Esta semana concluyó en La Habana la elaboración de importantes documentos con protocolos sobre cese al fuego y el plan de trabajo para el Comité Nacional de Diseño de la Participación.
El proceso, derivado del Acuerdo de México, busca ser diverso en los enfoques políticos de quienes estén allí, amplio en cobertura territorial y sectorial, así como con enfoques de participación en doble vía, y con una premisa importantísima, y es que se delimita conceptualmente en tres grandes ejes: régimen político, modelo económico y situación ambiental. Que bajo estos tres grandes ejes se desarrollen los eventos sobre el diseño de la participación, no solamente es un reto enorme, sino una oportunidad inédita, particularmente para lo ambiental. Es un reconocimiento de que cualquier salida a la crisis del país, en su conflictividad política, social y armada, también deberá pasar por un revisión y cambio en los criterios de decisión pública y de la sociedad en general sobre la relación con el ambiente, con los bienes públicos ambientales y con la responsabilidad planetaria.
Esa relación con el ambiente, que incluye lo cultural, espiritual; que, con la base natural y social, determina las formas de producción, su transformación, su distribución y su goce, es una oportunidad enorme que se abre para planear cómo potencializar y sistematizar los diálogos frente a temas históricamente aplazados, como la zonificación territorial, productiva y ambiental. Y de allí, las formas de producción en el territorio, los derechos sobre los recursos naturales, y por supuesto, el ordenamiento de la propiedad, como resultado de una priorización de este derecho como base para los consensos en el uso y la restricción de los recursos naturales.
Las metodologías que propicien discusiones sobre sostenibilidad, extractivismo, industrialización, transición energética, impactos ambientales de las diferentes prácticas de uso del territorio, incluyendo las legales e ilegales, son una condición necesaria para construir las bases de un acuerdo nacional. Esto dará insumos fundamentales al abordar el punto del ambiente como víctima, señalado también en la agenda concertada.
La diferenciación de las formas de relacionamiento con el ambiente nos permite reconocernos como parte de una nación, en donde todos debemos caber. Es decir, desde los campesinos, agricultores, ganaderos, pescadores, grupos étnicos, mineros, petroleros, ingenieros, economistas y muchos más debemos avanzar en lograr los consensos sobre las necesidades individuales y colectivas frente al uso del territorio nacional, donde los umbrales del colapso están cada vez más cerca.
Esas diferentes formas e intensidad en el uso y protección del ambiente en el país abren diálogos importantes sobre las variantes de control, protección y regulación, donde los procesos de licenciamiento, permisos, monitoreo social e institucional pueden abrir nuevos espacios de regulación de conflictos socioambientales.
Las discusiones sobre la arquitectura institucional, así como sus énfasis y vacíos, pueden verse en sinergia con la actual iniciativa de reforma del Sistema Nacional Ambiental; el cambio de política para la sustitución de economías ilícitas abre una oportunidad para trabajar de la mano con procesos de restauración de ecosistemas. El diálogo sobre la deforestación nos pone a hablar de manera prioritaria de derechos campesinos sobre la tierra, frontera agropecuaria y acaparamiento, así como abre una oportunidad de oro para la restauración de esos bosques, el cambio en el paradigma de producción en zonas de alta sensibilidad y en la adaptación a modelos de buen vivir de comunidades campesinas, indígenas y negras. Las metodologías podrán evaluar cómo apalancar procesos que estén relacionados con leyes, decretos, o iniciativas nuevas, así como lo dispuesto en el Plan de Desarrollo, todo debe sumar para construir país.
Los criterios técnicos de sostenibilidad en el desarrollo de los proyectos de infraestructura, principalmente aquellos que tienen que ver con la infraestructura vial, energética, minera, que están en límites complejos de bloqueo social, así como la revisión de los modelos productivos agropecuarios del país, cuyos ecosistemas evidencian saturación agroquímica y de tendencias a los grandes monocultivos sin mosaicos de paisajes integrados. La oportunidad de discutir, con diferentes actores, por ejemplo, cómo se propone la adopción de políticas vinculantes para el sector ganadero donde la reconversión a sistemas silvopastoriles sea una transición consensuada e irreversible, así como la adopción de determinantes ambientales para su zonificación productiva, siendo esta una salida interesante para acabar con la polarización frente a la actividad.
Actividades propias del conflicto armado y social, como la extracción de oro y coltán y la contaminación de aguas, suelos y biodiversidad; el ataque a oleoductos, torres de energía; la implantación de minas antipersonales en zonas protegidas, territorios étnicos, y demás partes del país; el desarrollo de actividades de cultivo y procesamiento de coca en áreas sensibles ambientalmente; la apertura de vías en zonas con restricción ambiental; la deforestación masiva, la extracción de recursos naturales en territorios étnicos donde se afecta la función ecológica de la propiedad, son, entre muchos, temas que también se deberían poder abordar en el diseño metodológico, pensando en las transformaciones para la paz.
El espectro temático será muy amplio y deberá generarse un modelo metodológico que permita recoger planteamientos que sean aportes para la fase de participación, cuando se pondrán sobre la mesa los planteamientos para generar los insumos de transformaciones para la paz. Por supuesto, se requiere, además, proponer una mirada retrospectiva que pueda ofrecer una revisión de las tendencias multianuales que ha venido teniendo el territorio en sus diferentes variables ambientales, de manera que las discusiones no adolezcan de una perspectiva con contexto robusto, y las proyecciones de tendencia tengan la mejor base de información objetiva posible. Un espacio y oportunidad para que sociedad civil y Estado pongan sus mejores herramientas de información confiable y oportuna sobre la mesa.
Mientras estos temas se abren como una realidad en un proceso de paz, con todo el rigor y seriedad que se le ha dado a este proceso, veo alarmantes noticias. Olas de calor infernal e incendios en Norteamérica y el Caribe; la temperatura superficial del mar en unos picos históricos, con graves consecuencias en ambientes coralinos. En el sur del continente, Uruguay al borde de quedar, literalmente, sin agua. En Europa, las imágenes de gente muriendo por decenas debido al calor, es aterrador. En Asia, calor, lluvias, deslaves, avalanchas y muertos por doquier; Colombia, esperando El Niño, con pronóstico reservado.
Un extraordinario músico y pensador, que me alegró el alma profundamente, preguntaba esta semana: “¿Será que nos alcanzará la vida para solucionar esta forma violenta de arreglar nuestras diferencias a bala y lograr dedicarnos a salvar este mundo que da señales de no aguantar más este ritmo?” Cuenta con ello, haremos el esfuerzo con todo el aliento que brota del alma.
Columna tomada de: https://cambiocolombia.com/puntos-de-vista/necesitamos-mas-sonadores-menos-burocratas