- El nombre de Berenice Murcia resuena con fuerza en El Guamo, una vereda del Bajo Caguán donde la mayoría del bosque sobrevive en pie.
- Es una de las lideresas más antiguas de este territorio del Caquetá. Su objetivo es defender los derechos de las mujeres y conservar las zonas boscosas de la puerta del Chiribiquete.
- Unió a 12 campesinas de la vereda para conformar Haricaguán, un emprendimiento femenino que aprovecha el plátano que siembran en varios corredores productivos para elaborar snacks, tortas y harinas.
- Nueva entrega de #CrónicasDelBosque de la FCDS en el año de la #COP16Colombia, historias de las personas que lideran proyectos de forestería comunitaria.
Una boyacense delgada, de estatura baja y cabello largo y negro como el ébano ha sido testigo de los momentos más críticos del Bajo Caguán, una zona del Caquetá bastante estigmatizada por el conflicto armado.
Berenice Murcia llegó a los 28 años a este territorio selvático cuando su novio la convenció de dejar Bogotá, una ciudad a la que llegó en el despertar de su adolescencia y donde trabajaba cuidando niños o en casas de familia.
“Nos radicamos en Las Palmas, una de las 16 veredas del núcleo 1 del Bajo Caguán. En esa época la mayoría de campesinos vivían de lo que dejaba la bonanza de la coca, en especial los habitantes de Remolinos”.
La guerrilla de las FARC gobernaba en la zona, algo que al comienzo la llenó de miedo. “Llegué con esa ideología de afuera, es decir con el miedo por el conflicto armado y los cultivos ilícitos. Recuerdo que en esos años no había nada de ganado”.
Al poco tiempo de su llegada, una marcha campesina desató las represalias del Estado. “Fue como en 1996. Los campesinos salieron a marchar en Cartagena del Chairá y como resultado el Estado inició una persecución contra los habitantes del Bajo Caguán”.
Berenice recuerda que les tocó dormir en el monte por miedo a ser capturados. “Decían que éramos colaboradores de la guerrilla. No dejaban ingresar comida a la zona, como aceite y arroz; nos querían sacar a todos”.
El Bajo Caguán cumplía a cabalidad lo que decía el manual de convivencia de las FARC. “Eso no significaba que éramos parte de la guerrilla. Eran órdenes como no robar, no matar y no talar que le dieron fuerzas al campesinado para organizar sus propias juntas”.
Nace una líder
El novio que la convenció de vivir en el Bajo Caguán no quiso seguir sobreviviendo a su lado en medio de los atropellos y la zozobra. Se regresó a Coper, municipio de Boyacá donde ambos nacieron, y la dejó sola en medio de la selva.
“Ya habíamos conseguido una finca en El Guamo, otra de las veredas del núcleo 1. No me fui con él porque estaba profundamente enamorada del Bajo Caguán y quería hacer algo por las familias campesinas, en especial por las mujeres”.
Los habitantes de la vereda la convencieron de que asumiera la presidencia de la Junta de Acción Comunal, un cargo que primero le causó pavor. “Solo había hecho la primaria y no me sentía preparada. Pero Nelly Buitrago, la lideresa más berraca de la zona, me llenó de fuerzas”.
Berenice y Nelly se volvieron amigas y durante muchos años lucharon por los derechos de la comunidad, un trabajo que las puso en riesgo. “Muchos líderes de la zona fuimos tachados como auxiliadores de FARC. Apareció una lista donde la orden era capturarnos”.
Cinco personas de El Guamo, incluida Berenice, aparecieron en ese listado y viajaron hasta el casco urbano de Cartagena del Chairá a buscar un abogado que los ayudara. “No éramos ningunos terroristas, solo seguimos el manual de las FARC porque nos tocaba”.
Un año después, el caso se cerró. “No nos detuvieron porque no encontraron pruebas de nada. Eso fue como en 2002, pero la orden del gobierno era acabar con las organizaciones comunitarias. Muchos de mis conocidos terminaron en la cárcel”.
