Hosmen Gracia pensaba que una finca debía lucir como un pastizal libre de árboles. Desde hace un par de años, cuando conoció la forestería comunitaria, este campesino del Bajo Caguán cambió de pensamiento y ahora hace corredores de bosques productivos.
No tiene muy vívidos los recuerdos de su niñez en San Antonio de Getucha, inspección del municipio Milán ubicado en el sur del departamento de Caquetá donde nació y estuvo hasta los siete años.
Sus padres, Sinforoso Gracia y Marleny Ramírez, le contaron que este pueblo amazónico primero fue habitado por los indígenas koreguajes, pero a mediados del siglo pasado recibió a muchos campesinos del Huila, Tolima y Nariño que huían del conflicto armado.
“Lo poco que me acuerdo es que San Antonio de Getucha estaba lleno de selva y tenía muchos ríos. Creo que olvidé muchas cosas desde que nos fuimos a vivir al Bajo Caguán, un territorio hermoso que se aferró en mi corazón”, cuenta Hosmen Rubén Gracia Ramírez.
En 1994, la familia Gracia Ramírez llegó a Cuba, una de las 16 veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán, zona del municipio de Cartagena del Chairá. La bonanza de la coca de esa época fue la que motivó a los padres a cambiar de vida para ganar más recursos económicos.
“Todos los habitantes del Bajo Caguán vivíamos de la coca. Con mis siete hermanos nos criamos en medio de esa actividad y cuando crecimos fuimos raspachines. En esos años era un negocio rentable que nos permitía vivir bien en medio de las necesidades”.
Hosmen recuerda que la guerrilla de las FARC era la que mandaba en la zona, un grupo armado con el que su familia y conocidos no tuvieron ningún problema. “Aprendimos a convivir con ellos sin atropellos. Nunca fueron mal ejemplo para nosotros y le enseñaban a la gente a comportarse con mucho respeto”.
La calma del Bajo Caguán llegó a su fin cuando empezaron los enfrentamientos entre la guerrilla y el Ejército Nacional y las fumigaciones para mermar los cultivos de coca. Hosmen asegura que todos los habitantes de la zona fueron tachados de colaboradores de las FARC.
“Vivimos en carne viva muchos atropellos y una persecución enorme por parte del Estado. Muchos de los habitantes del Bajo Caguán fueron capturados y enviados a la cárcel; yo fui uno de ellos y estuve preso unos años”.
Con el control del Estado sobre los cultivos de coca, Hosmen cambió de actividad: se dedicó a la ganadería. “Empezamos a darle forma a una finca en la vereda. Primero con una vaca para tener leche y luego más para poder comercializarlas”.
En esa nueva vida, el caqueteño admite que tuvo que talar muchos árboles para convertir su terreno en una pequeña finca ganadera. “Tumbamos monte para hacer los potreros; en esa época todos teníamos la ideología que una finca solo se veía bonita si estaba destapada, es decir sin árboles”.
Asociación campesina
A pesar de las persecuciones, atropellos y estigmatizaciones, la familia Gracia Ramírez no salió del Bajo Caguán. Hosmen se quedó en la vereda Cuba y montó su finca, mientras que sus padres se mudaron a Quillas, donde viven con sus dos hijos menores, un par de gemelos.
“En Cuba me organicé con mi compañera de vida y tuvimos tres hijos. Tenemos una finca pequeña donde sobrevivimos de la ganadería, pero dejamos algunos parches de bosque para que le sirvieran de hogar a los animales de la selva, como el tigre (jaguar)”.
Hosmen se unió con varios campesinos de las 16 veredas del núcleo 1 para conformar una asociación sin ánimo de lucro que les permitiera tener mejores condiciones de dinamismo en los mercados agropecuarios.
“El Instituto Sinchi nos impulsó a organizarnos y conformar la Asociación Campesina Integral Comunitaria del Núcleo 1 de Cartagena del Chairá (ACAICONUCACHA), la cual nació en 2017 y está dedicada a mejorar los procesos productivos que hacemos en nuestras fincas y parcelas. Actualmente soy el fiscal de la asociación”.
En 2020, ACAICONUCACHA se vinculó a la iniciativa del gobierno nacional Visión Amazonia, que busca reducir la deforestación en la Amazonia colombiana y promover un nuevo modelo de desarrollo sostenible en la región.
“En esa época muchas organizaciones y entidades llegaron al Bajo Caguán para trabajar con las comunidades. Así fue que empecé a conocer proyectos ambientales que buscaban conservar los bosques y aprovecharlos sosteniblemente”.
Sin embargo, la mayoría de proyectos ambientales en la zona no contaban con un seguimiento constante por parte de las entidades, por lo cual muchos campesinos, incluído Hosmen, se desmotivaron.
