Campesinos del núcleo 1 del Bajo Caguán, una zona selvática de Cartagena del Chairá que limita con el Chiribiquete, trabajan con la FCDS en el desarrollo de 202 proyectos que les permiten conservar y aprovechar sosteniblemente los bosques. Bitácora de un viaje por esta tierra caqueteña que durante décadas estuvo sumergida en el olvido.
Las manecillas del reloj marcaban las 5:30 de la mañana. El sol aún permanecía oculto y la ciudad de Florencia estaba gobernada por la penumbra de la madrugada, el canto de las aves y una brisa más bien húmeda y fresca.
El pasado martes 14 de marzo, profesionales de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) y el programa Amazonía Mía se encontraron en una esquina del centro de la capital del Caquetá para adentrarse durante varios días en las entrañas de la selva amazónica.
En los platones de dos camionetas blancas metieron calendarios enrollados, mapas y cajas con papelería, insumos que les iban a repartir a las familias campesinas de las 16 veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán que participan en un proyecto de forestería comunitaria.
Los carros encendieron sus motores antes de las seis de la mañana y salieron de Florencia. Una carretera de 121,5 kilómetros los conduciría hasta el casco urbano de Cartagena del Chairá, donde luego navegarían por las aguas carmelitas del río Caguán en una lancha con motor.
Luego de pasar por los municipios de La Montañita y El Paujil, el bosque amazónico empezó a palidecer en el paisaje. Extensos potreros con pocas vacas y un suelo rojo totalmente desnudo, revelaron que la ganadería extensiva es la principal actividad económica de la zona.
Cementerios de árboles, algunos talados y otros chamuscados por incendios forestales provocados intencionalmente, y camiones llenos de vacas, fueron el común denominador del recorrido de más de dos horas y media por la vía pavimentada.
El olor a la boñiga del ganado se metía por las ventanas de las camionetas y las señales de tránsito advertían peligro por el alto flujo de vacas en la zona. La esperanza apareció en los morichales que crecen en los humedales y cuerpos de agua que hay en medio de los pastizales.
El panorama desalentador ratifica los balances de deforestación que el Gobierno Nacional revela cada año, informes donde Cartagena del Chairá y Caquetá aparecen en los primeros lugares de los municipios y departamentos con mayor pérdida de bosque en el país.
A navegar por el Caguán
Pasadas las nueve de la mañana, la comitiva llegó al muelle principal de Cartagena del Chairá, donde decenas de lanchas, chalupas y planchones se encargan de transportar personas y mercancías hacia lo más profundo del Caguán.
Asotaxi del Caguán es la empresa que presta el servicio de transporte por los 630 kilómetros del río Caguán, un cuerpo de agua con una cuenca de más de 14.000 kilómetros cuadrados que abarcan tres municipios del Caquetá.
Un tablero de color rojo, azul y blanco revela las cuatro rutas náuticas que van hacia las principales veredas del Bajo Caguán, como Remolinos, Santo Domingo, Monserrate y Cristales. Los precios son elevados: a la más lejana el pasaje bordea los 180.000 pesos.
Emilio Rodríguez, coordinador del grupo de Medios de Vida Sostenible de la FCDS, y Lorenzo Vargas, coordinador regional de la fundación en Caquetá, atendieron una reunión con varios líderes de las juntas comunales en el casco urbano del municipio.
Mientras tanto, los demás profesionales hicieron las últimas compras para el viaje en lancha, un recorrido que podía durar hasta más de seis horas. También disfrutaron del paisaje bañado por las carmelitas aguas del río y los frondosos árboles donde las iguanas se asolean en las ramas.
La pesca luce insípida en el principal muelle o puerto de Cartagena del Chairá. En las dos horas que la comitiva estuvo en el lugar, solo aparecieron tres personas cargando peces de gran tamaño. Las atarrayas y anzuelos brillaron por su ausencia.
Manuel Beltrán y su hijo Mauricio, dos habitantes del pueblo, esperaban con ansias encender el motor de El Tulipán para adentrarse en las entrañas del Bajo Caguán, una embarcación blanca con sillas rojas y cubierta por un techo plástico.
