Colombia es uno de los cinco países del mundo que albergan más del 70 por ciento de los bosques intactos actualmente (junto con Congo, Indonesia, Brasil, Perú, y Papúa Nueva Guinea). Esa extraordinaria condición, aunada a la presencia de grupos indígenas con tradiciones de manejo territorial que aseguran el bosque en pie, su diversidad biológica y regulación climática, hacen de estos territorios un interés mundial para su preservación.
En estos países, y muchos otros con abundantes recursos naturales aun no explorados con toda intensidad por economías legales o ilegales, se están dando tremendos conflictos socioambientales, donde la peor parte la llevan las comunidades ambientales, y los defensores de tierras públicas y comunales.
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La combinación de estos dos factores, ambiente y conflicto, no ha sido tan notoria en nuestra política doméstica. Sin embargo, cuando veo los principales apoyos de otros países a Colombia en el tema de paz, veo que también lo hacen en el componente ambiental.
Es el caso más visible, el de Noruega, que además de apoyar y acompañar exitosamente el proceso con Farc, hoy es baluarte indiscutible del esfuerzo con ELN y EMC. Se puede señalar al igual el esfuerzo de Alemania, como también los que desde el Reino Unido y USA se hacen para darle impulso al acuerdo de 2016.
Muchos escépticos señalan que es una ayuda con doble cara, pues consideran que los intereses económicos para avanzar en negocios de industrias extractivistas, infraestructura, telecomunicaciones u otros negocios gordos son el corazón de su interés.
Sin embargo, cuando vemos el volumen y diversidad de sus economías, y los procesos de transición energética en que están imbuidos, esas hipótesis se debilitan. Colombia es un pequeño país, con gran biodiversidad, bosques bien conservados en pie, y con una posición geoestratégica en la regulación climática.
Los ríos voladores que atraviesan el continente, avanzan en función de la evapotranspiración de los bosques, y el impulso de los vientos Alisios. Una maravilla de evento, que diariamente protege nuestro territorio y nuestro planeta. Entonces, no es casualidad que haya una nutrida agenda de cooperación, con países que viven en el dia a dia, los efectos de este calentamiento global.
Estuve esta semana visitando Noruega y pude tener la oportunidad de reunirme con funcionarios gubernamentales y de la sociedad civil. Fue realmente muy interesante ver el nivel de conocimiento y compromiso en el apoyo a las iniciativas actuales de protección ambiental y de paz.
Ha sido una decisión de gobierno, interpartidista, de varios años, que está siendo, además, apoyada y solicitada por una sociedad civil muy organizada, activa, y comprometida. Algo que, a veces, no es tan usual en nuestro país, infortunadamente.
Encontré, en un evento llamado “Juntos por la paz en Colombia”, un escenario muy interesante, con participación de numerosos grupos, tanto de colombianos como noruegos, unos de gobierno y otros civiles.
La inclusión de lo ambiental como un referente para todos los territorios, de quienes hoy viven la guerra, es una constante, y ha subido en el radar político, tanto de la agenda de conversaciones, como en el apoyo internacional.
Es increíble ver la pasión de esta amalgama de esfuerzos, para trabajar por la construcción de paz ambiental y social, y claro, la seriedad con que un gobierno se toma un asunto de un país distante en el mapa, pero cercano en el corazón.
La participación de la sociedad civil, en el seguimiento a la actividad parlamentaria, es muy interesante. Colegas de la organización Rainforest Norway apoyaron un diálogo con una comisión parlamentaria, interpartidista, que me permitió ver el detalle de conocimiento que hay sobre Colombia, y el entendimiento sobre las complejas soluciones y el plazo para desarrollarlas, más allá del facilismo con el que la política tropical suele hacerlo.
Aquí hay seriedad. Igual, podría decir de un Ministerio de Relaciones Exteriores, siempre dispuesto a seguir con atención cercana las dinámicas de las condiciones en que se manifiesta la conflictividad local, con todos los grupos que hoy se acercan a un escenario de diálogo.
Asi mismo, en la convocatoria internacional, necesaria para darle solidez al proceso, dentro y fuera de nuestras fronteras. Por eso, son garantes.
Como esta, seguramente podré mencionar otras alianzas con países que han estado de tiempo atrás a nuestro lado, y siguen apostando por un futuro diferente.
Vale la pena llamar la atención a una sinergia más potente desde cada ministerio, agencia, u organización, para fortalecer este apoyo que tenemos de países que le apuestan por un futuro diferente a nuestro país.
Entender y reconocer el valor de la sociedad civil organizada y del apoyo internacional, puede ser un buen punto para muchos funcionarios que siguen amarrados en el temor de los prejuicios.
Y es hora también de propiciar el papel que puede jugar una sociedad civil que haga cada vez más parte de las construcciones de transformación, y entenderse más allá del activismo reivindicativo. Un poquito de cada parte en este reconocimiento de corresponsabilidades.