reservas Forestales de la Ley 2ª de 1959.
Estas concesiones, según explicó el abogado de la FCDS, deben cumplir con criterios como acuerdos de conservación y planificación participativa entre alguna autoridad ambiental y una organización campesina que se comprometa con la no deforestación.
“También deben contar con un arraigo territorial, es decir que la relación histórica de las organizaciones campesinas con el territorio se beneficie con la concesión forestal. Las actividades sociales, económicas y culturales deberán estar bajo criterios de sostenibilidad”.
Los territorios que avancen en una economía forestal comunitaria y de la biodiversidad también se verán beneficiados con las concesiones, al igual que las comunidades en situación de fragilidad y riesgo, factores que les impide la adjudicabilidad de la propiedad.
Los rostros de los segovianos expresaban sorpresa cada vez que Pinzón les hablaba sobre los criterios de estas concesiones. “Como pueden ver, Ecoserranía le aplica a todos. Nuestro trabajo de más de seis años nos va a permitir acceder a una de ellas”, precisó Marlon.
El sentimiento de asombro siguió cuando el profesional de la FCDS les informó sobre el plazo de las concesiones forestales campesinas: tendrán un carácter persistente y se otorgarán por un plazo de hasta 30 años prorrogables, de conformidad con el plan de manejo forestal.
Esta parte del taller terminó con otra buena noticia para Ecoserranía. “Se tendrá prioridad para las organizaciones que cuenten con mujeres campesinas, algo que ustedes están fortaleciendo; las concesiones forestales les abrirán camino para nuevos proyectos”, precisó el abogado.
Territorio minero
Aunque el calor del mediodía tenía sofocados a los campesinos guardianes de la Serranía de San Lucas, las temáticas abordadas durante el taller de derechos territoriales evitaron que el sueño dominara sus mentes.
“Hoy aprendimos muchas cosas que nos van a beneficiar en el futuro. Sin embargo, me inquieta que por ser un territorio que vive de la minería, algo que nos ha estigmatizado como los malos del paseo, nos afecte”, exclamó Anderson.
Para Pinzón, el fuerte arraigo minero que hay en el territorio debe ser parte de las nuevas figuras sobre la tenencia de la tierra, pero de una manera que no afecte los recursos naturales. Por eso, hizo un pequeño viaje sobre la historia minera de Segovia.
Según la literatura consultada por el abogado, los primeros pobladores de este territorio del nordeste antioqueño fueron los tahamíes y yahamesíes, indígenas que al parecer ya explotaban y trabajaban el oro.
Durante la Conquista española, el territorio fue descubierto por el capitán Núñez Pedroso en una exploración por los ríos de la región. Así fueron descubriendo yacimientos auríferos en medio de la selva húmeda y se dio inicio a la fiebre del oro.
En 1840 empezaron a llegar personas a la zona para trabajar en las minas de aluvión. Esto dio paso a la consolidación de varias empresas mineras como la Frontino Gold Mines en 1852, que se convirtió en la más importante de la región.
En 1869 se creó la fracción de Tierradentro (hoy Segovia) en Remedios con funciones de corregimiento. 11 años después, en 1880, el territorio fue erigido como municipio de Segovia, un nombre en honor a la ciudad española de los Alcázares y a una de las minas antiguas.
“Sumado a esto, Segovia alberga uno de los tres títulos mineros otorgados sobre el subsuelo en 1850 por el presidente José Hilario López. En la actualidad, no hay un solo hueco en el territorio para un nuevo título minero”, precisó Pinzón.
Aunque las concesiones forestales campesinas no incluyen la minería, el abogado de la FCDS considera que el Gobierno debe conciliar con las comunidades para transformar la actividad hacia un modelo mucho más sostenible.
“Hay que dignificar las condiciones de vida de los campesinos y encontrar un punto de equilibrio para que desarrollen la actividad, pero de una manera que no siga deteriorando los recursos naturales”.
Para el experto, consolidar un Distrito de Manejo Integrado en la Serranía de San Lucas abre las puertas para realizar proyectos relacionados con una minería sostenible. “Esta posibilidad ya está planteada y esperamos que muy pronto empiece su consolidación”.
¡A rescatar abejas!
La tarde del martes 29 de octubre fue para el segundo taller de meliponicultura de Ary Campo, una actividad práctica donde los campesinos de Ecoserranía iban a aprender a rescatar las abejas nativas sin aguijón.