“Llevo más de 10 años navegando por este río carmelito que en el pasado no se podía transitar por el conflicto armado. Aunque mucho bosque ha desaparecido de las orillas, el paisaje que verán durante el recorrido es hermoso”, dijo don Manuel.
Padre e hijo acompañarían a la comitiva de la FCDS y Amazonía Mía hasta el viernes 17 de marzo, es decir que serían sus ojos y oídos por el río durante cuatro días. “Lo más valioso de esta zona del Caquetá es su gente, en especial la que ahora está cuidando el bosque”.
Inicia el viaje náutico
A las 11 de la mañana, bajo un sol intenso y picante, El Tulipán ya estaba listo para el viaje. Las primeras filas de sillas rojas fueron ocupadas por los profesionales y en las traseras organizaron los equipajes y el material que le entregarían a los campesinos del Bajo Caguán.
“El objetivo de hoy es llegar a las cinco de la tarde a Santo Domingo, una de las 16 veredas del Bajo Caguán donde trabajamos el proyecto de forestería comunitaria con el apoyo del gobierno de Noruega y el programa Amazonía Mía”, informó Rodríguez.
La lancha prendió motores e inició su largo recorrido por el río Caguán. A los pocos minutos, otros dos muelles aparecieron en el panorama: uno para las remesas, como los habitantes de la zona llaman a las mercancías, y otro para el ganado.
“A los planchones donde meten al ganado les caben hasta 100 vacas, animales que viajan durante días por el río hasta llegar a las veredas más lejanas del Bajo Caguán. El de las remesas dura en promedio cuatro días recorriendo la zona”, aseguró don Manuel.
Durante las primeras dos horas de viaje, tiempo en el que el conductor puso varios clásicos de vallenato antiguo y rancheras en un viejo radio de la lancha, el bosque desapareció a ratos de las orillas del río Caguán y dejó ver extensas fincas con unas cuantas vacas y caballos.
Las montañas que se divisan a lo lejos tampoco se salvan del accionar de la deforestación. La mayoría lucen desprovistas de selva, peladas y con cicatrices rojas, un color que índica la acidez del suelo caqueteño.
Cartagena del Chairá tiene más de 140 veredas distribuidas en 10 núcleos en su zona rural. “El núcleo 1, ubicado en el sur del departamento y donde desarrollamos el proyecto de forestería comunitaria, es donde más se conserva el bosque. En los demás, la ganadería salta a la vista”, indicó Vargas, el coordinador regional de la FCDS en Caquetá.
El río Caguán muestra evidencias del inicio de la temporada de lluvias, como grandes troncos flotando en sus aguas y espumas que a simple vista parecen muestras de contaminación, pero que en realidad son la descomposición de la materia orgánica.
“El verano estuvo muy fuerte desde diciembre, meses en los que era muy difícil navegar por el río debido a los bancos de arena. Ahora ya recuperó su caudal, pero toca manejar con mucho cuidado por los troncos de los árboles”, aseguró el conductor de El Tulipán.
Los planchones con vacas y mercancías son las únicas embarcaciones que navegan por esta parte del Caguán. El ganado bebe el agua carmelita de este titán hídrico que desemboca en el poderoso río Caquetá, en territorios del departamento del Putumayo.
Explosión boscosa
Entre más se acerca El Tulipán a su destino final, es decir a la vereda Santo Domingo, el bosque se torna más denso. Desde la embarcación es fácil ver árboles centenarios con más de 30 metros de altura, algunos con los nidos de los mochileros en sus ramas.
Los yarumos, árboles con un tronco derecho y hueco, corteza lisa, grandes cicatrices circulares y hojas que forman un parasol en el dosel, abundan en la zona. En los troncos de las orillas del río Caguán aparecen las primeras tortugas terecay asoleando sus caparazones.
En la vereda El Barro, un retén de la Infantería de Marina hace que Manuel baje la velocidad de la lancha y se dirija hacia la orilla. Mauricio, su hijo, se encarga de maniobrar la embarcación para que llegue al sitio exacto.
Luego de unos minutos de conversación, donde los militares preguntaron sobre el propósito de la visita y les pidieron las cédulas a los tripulantes, El Tulipán siguió su recorrido por la explosión boscosa del Caguán.
