Llegamos al final de este año y es bueno recapitular, pues hay grandes retos para 2024. Hemos asistido al año mas caliente registrado en muchos años, y la tendencia a subir más de 1,5 grados a nivel planetario con respecto a niveles preindustriales, se vuelve irreversible. ¿Cómo adaptarnos, usando nuestras ventajas comparativas?
En esta noche de Navidad quiero evocar la potencialidad de nuestro país para entrar en una tendencia de paz con el ambiente a través del turismo ecológico, sostenible y socialmente incluyente de una relación armónica con nuestros recursos naturales, con los valores culturales de los territorios, en fin, con todo aquello que constituye ese enorme patrimonio cultural y natural de nuestro país, que nos hace únicos, distinguibles en el resto del planeta.
Empezando por las costas, cuyo potencial turístico es enorme, será necesario trabajar en una cultura de limpieza, manejo de basuras, reciclaje, respeto de áreas públicas, seguridad, participación local en la prestación de servicios, zonificación de usos, en fin, todo aquello que compense esa belleza natural con un ordenamiento de usos que sea cumplido, y entendido no como imposición, sino como ventaja comparativa.
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Las playas en grandes centros de turismo, ya sea en el trópico o en el mediterráneo, no se conciben hoy con esas toneladas de basura, puertos de Carbón (¡!!) plásticos, yates en medio de las zonas públicas, “guerras” de pick-up, y ausencia de monitoreo en la calidad de agua para bañistas.
Para solo citar un ejemplo, las playas de Santa Marta,( y así desde La Guajira hasta Coveñas) podrían ser un piloto de transición a un manejo sostenible de playas públicas.
El turismo internacional tiene hoy una demanda creciente por áreas de ecoturismo e inclusión social; el ministro Umaña y el sector privado han buscado dar pasos seguros para que seamos una opción en el contexto internacional.
Pero, muchos de estos turistas requieren, entre otras cosas, de una infraestructura que va mas allá de los hoteles y medios de transporte local.
El desarrollo de senderos para caminantes, debidamente señalizados, donde además de la identificación de paisajes, vegetación, fauna, sitios culturales e históricos, comunidades y cultura local descrita requiere de un involucramiento activo de los grupos sociales de cada región, donde su apropiación sea parte del interés para los visitantes.
Allí se requiere un esfuerzo rápido, de municipios y departamentos, para montar y ofrecer rutas seguras, identificadas, con prestadores de servicios locales principalmente, capacitados, con manuales, guías, cartografía, así como la construcción de cientos de kilómetros de senderos, que hagan a Colombia un país para esta actividad.
Algunos parques nacionales y regionales han avanzado en este sentido, pero es aún insuficiente, pues los paisajes donde la cultura campesina es nuestro gran patrimonio, deben ser rápidamente apoyados en este rubro económico que diversifica y fortalece su economía.
El paisaje cultural cafetero es una excelente referencia, como podría serlo el paisaje del piedemonte llanero, o el del macizo, o sabanas del Sinú.
La ganadería jugará un papel importante en esa reconversión de uso general que se requiere en este acuerdo de país.
Veremos si finalmente despega el plan nacional de reconversión ganadera, donde los modelos de silvopastoreo sean una condición vinculante para la asistencia técnica estatal, así como los procedimientos de préstamos bancarios de banca privada y estatal, para cualquier área del territorio nacional.
La premisa, debe ser el incremento de productividad y la reducción del área ganadera, asi como la liberación de suelos para actividades agropecuarias intensivas o para zonas de conservación y servicios ambientales.
Ese paisaje, puede estar inspirado en el movimiento de ganadería sostenible de sabanas en el Casanare, donde hay una experiencia maravillosa e inspiradora.
Para el caso de los páramos, los manglares del Pacifico, el piedemonte amazónico, las sabanas de la Orinoquia, en fin, en cada rincón del país, hay donde y cómo montar emprendimientos comunitarios así como en asociaciones públicas y con privados, que disparen este potencial, rápidamente.
Y aquí, llegamos, al punto donde muchos de quienes están leyendo esta columna, ya habrán dicho: “y la seguridad”?. Si, la seguridad es un tema crítico, donde nada de lo anterior, podrá ser una realidad, si no hay cambios estructurales en este sentido.
Gran cantidad de áreas de potencial turístico, son hoy rutas del narcotráfico, explotación minera, tráfico de personas, armas, secuestrados, o grandes proyectos económicos que amenazan el patrimonio natural y por ende de gran conflictividad social. Grupos armados, se disputan ferozmente varias de estas zonas.
El caso más emblemático, es lo que sucede en los Parques Nacionales de Colombia. Un país que no tiene control, presencia continua e inversión proporcional sobre una porción de territorio tan grande e importante, es inviable aún.
Por eso, los actores armados los pelean ferozmente, y algunos sectores privados siguen buscando su apropiación, a costa de la vida y seguridad de comunidades, funcionarios e instituciones.
La paz ambiental es seguridad para las comunidades y los territorios, y prosperidad económica incluyente. Esperemos que 2024 sea el año para un acuerdo entre todos los actores, sobre este bien común.