“No somos deforestadores”
A pesar de la zozobra, Berenice echó raíces en El Guamo. Siguió trabajando como líder social en su vereda, motivando a la gente a resistir las arremetidas del Ejército con sus operativos y a no desfallecer.
En esa época fue testigo del cambio de actividad económica en el Bajo Caguán: la llegada de la ganadería. “Las veredas más desarrolladas, como Remolinos y Monserrate, empezaron a tumbar bosque para limpiar el terreno y meter ganado”.
Eso no ocurrió en las veredas más apartadas del núcleo 1, como Peña Rojas, Las Palmas y El Guamo. Según Berenice, la mayoría de los habitantes dejaron el bosque en pie y solo destinaron una pequeña porción de la finca para tener unas pocas vacas.
La boyacense asegura que los habitantes de las veredas lejanas, ubicadas cerca del Putumayo y el río Caquetá, cuidan los bosques porque saben que son la puerta de entrada a uno de los mayores tesoros biodiversos y ancestrales de Colombia.
“Nosotros cuidamos los bosques de la puerta del Chiribiquete, el área protegida más grande del país. Pero la gente nos tacha de deforestadores por las acciones de la población de los otros núcleos del Bajo Caguán, donde sí tienen plata; ellos son ganaderos y tumban el monte”.
Ante este panorama, Berenice y Nelly iniciaron una lucha para que los campesinos de El Guamo conservaran la mayor cantidad de bosque posible. “Acá es donde está ese bosque virgen hermoso, pero necesitamos ayuda para sobrevivir”.
Su finca en El Guamo, donde vive con su esposo y dos hijos de él que considera como suyos, mide aproximadamente 100 hectáreas. “La gran mayoría es bosque, pero para vivir destiné unas zonas para unas cuantas vacas y sembrar cultivos de pancoger”.
Sin embargo, los alrededores del hogar de esta boyacense están repletos de verde. “Por eso digo que yo cuido más de 400 hectáreas de bosque. Me considero una guardiana de la selva y una líder que quiere ver bien a su comunidad”.
A vivir del bosque
Hace seis años, el Instituto Sinchi llegó al Bajo Caguán para trabajar de la mano con las comunidades en un proyecto de forestería comunitaria. Aunque Berenice no entendía muy bien el objetivo, aceptó la invitación.
“Cada vez que llega un proyecto a la zona lo cojo porque es un salvavidas para vivir mejor. Había mucha resistencia porque muchos pensábamos que nos iban a quitar la tierra, pero luego comprendimos que íbamos a hacer proyectos para cuidar y aprovechar el bosque”.
Berenice empezó a trabajar en su finca en un proyecto de sistemas agroforestales, es decir destinar terrenos para sembrar árboles maderables, no maderables y productos de pancoger como plátano.
“El Sinchi me dio árboles maderables pequeños y semillas de plátano y cacao para hacer las zonas boscosas comestibles en tres hectáreas de mi finca que eran potreros. Los árboles que más han crecido son los abarcos, los cuales me van a generar ganancias en el futuro”.
Hace más de dos años, Berenice conoció a la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), una organización ambiental que les presentó a los habitantes del núcleo 1 del Bajo Caguán un nuevo proyecto.
“También era de forestería comunitaria pero con algo novedoso: íbamos a tener una asesoría permanente porque la FCDS contrató a varias personas del territorio para que nos ayudara con los proyectos”.
Según la boyacense, el proyecto de la fundación consistía en que la comunidad formulara proyectos enfocados en líneas como meliponicultura, enriquecimiento del bosque, transformación y comercialización de productos no maderables, sistemas agroforestales y corredores productivos.
“Mi primer proyecto, llamado Agroesperanza, es de agroforestales, árboles maderables mezclados con limón, mandarino, plátano y cacao. Me fue muy bien y recibí muchos consejos por parte del equipo de la FCDS, además de insumos como paneles solares”.