A media hora del retén, una vereda muestra los impactos de la presencia humana en la selva: una montaña pelada, con vacas negras y blancas bebiendo el agua del río en las orillas, y algunas casas de madera y cultivos de plátano, aparecen en el paisaje.
La lancha sigue su rumbo y a las tres horas de recorrido llega a un pueblo en ruinas. Se trata de Peñas Coloradas, un sitio que en el pasado fue uno de los más poblados del Caguán y donde la comunidad campesina debió desplazarse por los enfrentamientos entre las FARC y el Ejército.
Uniformados de la Fuerza de Tarea Conjunta ‘Omega’ son los únicos habitantes del lugar. “Toda embarcación que pase por Peñas Coloradas tiene que detenerse en este sitio para una revisión por parte del Ejército”, cuenta el conductor de la lancha.
Las garzas de plumaje blanco inmaculado se esconden en la vegetación de los árboles para protegerse de un fuerte aguacero que viene desde el norte del municipio caqueteño. La lancha acelera su paso para llegar rápido a la siguiente vereda.
Sitio histórico
Tras cinco horas de viaje por el río Caguán, El Tulipán llegó a Remolinos del Caguán, una vereda que durante décadas fue uno de los principales santuarios de las FARC y el mayor epicentro del comercio de la coca.
La comisión de la FCDS y Amazonia Mía desciende de la lancha y se dirige a uno de los restaurantes de la vereda. El cielo está totalmente encapotado y grisáceo y toda la zona ya huele a lluvia.
En el corazón del pueblo, el más desarrollado del Bajo Caguán, sobrevive el monumento de las FARC, una familia de tres personas aferradas al mapa de Colombia pintado con el amarillo, azul y rojo de la bandera nacional.
Mientras almorzaban una sopa de plátano y un plato fuerte conformado por pollo, arroz y yuca, la comitiva presenció un aguacero apoteósico que inundó los frentes de las casas y desprendió varias hojas de los árboles.
Cuando la lluvia calmó un poco su intensidad, regresaron a la embarcación. El denso verde del paisaje que rodea las orillas del río sirvió como indicador de la llegada al núcleo 1 del Bajo Caguán, el sitio donde más sobrevive el bosque en pie.
“Este núcleo está conformado por 16 veredas: Peñas Rojas, Las Palmas, El Guamo, Brasilia, Santo Domingo, Zabaleta, Caño Santo Domingo, Santa Helena, Nápoles, Monserrate, Convenio, Buena Vista, Caño Negro, Quillas, Cuba y Naranjales”, afirmó Rodríguez.
Luego de pasar por la vereda Monserrate, los expertos de la FCDS le anunciaron a la tripulación que estaban cerca de su destino final: Santo Domingo. “En media hora estaremos en esta vereda, así que podemos decir que el recorrido fue de aproximadamente seis horas”.
Desconectados
A las cinco de la tarde, la lancha llegó a la vereda Santo Domingo, sitio que los recibió con el concierto musical de decenas de monos ardilla que estaban camuflados en lo más alto de los árboles.
En el muelle, conformado por un planchón y varios escalones de madera, los esperaban las 13 personas que conforman el equipo de forestería comunitaria de la FCDS en el Bajo Caguán, siete profesionales y seis técnicos locales, estos últimos habitantes de las veredas de la zona.
“Este es el equipo que se encarga de apoyar a las familias del Bajo Caguán que están desarrollando sus proyectos de bosques productivos. Los técnicos siempre están en territorio, lo que nos ha permitido generar lazos de confianza en la comunidad”, precisó Vargas.
La comisión caminó durante unos minutos hacia la residencia de Mary Jenny, una casa amplia en madera y pintada de rosado que cuenta con más de 30 habitaciones para las personas que visitan el territorio.
Los celulares no tenían señal y muchos estaban a punto de descargarse. “Acá la planta de luz solo funciona entre las seis y ocho de la noche. Mientras llega la luz, es mejor que descarguen el equipaje y se vayan organizando en las habitaciones”, dijo la dueña de la residencia.