“En el taller de septiembre aprendieron tips sobre como rescatar solo los nidos que están en troncos caídos o los que están en pie con problemas fitosanitarios y que podrían causarle la muerte de las abejas”, mencionó el biólogo.
Luego de almorzar, los 15 socios de Ecoserranía se dirigieron hacia una zona al aire libre de la finca La Oculta para armar dos cajas tecnificadas con los trozos de madera que fueron perfeccionados por Marlon y Emilio.
Previamente, Patricia Galeano y Joser Klisman Jaramillo, uno de sus hijos y miembro de la asociación, identificaron dos nidos en el bosque de la finca que requerían de un rescate debido a las condiciones en las que se encontraban, poniendo en riesgo a estos grandes polinizadores.
Durante aproximadamente una hora, los hombres de Ecoserranía que asistieron al taller utilizaron varios martillos, serruchos y puntillas para armar las dos cajas: cada una de 23 por 23 centímetros y con cuatro gavetas, una base y una tapa.
Ary les contó que el rescate de las abejas es una cirugía en medio del bosque que inicia con la transformación de la madera en esas pequeñas cajas, nuevo hogar de las abejas. “Me puse muy contento al evidenciar que los campesinos cuidan mucho a las abejas”.
Un árbol con un evidente daño fitosanitario en su tronco y ubicado a pocos metros de una quebrada de aguas cristalinas, fue seleccionado como el primer sitio para hacer el rescate de abejas. Antes de llegar, Campo les recomendó guardar silencio para no alterarlas.
Las abejas angelitas de este árbol, una especie que se encuentra desde México hasta el sur de Brasil, corrían un gran peligro por el avanzado deterioro del trono. “Era necesario retirar el nido antes de que el árbol se cayera y afectara a los insectos”.
La cirugía empezó con una serie de cortes meticulosos de una motosierra alrededor de una amplia zona donde estaba la piquera. Campo, con un ojo clínico, dirigió esta intervención para evitar afectaciones en el nido de la reina.
“Hay que ser muy cuidadosos porque un corte mal hecho puede matar a la reina y la colmena llegaría a su fin. En este árbol nos demoramos más de una hora rescatando la colmena, la cual fue reubicada dentro de la caja tecnificada que fue tapada al final del procedimiento”.
Eunice Quitta, una costeña de piel morena, se encargó de recoger parte de la miel y el propóleo que salió durante este rescate. “La miel de estas abejas sin aguijón es un producto muy saludable para endulzar las bebidas y además es bendita para mejorar la visión”.
Varios de los campesinos de Ecoserranía se aplicaron gotas de esta miel en sus ojos, una sustancia que los hizo llorar durante varios minutos. “El dolor vale la pena. Los ojos se aclaran mucho, salen muchas lagañas y vemos mejor”, apuntó la campesina morena.
Para llegar al segundo sitio del rescate de abejas nativas sin aguijón, los campesinos recorrieron durante varios minutos una montaña empinada desde donde se aprecia el denso verde y la niebla del bosque de la Serranía de San Lucas.
Días antes del taller, Patricia identificó la colmena en el tronco de un árbol de la especie chanul que estaba muerto en pie. Las ramas ya no tenían hojas y el tronco estaba bastante deteriorado; las abejas nativas corrían peligro.
El biólogo de la FCDS inspeccionó detalladamente el individuo arbóreo sin vida. Luego de ubicar la piquera, evidenció que antes de hacer el rescate era necesario talar la parte superior del tronco. “Sabía que el nido era grande y por eso el procedimiento debía ser con el tronco en forma horizontal”.
Anderson cogió la motosierra para hacer la tala. En el pedazo del tronco donde estaban las abejas, fue necesario hacer varios cortes porque el nido no aparecía. Según Campo, el procedimiento fue bastante dispendioso, pero al final identificó un nido grande de angelitas.
El nido, con una reina y varias princesas, fue reubicado en la caja tecnificada. La estructura de madera fue dejada durante casi una hora sobre el tronco talado para que ingresara la mayor cantidad de abejas nativas.
Las dos cajas tecnificadas fueron dispuestas en un sitio seguro dentro de la finca de Patricia, es decir donde no se vieran afectadas por otros animales como termitas, hormigas, vacas, gallinas, perros o gatos.