“Pocas veces venían al territorio a asesorar o capacitar a los campesinos en esas temáticas ambientales, por lo cual muchos de esos proyectos no prosperaron”.
Nueva visión
En 2021, la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS) llegó al núcleo 1 del Bajo Caguán para empezar a trabajar en un proyecto de forestería comunitaria con los campesinos, una estrategia que cuenta con la cooperación del gobierno de Noruega y Amazonia Mía.
“La FCDS realizó varias socializaciones en las veredas donde nos informaron que el objetivo era crear proyectos de bosques productivos en nuestras fincas. Admito que al comienzo estaba muy incrédulo debido a la falta de fe que tenemos en las entidades y organizaciones”.
ACAICONUCACHA tomó la decisión de apoyar a la fundación en la puesta en marcha del proyecto. “La FCDS se comprometió a hacer presencia constante en el territorio. Por ejemplo, contrató a varias personas de las veredas del Bajo Caguán para que fueran los trabajadores de campo”.
Hosmen participó en la primera fase del proyecto de forestería comunitaria de la fundación, en la cual fueron aprobadas 80 iniciativas sobre meliponicultura (abejas nativas), enriquecimiento del bosque, transformación y comercialización de productos no maderables, sistemas agroforestales y cercas vivas.
“Como en la finca tengo parches de bosque divididos por potreros, escogí el proyecto de cercas vivas, es decir corredores con árboles del bosque y especies del pan coger que van a conectar la selva”.
El equipo de FCDS lo asesoró y capacitó para que pudiera darle forma a su corredor productivo. “También me dio varios insumos, como un kit solar para poner una cerca que aislara al corredor de las vacas, las semillas de las plantas de pancoger y los árboles maderables y no maderables”.
Con los nuevos aprendizajes dados por la fundación, Hosmen ha cambiado la visión que tenía de su finca. “Hemos aprendido que podemos conservar y aprovechar los bosques. Por eso, ahora veo una finca bonita con bosques y algunos potreros, y no toda pelada como lo hacía antes”.
La FCDS le ha enseñado que existen varios mecanismos para cuidar, producir y aprovechar las riquezas del bosque amazónico. Sacar a flote los 80 proyectos de bosques productivos de la primera fase es un hito en la zona”.
Debido a los buenos resultados de la primera convocatoria de la fundación, son cada vez más las comunidades campesinas del Bajo Caguán que se están subiendo al bus de la forestería comunitaria.
“En la segunda fueron aprobados 122 proyectos, es decir que se doblegó la cantidad de personas. El éxito está en la presencia constante del equipo de la FCDS, ya que no nos dejan solos con los proyectos y siempre nos están asesorando para mejorar”.
Hosmen se siente muy orgulloso por el corredor productivo que está haciendo en su finca. “Lo más lindo es que estoy conectando dos parches de selva con los árboles maderables y no maderables, un camino que será visitado por los tigres y dantas; además saco comida de los cultivos de pancoger, como caña, yuca, plátano y ahuyama”.
El cambio de mentalidad es en todas las familias campesinas que hacen parte del proyecto en general. “Ahora vemos nuestras fincas hermosas con nuevos árboles, una mentalidad que antes no teníamos”.
Mensaje al país
La sonrisa es la estampa característica de Hosmen, un caqueteño de 36 años que recita de memoria y orden los nombres de las 16 veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán, su casa selvática que no piensa abandonar.
“Conozco muy bien mi territorio. Las veredas, de las más lejanas a cercanas, son: Peñas Rojas, Las Palmas, El Guamo, Brasilia, Santo Domingo, Zabaleta, Caño Santo Domingo, Santa Helena, Nápoles, Monserrate, Convenio, Buena Vista, Caño Negro, Quillas, Cuba y Naranjales”.
Con los proyectos de bosques productivos, la comunidad de este núcleo quiere demostrar que no son deforestadores. “Así nos ven en las grandes ciudades y no lo somos. Estamos demostrando que es posible vivir del bosque, pero aprovechándolo sosteniblemente”.
Hosmen ha participado en varios eventos nacionales con la FCDS, donde ha contado su historia y su cambio de mentalidad. “Quiero que todo el país deje de ver al Bajo Caguán como un sitio del conflicto armado y la deforestación. Somos un tesoro rico en selva, muchas especies de animales y plantas”.
Invita a todos los colombianos a que no hablen mal de su territorio sino lo han conocido. “No nos tilden más de deforestadores, porque las cosas no son así. La FCDS me invitó a un evento en Guatemala, donde voy a hablar sobre la realidad del Bajo Caguán y además voy a aprender más cosas para cuidar el bosque”.