A finales de 2022, la fundación anunció una segunda convocatoria. Berenice formuló otro proyecto agroforestal en su finca y fue aprobado. “Ahora siembro árboles maderables con zapote, asaí, arazá y plátano”.
Berenice define su accionar con la FCDS como un proyecto que le permite consolidar un nuevo bosque y sembrar comida. “Reforesto zonas que estaban peladas con comida y árboles maderables. Eso es hacer un nuevo bosque y vivir de él”.
Poder femenino
En sus años como lideresas de El Guamo, Berenice y Nelly soñaban con trabajar en un proyecto donde solo participaran mujeres. Su ideal era romper con el paradigma de que el género femenino solo sirve para criar a los hijos y atender la casa.
“Hace unos años, la organización Enseñanza Mujer Misterio de Amor vino al Bajo Caguán y nos motivó a organizarnos y crear algo que nos beneficiara solo a nosotras. Nelly y yo estábamos enfocadas en los niños y la comunidad en general, pero no solo en la mujer”.
Con 20 mujeres de El Guamo y Las Palmas, las dos amigas comenzaron a hacer muñecas de trapo para venderlas. “Sacamos varias muñecas hermosas, las cuales hacíamos en nuestras casas y nos generaron algunos recursos económicos”.
Aunque el grupo se redujo a 12 mujeres, lograron crear el proyecto Haricaguán (Harinas del Caguán), un emprendimiento que tiene como objetivo hacer harinas y otros productos como snacks y tortas con el plátano que siembran en los corredores productivos que trabajan con la FCDS.
“Es una nueva iniciativa donde ya estamos recibiendo varios insumos y capacitaciones para hacer los productos. Ya tenemos el lote donde esperamos montar nuestro local de ventas”.
Al comienzo, los esposos de estas mujeres se mostraban reacios con esta integración femenina. “Algunos decían que íbamos a enseñarles a mandarlos y no hacerles caso. Pero el ideal es que abran su mente y comprendan que podemos hacer grandes cosas solas”.
Haricaguán es una de las cuatro iniciativas de transformación y comercialización de los productos no maderables del bosque del programa de forestería de la FCDS. La meta es elaborar harinas con tres variedades de plátano: cachaco, hartón y píldoro.
Forestería comunitaria en la COP16
La Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP) es el espacio de discusión y negociación más importante del Convenio sobre la Diversidad (CDB) Biológica de las Naciones Unidas.
Este año, entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, la ciudad de Cali será el escenario de la COP16, un encuentro donde se realizará la primera evaluación de las 23 metas del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.
A través de programas como el de forestería comunitaria, el cual busca promover el uso sostenible de la biodiversidad, Colombia avanza en el cumplimiento de varias metas del plan de acción nacional de biodiversidad de dicho Marco.
- Meta 2: garantizar que para 2030 al menos un 30 % de las zonas de ecosistemas terrestres degradados estén siendo objeto de una restauración efectiva.
- Meta 9: proporcionar beneficios sociales, económicos y ambientales a las personas que más dependen de la biodiversidad mediante actividades, productos y servicios sostenibles basados en la biodiversidad.
- Meta 10: garantizar que las superficies dedicadas a la agricultura, acuicultura, pesca y silvicultura se gestionen de manera sostenible a través de la utilización sostenible de la diversidad biológica.
- Meta 11: restaurar, mantener y mejorar las contribuciones de la naturaleza a las personas mediante soluciones basadas en la naturaleza o enfoques basados en los ecosistemas.
- Meta 16: garantizar que se aliente y apoye a las personas para que elijan opciones de consumo sostenible.
- Meta 22: garantizar la participación y representación plena, equitativa, inclusiva, efectiva y con perspectiva de género de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la toma de decisiones.
- Meta 23: garantizar la igualdad de género en la implementación del Marco mediante un enfoque con perspectiva de género en el cual todas las mujeres y las niñas tengan igualdad de oportunidades y capacidad para contribuir a los tres objetivos del Convenio.