La mayoría de las casas de Santo Domingo tienen paneles solares, pero sus dueños solo utilizan esa luz para lo más básico, como mantener encendidas las neveras. “Para chatear en los celulares hay que comprar pines de internet. Les recomiendo ir a la tienda de Tiberio Páez”, informó uno de los miembros del equipo de la FCDS.
Después de organizar el equipaje en las habitaciones, la comisión fue a la tienda de don Tiberio para conectarse y anunciarles a sus familiares y conocidos que estaban bien y que el recorrido por el río Caguán estuvo libre de percances.
Durante las tres horas que Santo Domingo estuvo iluminada por la luz de la planta eléctrica, el equipo de la FCDS se reunió con varios líderes de las juntas para ultimar los detalles de la socialización de los 122 proyectos de bosques productivos que fueron aprobados durante la segunda convocatoria de la iniciativa de forestería comunitaria.
“Tenemos una agenda apretada. Mañana miércoles 15 de marzo vamos a socializar en la vereda El Guamo, el jueves en Santo Domingo y el viernes en Monserrate. Esperamos contar con la presencia de aproximadamente 200 personas”, indicó Rodríguez.
Terminadas las reuniones y con el pueblo gobernado por la penumbra de la noche, la comisión se refugió en la residencia de Mary Jenny para dormir y descansar. En Santo Domingo solo se escuchaban los cantos de las ranas.
Inicia la socialización
A las tres de la mañana del miércoles 15 de marzo, decenas de gallos de pelea empezaron a cantar y acabaron con el silencio de la madrugada. Con el paso de las horas y la algarabía de estas aves, los profesionales y técnicos salieron de sus habitaciones para arreglarse.
Se bañaron y alistaron sin luz. A las seis de la mañana, acompañados por una llovizna tenue, se volvieron a embarcar en El Tulipán para dirigirse a El Guamo, vereda donde se realizaría la primera jornada de socialización con las comunidades campesinas.
El recorrido, de casi una hora, estuvo opaco por el comportamiento del clima. Sin embargo, dejó ver la belleza del denso bosque que cubre las veredas más apartadas del núcleo 1 del Bajo Caguán, como Peñas Rojas, Las Palmas, El Guamo y Brasilia.
La comunidad estaba citada a las nueve de la mañana en el salón de reuniones de El Guamo, desde donde se aprecia el río Caguán en toda su majestuosidad. Sin embargo, debido a la lluvia, los campesinos llegaron bien entradas las 10.
Cerca de 30 campesinos se organizaron en las sillas del salón. Emilio Rodríguez, coordinador del grupo de Medios de Vida Sostenible de la FCDS, tomó la vocería para informarles el orden del día.
“Primero vamos a recordar un poco de qué se trata el proyecto de bosques productivos y forestería comunitaria, iniciativa financiada por el gobierno de Noruega y Amazonia Mía que busca el mejoramiento de las condiciones ambientales y el fomento de modelos productivos sostenibles”.
Rodríguez informó que, en la primera convocatoria del proyecto realizada en 2021, fueron aprobados 80 proyectos de la comunidad del Bajo Caguán sobre enriquecimiento del bosque, transformación y comercialización de productos no maderables, sistemas agroforestales, cercas vivas y meliponicultura.
“En la segunda convocatoria fueron visibilizados 122 proyectos. Hoy ustedes van a firmar el acta donde se comprometen a implementar el proyecto en las condiciones que fue aprobado y conservar las áreas de bosque existentes en sus fincas”.
Los campesinos escucharon atentos la información dada por la FCDS y algunos tomaron apuntes. “Lo que queremos es vivir del bosque, es decir cuidarlo y aprovecharlo sosteniblemente. Voy a trabajar en un corredor de bosque productivo, iniciativa que me tiene muy contenta”, dijo Berenice Murcia, habitante de El Guamo.
Insumos por compromisos
Las familias campesinas leyeron atentamente el acta de compromiso antes de firmarla. Pero como algunos no saben leer y escribir, Lorenzo Vargas, coordinador regional de la FCDS en Caquetá, leyó el contenido general.
“Además de conservar el bosque en sus fincas, se comprometen a que los insumos suministrados serán únicamente utilizados para el cumplimiento del proyecto; a recibir visitas de acompañamiento técnico de seguimiento; acoger las recomendaciones; y aportar la mano de obra requerida”.