“Quedé muy contenta con estos dos hogares para nuestras hermosas abejas. Ary me recomendó ubicar las cajas en zonas alejadas de los animales domésticos y el ganado y donde no les dé directamente el sol ni tengan mucha sombra”, dijo la dueña de La Oculta.
Lecciones para el futuro
El segundo taller de fortalecimiento de capacidades de la FCDS con Ecoserranía, actividad que hace parte de un proyecto con el Fondo Noruego para los Derechos Humanos (FNDH), les dejó grandes aprendizajes a los campesinos de la asociación.
A Emilio García, coordinador de la línea de viveros, la capacitación sobre concesiones forestales campesinas le permitió saber que los campesinos que habitan en las Reservas Forestales de la Ley 2ª de 1959 tienen derechos sobre la tierra.
“Nosotros llevamos seis años trabajando el aprovechamiento sostenible del bosque, uno de los requisitos de estas concesiones. Hemos aprendido que no solamente podemos vivir de la madera; hay recursos no maderables que nos pueden dar más garantías y ganancias”.
Marlon Galeano indicó que lleva varios años estudiando el modelo de estas concesiones forestales en Petén (Guatemala), algo que sueña replicar en las dos veredas de Segovia donde trabaja la asociación.
“Es la mejor forma de hacer bien las cosas porque las comunidades se sienten dueñas y empoderadas de su territorio y así defienden los recursos naturales. Con la FCDS entendimos mejor este modelo que nos va a favorecer por estar en el núcleo de desarrollo forestal de la Serranía de San Lucas”.
El líder de Ecoserranía expresó que los campesinos entendieron un poco más sobre el futuro de la minería en la zona. “El abogado de la fundación hizo varias aclaraciones sobre este tema y todo lo que conlleva estar en una de las zonas de la Ley 2ª de 1959”.
En cuanto al taller de meliponicultura, Galeano pudo corroborar el gran entusiasmo que hay en la comunidad por trabajar de una manera sostenible en la cría de las abejas nativas sin aguijón que habitan en los bosques.
“Aprender a hacer los rescates nos va a permitir aumentar la reproducción de estas abejas y a mediano plazo trabajar en una nueva línea de negocio con las comunidades distinta a la minería y el aprovechamiento de la madera”.
Emilio fortaleció los conocimientos que tenía sobre los grandes polinizadores del planeta. “En el taller aprendimos que las abejas nos ayudan a polinizar nuestros cultivos y que al tener colmenas en las fincas, podemos generar una nueva actividad económica en el futuro”.
Anderson Hernández considera que, con la cría de abejas nativas sin aguijón en los bosques de Segovia, la comunidad puede consolidar proyectos que van a beneficiar al medio ambiente y la economía campesina.
“Aprendimos que al rescatar las abejas que están en peligro, beneficiamos a la naturaleza y podemos hacer un aprovechamiento sostenible que no genera daños. Es un 50/50 donde todos ganamos y le retribuimos algo al bosque”.
Por último, Karen Meléndez, secretaria de Ecoserranía, precisó que la meliponicultura será el nuevo frente de trabajo en la comunidad. “Cuidar a las abejas nos permitirá contar con más bosque y empezar a consolidar nuevas actividades económicas”.
Al finalizar el segundo taller de fortalecimiento de capacidades con los guardianes de la Serranía de San Lucas, Pinzón y Campo pasaron una noche tranquila en la casa de Patricia. Primero comieron unos frijoles paisas y luego conversaron varias horas con Marlon sobre las principales lecciones que dejó la actividad.
“Hay mucho por hacer en este territorio de Segovia. Lo más importante es que cuentan con personas comprometidas y muy interesadas en aprender y sacar adelante nuevos proyectos. La FCDS los seguirá asesorando para que sigan cuidando y aprovechando sosteniblemente el bosque”.
El miércoles 30 de noviembre, los expedicionarios madrugaron para repetir su largo viaje de dos días en mula y camioneta desde El Tamar hasta el área metropolitana del Valle de Aburrá. En el aeropuerto de Rionegro, antes de subirse al avión que los llevaría a Bogotá, se despidieron de Marlon y le aseguraron que la fundación también se ha fortalecido con los dos talleres realizados.
“Esperamos regresar pronto para continuar trabajando mancomunadamente con los campesinos de la asociación, guardianes del bosque que quieren dar marcha a otras actividades económicas que no degraden tanto los recursos naturales. Hemos aprendido mucho sobre su experiencia en el aprovechamiento de productos no maderables y el arraigo minero de la zona”.