Por El espectador
Un inventario biológico publicado la semana pasada, evidencia que las formaciones rocosas únicas del Guaviare son uno de los puntos más biodiversos del sur del país. El reto es protegerlo.
A finales de septiembre de 2016, una ventana de oportunidad que no se daba hace 52 años se abrió. La mayoría de hombres y mujeres del Frente 7 de las Farc se movieron a la Zona Veredal de Transición de Charras y Colinas, en Guaviare. Hacía años que habitaban las serranías del noroccidente de ese departamento, donde están las imponentes rocas del Escudo Guayanés, una de las placas terrestres más antiguas del planeta.
Estas formaciones comienzan en la Orinoquia y más al sur, que componen la Serranía del Chiribiquete, están a escasos 20 minutos de San José del Guaviare y son conocidas como El Capricho, Mirolindo, Cerritos y La Lindosa. Desde el aire se ven como ellas solas: no hay ninguna otra formación rocosa en el mundo como esta. A sus alrededores, albergan un mosaico de coberturas vegetales: desde bosques amazónicos y herbazales del Orinoco, hasta rocas similares a las del Escudo Guayanés. Es un punto de confluencia entre regiones que no había podido ser estudiado.
Por eso, del 19 al 28 de octubre de 2016, más de 80 investigadores entre geólogos, biólogos, sociólogos, ictiólogos del Chicago Field Museum, la Universidad Javeriana, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA), el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI), la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) y otras instituciones se sumergieron en las selvas de estas formaciones rocosas únicas. Guiados por personas de la zona, buscaban hacer el primer inventario biológico de ese territorio. Sus resultados, en los que también determinaron los sistemas de manejo de recursos naturales que hacen los habitantes, los publicaron la semana pasada. En ellos incluyeron la Serranía de La Lindosa, Cerro Azul, Cerrito y el raudal del río Guayabero.
La principal conclusión es que la zona de 54.000 hectáreas (muy poco, comparada con los 48 millones de territorio amazónico de Colombia) es un “arca de Noé”, en palabras de Rodrigo Botero, director de la FCDS. Registraron 884 especies de plantas, 89 de peces, 30 de anfibios, 56 de reptiles, 226 de aves y 48 de mamíferos medianos y grandes. En total, se registraron 1.333 especies, pero se estima que en esa área puede haber 2.613.
Según el informe de los ictiólogos, parece que hay 15 nuevas especies de peces para la ciencia y se encontraron 14 especies endémicas del Orinoco. En cuanto a anfibios, se registraron 90 especies correspondientes a una mezcla de componentes de los Andes, la Amazonia y la Orinoquia, y en cuanto a las aves, se encontraron 222 de las 360 que se estiman, hay en esta zona del Guaviare. De hecho, encontraron cuatro especies categorizadas por la UICN como Vulnerables a la extinción. Esto es solo una pequeña prueba que confirma que estas Serranías son de confluencia entre regiones, y de alta riqueza en biodiversidad.
En estas serranías habitan unas 5.600 personas que llevan 60 años en la región y que hoy viven, en su mayoría, de la ganadería doble propósito (carne y leche). En la mayoría de las fincas se siembra maíz, plátano y yuca. Solo en la Serranía de La Lindosa se hace ecoturismo.
Pero mucho antes de ellos, hace 7.000 años, comunidades indígenas habitaron estos lugares. Su vestigio son grandes murales de pinturas rupestres que hacen de este territorio un patrimonio natural y arqueológico único en Colombia. Sin embargo, está amenazado. Los incendios que se presentaron a principios de marzo en la serranía de La Macarena, es la muestra de que algo anda mal en ese territorio. Más de 1.500 hectáreas (105 de las cuales eran bosque nativo) fueron quemadas cerca a Cerro Azul, donde están las pinturas rupestres. Esto en parte porque “la quemazón” es una práctica campesina que se hace entre diciembre y marzo en la Amazonia colombiana para abrir selva o renovar pastizales.
Pese a esto, por más de 30 años la zona ha estado de alguna manera protegida. La Lindosa, Capricho, Cerritos y sus alrededores están ordenados bajo el Distrito de Manejo Integrado (DMI) Ariari-Guayabero desde 2015, y la Zona de Reserva Campesina (ZRC), creada en 1997. Sin embargo, las serranías están en una especie de vacío legal que espera ser remediado con una propuesta que ya está en los escritorios de la CDA. La idea es establecer un área natural regional de 54 mil hectáreas para protegerlas.
Si esto se logra, otro objetivo se alcanzaría (además de proteger estos ecosistemas únicos: sería la primera piedra para la consolidación del Cinturón Verde de la Amazonia, una iniciativa del Ministerio de Ambiente que busca crear una franja natural de protección entre los parques nacionales naturales Serranía de Chiribiquete, Sierra de La Macarena, La Paya y la Reserva Nacional Natural Nukak, todos amenazados por la deforestación. Justo en medio del Cinturón están la Serranía de La Lindosa, Cerro Azul, Cerritos y Capricho, garantizando la conectividad entre ecosistemas y entrelazando las geografías alucinantes de la Orinoquia, los Andes y la Amazonia.
*Infoamazonia es una alianza periodística entre Amazon Conservation Team, Dejusticia y El Espectador.