Entre los insumos que reciben los campesinos están un kit solar (panel solar), alambres para cerca eléctrica, postes plásticos, plántulas (como ahumado, nogal, asaí, maraco y zapote), fertilizante, herramientas y pagos por los jornales de la mano de obra.
“El o los productores del proyecto aceptan que los insumos han sido adquiridos con recursos de cooperación internacional y en ese sentido se sujetan a las reglas de los mismos. Sus aportes de tiempo y trabajo son esenciales para la adecuada ejecución del proyecto”.
Rodríguez complementó que este proyecto de forestería comunitaria también tiene como objetivo desarrollar conjuntamente con la FCDS un ejercicio de planificación predial sostenible en las fincas campesinas como una herramienta para el manejo y ejecución de las inversiones.
“Además, con este proyecto buscamos que el Bajo Caguán cuente con un plan de manejo forestal que contenga las especies potenciales del bosque que se pueden aprovechar. Vamos a trabajar juntos en la formulación de dicho plan para luego tramitar el permiso de aprovechamiento ante la autoridad ambiental”.
Luego de firmar y compartir un almuerzo tradicional de la zona, los campesinos de las veredas más apartadas del Bajo Caguán volvieron a sus fincas en varias lanchas y el equipo de la FCDS y Amazonia Mía regresó en la lancha a Santo Domingo para preparar la segunda jornada de socialización.
Asistencia masiva
El bingo es la actividad favorita de los habitantes de Santo Domingo durante las horas de la noche que hay servicio de luz. La tienda de Tiberio Páez es el principal escenario de luego, donde sacan una pequeña tómbola, un tablero y varios cartones.
Los fines de semana, cuando la comunidad descansa del trabajo en el campo o el comercio, las peleas de gallos son el mayor pasatiempo. Una gallera ubicada en el frente de la discoteca de la vereda es el punto de encuentro.
Luego del concierto de los gallos durante la madrugada del jueves 16 de marzo, la comitiva de expertos llegó a este escenario de entretenimiento para preparar la segunda socialización de los proyectos de bosques productivos del Bajo Caguán.
Hacia las nueve de la mañana, con sus hijos ya estudiando en la escuela de la vereda, aparecieron los primeros campesinos de Santo Domingo. Una hora después, llegaron en lanchas los habitantes de Zabaleta, Caño Santo Domingo, Santa Helena y Nápoles.
Más de 60 personas se aglomeraron en la discoteca del pueblo para conocer los detalles de la segunda convocatoria de la FCDS en el Bajo Caguán. Rodríguez y Vargas repitieron la logística realizada en El Guamo, es decir la charla sobre forestería y la lectura de las actas de compromiso.
Algunos campesinos alzaron su voz porque sus proyectos no fueron aprobados o porque no alcanzaron a presentarlos. Los expertos los calmaron asegurando que se realizarán nuevas visitas en las fincas y que posiblemente habrá más convocatorias.
“El proyecto de forestería comunitaria ha sido bastante exitoso. Así lo demuestran los 202 que llevamos aprobados, 80 en la primera convocatoria y 122 en la segunda. Estamos seguros que más personas tendrán la oportunidad de participar”.
Mientras se realizaba la socialización, decenas de tortugas terecay salieron de las carmelitas aguas del río Caguán y se subieron sobre los troncos de las orillas. Los monos ardilla revoloteaban en las copas de los árboles buscando guamas para comer.
A las dos de la tarde, después de almorzar en el restaurante de la esposa de don Tiberio, el tendero más conocido de Santo Domingo, la comisión se embarcó en El Tulipán y cogió rumbo hacia la vereda Monserrate.
Sitio crítico
El paisaje en Monserrate es atípico al de las demás veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán. Los árboles de gran porte brillan por su ausencia, no se divisan tantas terecay en las orillas del río y los micos no se escuchan.
Desde el principal caserío de la vereda, a donde llegaron los profesionales y técnicos de la FCDS y Amazonia Mía, únicamente se divisan extensos potreros ganaderos. La cancha donde los niños y jóvenes juegan fútbol, solo cuenta con un árbol con varios nidos de los mochileros.
