La iniciativa Escucha la Amazonia hace un llamado contundente al próximo presidente de Colombia: los datos corroboran el la necesidad de poner la lupa en esta región de manera urgente, no solo por los efectos asociados a la degradación de los bosques y la destrucción de los ecosistemas, sino por los conflictos y fenómenos que estas dinámicas generan.
Con frecuencia se habla de la oportunidad que la biodiversidad representa para el país. Colombia es el segundo país con mayor diversidad biológica del planeta y tiene el privilegio de estar entre los nueve países que comparten la Amazonía, el bosque tropical más grande y biodiverso del mundo. Sin embargo, esta oportunidad suele examinarse desde el punto de vista de los beneficios que la naturaleza representa para la especie humana o en términos de la gran ventaja para el cumplimiento de compromisos internacionales, asociados a las agendas de cambio climático y protección de la biodiversidad. Poco se profundiza en las razones asociadas a su importancia, a lo definitivo que resulta su mantenimiento para nuestra vida y al camino que nos permitirá asegurar su protección de una forma efectiva.
Un ejemplo de la poca claridad que existe sobre la protección de la biodiversidad está relacionado con la Amazonía colombiana. Esta región representa el 44.3% del país y abarca 10 departamentos, casi la mitad del territorio. Su importancia obedece a múltiples razones: i) es la región que hace posible la vida gracias a la multiplicidad de relaciones y encuentros que se dan entre diversas especies, incluida la humana, que con sus formas de vida y de organización política y cultural contribuye a su preservación; ii) es la región donde nace gran parte del agua que consumimos en las ciudades. Se estima que en todo el bioma amazónico hay 400.000 millones de árboles que, tras procesos de evapotranspiración, forman grandes flujos de agua y producen lluvias a más de 3.000 kilómetros de distancia. El agua que nace en esta selva alimenta la vida de otras regiones, desde los Andes hasta el río de La Plata; iii) es una región fundamental por su capacidad de captura de carbono y su contribución al equilibrio natural del planeta. Según cifras de WWF, los bosques amazónicos retienen entre 90.000 a 140.000 millones de toneladas métricas de carbono.
Pese a esto, múltiples y complejas dinámicas asociadas a una visión de desarrollo depredadora de la naturaleza, aceleran la degradación de sus ecosistemas y la pérdida de su biodiversidad. La transformación del uso del suelo que acompaña estas dinámicas es la principal causa de que la Amazonía tenga la mayor tasa de deforestación del país. Según cifras de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, en los últimos 5 años, el país perdió 1 millón de hectáreas de bosques y más del 60% de esta pérdida se dio en la Amazonía. Los datos corroboran el llamado a poner la lupa en esta región de manera urgente, no solo por los efectos asociados a la degradación de los bosques y la destrucción de los ecosistemas, sino por los conflictos y fenómenos que estas dinámicas generan: acaparamiento de tierras, conflictos por la tenencia de la tierra y conflictos por el uso del suelo vinculados al extractivismo, a la expansión de la agroindustria, la ganadería extensiva y al desarrollo de actividades ilegales.
Cualquier visión de desarrollo que pase por alto estas amenazas y que favorezca o incentive estas formas de relación con la naturaleza estará contribuyendo a lo que el Panel Científico por la Amazonía denomina un punto de no retorno. En este punto, gran parte del bosque tropical se convertiría en una sabana. ¿Grave? Los ciclos hídricos colapsarían, el calentamiento global se aceleraría y aumentaría de manera irreversible la pérdida de biodiversidad. Más aún, cualquier visión de desarrollo que pase por alto el mandato de los pueblos indígenas y comunidades locales que no solo habitan la Amazonía, sino que gobiernan, gestionan y ordenan sus territorios con base en sus sistemas de conocimiento, contribuirá al debilitamiento de las condiciones que hacen posible la vida.
Lo que el próximo gobierno de Colombia encontrará es una Amazonía en la que se expresan de manera diferenciada amenazas y oportunidades. El mayor riesgo de fragmentación de los ecosistemas se encuentra en la Amazonía noroccidental, en los departamentos del Caquetá, Guaviare y Meta donde las tasas de deforestación y degradación de los bosques son crecientes. En el caso de la Amazonía oriental -Amazonas, Vaupés y Guainía- las amenazas están relacionadas con actividades como la minería ilegal o con intereses de multinacionales para explotar minerales (niobio, vanadio, circonio, tantalio y oro). Pese a esto, el 95,2% de los bosques de la Amazonía oriental, que abarcan cerca de 10.1 millones de hectáreas, se mantienen en pie. Lo que explica este alto grado de conservación es que se trata de Territorios Indígenas gobernados a través de conocimientos ancestrales, prácticas y formas de interacción con la naturaleza que han mantenido la integridad física y cultural de la región.
Han sido estas formas de gobierno propio y de gestión del territorio las que han garantizado la preservación de la vida. De acuerdo con The Nature Conservancy (TNC), la creación de acuerdos propios y planes de manejo con comunidades locales ha mejorado el manejo de más de 116.000 ha que corresponden a 16 territorios indígenas en la Amazonía. Por eso, a la pregunta sobre cómo proteger la biodiversidad en la Amazonía, son los pueblos indígenas y las comunidades locales quienes mejores respuestas pueden aportar. Es hora de escuchar y entender sus formas de gobierno propio, tomándonos en serio lo que sus prácticas y sistemas de conocimiento, pueden aportar para generar soluciones a los desafíos ambientales.
Las crisis que hoy denominamos ambientales trascienden la agenda medioambiental. El gobierno entrante se encontrará con un escenario de emergencia climática y crisis de biodiversidad creciente que afecta esferas como la economía, la salud, la seguridad alimentaria, el agua y el bienestar de poblaciones enteras que dependen de un ambiente sano para vivir. Garantizar la protección de la vida exige entender, reconocer y fortalecer las soluciones locales que desde hace décadas demuestran ser estrategias pertinentes y eficientes para la conservación.
*Escucha la Amazonía es una iniciativa que busca movilizar a la sociedad civil y a los actores políticos para asegurar la protección de la Amazonía. Está conformada por: la Fundación Gaia Amazonas, la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), la Iniciativa Interreligiosa para los Bosques Tropicales (IRI-Colombia), WWF Colombia, la Fundación Etnollano, Ambiente y Sociedad, The Nature Conservancy y Greenpeace Colombia.