“Monserrate es la vereda del núcleo 1 más deforestada por la actividad ganadera. Sin embargo, hay muchos campesinos que quieren hacer un cambio hacia las actividades más sostenibles y por eso estamos trabajando con ellos”, mencionó Vargas.
Además, es la única vereda de esta zona del Caguán donde se puede llegar al casco urbano de Cartagena del Chairá por tierra, un viaje de cuatro horas a través de una carretera destapada y polvorienta.
La comisión se hospedó en la residencia de Maribel, una casa de dos pisos en madera con más de 30 habitaciones. El pueblo tampoco tenía servicio de luz, pero un cielo estrellado sin Luna sirvió como entretenimiento nocturno.
A las ocho de la mañana del viernes 17 de marzo, la comitiva llegó al restaurante de Maribel para desayunar cancharinas, unas arepuelas fritas de maíz, huevo y azúcar que son conocidas como el principal plato típico de la zona.
Una hora después, una discoteca del pueblo ubicada a pocos metros del río Caguán recibió a más de 70 campesinos de las veredas Monserrate, Convenio, Buena Vista, Caño Negro, Quillas, Cuba y Naranjales.
En esta socialización, Andrés Valencia y Erika Andrea Cardona, técnicos de la FCDS que viven en Monserrate, fueron los encargados de contarle a la comunidad todos los detalles de la segunda fase del proyecto de forestería en el Bajo Caguán.
“Una de las principales razones del éxito de este proyecto en la zona es que les hemos dado oportunidades laborales a las personas de las veredas, jóvenes que fueron capacitados por nosotros y están todo el tiempo en el territorio”, manifestó Rodríguez.
Todos los asistentes firmaron las actas de compromiso y regresaron a sus casas con las ansias de empezar a trabajar en sus proyectos de bosques productivos. “En las próximas semanas vamos a llevarles los primeros insumos para que comiencen con sus iniciativas”.
Balance positivo
A la una de la tarde, El Tulipán prendió su motor para llevar a la comitiva hasta el casco urbano de Cartagena del Chairá, donde los profesionales pasarían la noche y en la mañana del sábado 18 de marzo algunos madrugarían para regresar por tierra a Florencia.
Esta vez el recorrido fue más corto, tal vez por las ganas de volver a ver y hablar con sus familiares o informar el balance positivo que dejaron las tres jornadas de socialización en el núcleo 1 del Bajo Caguán.
El sol estaba redondo y en toda la mitad de un cielo pintado completamente de azul. Por eso, durante el regreso aparecieron una cantidad enorme de tortugas terecay asoleándose en las playas de arenas blancas del río Caguán.
Al llegar al casco urbano del municipio caquetense, Emilio Rodríguez y Lorenzo Vargas se reunieron con parte del equipo que los acompañó para agradecer por el compromiso, dedicación y los buenos resultados alcanzados.
“Concretar 202 proyectos de bosques productivos en una zona que durante décadas estuvo sumergida en el conflicto armado y que ha sobrevivido de actividades como la coca y la ganadería, es un éxito rotundo”.
Según Rodríguez, el proyecto de forestería comunitaria de la FCDS abarca un área de impacto superior a las 235.000 hectáreas en Caquetá (Bajo Caguán) y Guaviare (El Capricho). Cuenta con el apoyo financiero del gobierno de Noruega y el programa Amazonia Mía y busca una transformación en la gente.
“El objetivo es que la comunidad campesina pueda descubrir que hay otros sistemas de producción diferentes a los que han venido trabajando hasta ahora, los cuales se basan en tumbar el bosque para incorporar potreros y ganadería”.
Convivir con el bosque para que los campesinos lo puedan aprovechar sosteniblemente es un tema de transformación cultural a largo plazo. “Es una transformación cultural porque un colono no puede decidir por sí solo de la noche a la mañana dejar de ser ganadero o lechero para vivir de los productos no maderables del bosque”.
El espíritu de la forestería comunitaria, además de transformar el paisaje con la recuperación de las áreas de bosque que se han deforestado, es trabajar con las comunidades en explorar nuevos medios de vida a partir del bosque en pie.
“Este proceso que adelantamos en Guaviare y Caquetá también busca mejorar la conectividad que se ha ido perdiendo entre la Serranía de Chiribiquete y el Parque Nacional La Macarena, que viene desde Los Andes y sigue hacia la Amazonia”.
Para el coordinador de la FCDS, una parte importante en esa transformación es no desligar los derechos a usar el bosque con los derechos sobre la tierra. “El bosque que se quiere usar sosteniblemente para generar nuevos medios de vida tiene una relación directa con la tenencia y la propiedad sobre la tierra”.
En estas zonas del Caquetá y Guaviare el común denominador es que no hay una certeza jurídica sobre los derechos de la tierra. Por eso, la FCDS ya trabaja sobre este aspecto con las comunidades campesinas que hacen parte del proyecto de forestería comunitaria.
“Les mostramos cuáles son las rutas que cada uno de ellos, independientemente de la figura de ordenamiento territorial donde se encuentran asentados, tiene que recorrer para llegar a que haya una decisión institucional que les brinde una seguridad jurídica para ellos, sus hijos y nietos”.
Las raíces de la forestería
Vargas, el coordinador regional de la FCDS en Caquetá y quien ha trabajado durante décadas con las comunidades de la Amazonia, conoce a la perfección los detalles que llevaron a desarrollar la forestería comunitaria en el Bajo Caguán.
“En 2017 se realizó un inventario biológico con el Museo de Chicago que arrojó un alto potencial para hacer forestería en el Bajo Caguán. Por eso iniciamos relaciones con la Asociación Campesina Integral Comunitaria del Núcleo 1 de Cartagena del Chairá (ACAICONUCACHA) y cooperación internacional para darle vida a un proyecto”.
La pandemia del coronavirus retrasó la puesta en marcha de la iniciativa. En 2021, recuerda Vargas, se retoman actividades con la asociación y el gobierno de Noruega y luego de socializaron las iniciativas enmarcadas dentro de la forestería comunitaria.
“Planteamos opciones para hacer proyectos individuales o colectivos sobre temáticas como cercas vivas, arreglos agroforestales, transformación de alimentos del bosque, aislamientos y enriquecimiento de las zonas boscosas”.
En la primera convocatoria, la comunidad del Bajo Caguán presentó 250 propuestas, de las cuales 80 fueron aprobadas. “En ese primer ejercicio la gente de la zona estaba muy escéptica debido a los incumplimientos de otras organizaciones”.
Por eso, la FCDS decidió conformar un equipo de profesionales y técnicos que hicieran presencia en el territorio para que las comunidades recibieran una asistencia y capacitaciones constantes durante la puesta en marcha de los proyectos.
“Tenemos un grupo de siete profesionales y seis técnicos locales, estos últimos habitantes de las veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán que fueron formados y ahora hablan de aprovechamiento y uso del bosque y saben manejar un computador, algo que desconocían”.
La presencia constante de la FCDS en la zona arrojó un canal de confianza y comunicación con las comunidades que se vio reflejado en la segunda convocatoria del proyecto de forestería, donde se presentaron 405 propuestas, de las cuales se escogieron 122.
“Ellos sabían que se trataba de un proceso de evaluación, es decir que no cualquier propuesta iba a ser aceptada. Las comunidades reconocen este ejercicio, asumen sus errores y los estamos ayudando a corregirlos”.
Para Vargas, uno de los principales resultados de esta iniciativa que suma 202 proyectos comunitarios es el cambio cultural en los campesinos sobre el bosque. “Ya hablan de aprovechar, conservar, mantener los bosques y que no hay solo una alternativa como la ganadería”.
En 2017, cuando se hizo el inventario, las comunidades desconocían el potencial de especies como el asaí, mil pez, canangucha y sangre toro. “Eso cambió y ahora ven los bosques como un medio de vida; saben que si conservan el bosque en sus fincas tendrán un mejor futuro porque van a vivir de ellos”.
Para nadie es un secreto que el Bajo Caguán tiene una larga historia de conflicto armado y de desconfianza institucional. “Por eso, romper con esa falta de confianza y que la gente ahora está muy entusiasmada con hacer procesos de conservación y uso sostenible, es una ganancia inmensa”.