- La Cooperativa Multiactiva Familias del Chiribiquete (Coomagua) sigue haciendo historia en el departamento del Guaviare.
- Luego de recibir el permiso de aprovechamiento sostenible por parte de la autoridad ambiental, la empresa comunitaria realizó el primer piloto de transformación del fruto de la palma de seje.
- Crónica de una ardua semana de trabajo que logró producir aceite y pulpa con las pepas moradas de seje, uno de los alimentos sagrados de los indígenas.
El cuerpo de Daniel Bermúdez revelaba una mezcla de nervios y felicidad. Los ojos le lucían más brillantes y con algunas lágrimas a punto de caer, su sonrisa le llegaba hasta las orejas, las manos le temblaban y el sudor le cubría toda la camiseta.
No era para menos. Este campesino caqueteño que llegó a los ocho años a la vereda El Choapal de San José del Guaviare, estaba a punto de liderar la primera cosecha del fruto de seje de la Cooperativa Multiactiva Familias del Chiribiquete (Coomagua).
Eran las nueve de la mañana del pasado miércoles 13 de marzo. Daniel fue el primero en llegar a la finca La Esperanza, un terreno selvático donde Reinaldo Beltrán, el dueño del predio, había identificado varias palmas repletas de las pepas moradas de seje.
El carismático campesino estaba parado al lado de un carguero lleno de arneses, cuerdas y guantes cuando recibió a varios jóvenes del corregimiento El Capricho y profesionales de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS).
“Hoy vamos a hacer historia. Luego de recibir el permiso de aprovechamiento por parte de la autoridad ambiental del Guaviare CDA, por fin vamos a cosechar seje”, les dijo con la voz entrecortada a los más de 10 participantes.
Los futuros cosechadores, incluidos Yuli Aguirre y Alex Pinilla, usuarios del programa de forestería comunitaria de la FCDS, se subieron en varias motos y cogieron rumbo hacia la zona más selvática de la finca.
Luego de atravesar un riachuelo de aguas diáfanas rodeado por la hojarasca de los árboles amazónicos, los expedicionarios vieron las primeras palmas de seje, una especie que alcanza a medir hasta 20 metros de altura.
“Nos vamos a dividir en dos cuadrillas. Cada una contará con un trepador o escalador, muchachos que conocen la técnica y serán los encargados de llegar a la parte de la palma donde está colgado el penacho cargado de frutos”, informó Daniel con los nervios totalmente desvanecidos.
Shalom Sánchez, ingeniera forestal que hace su pasantía de maestría con Coomagua, les enseñó a los escaladores comunitarios, Jhon Jairo Pineda y Edinson Beltrán, a manejar los arneses, cabuyas y pretiles (sujetadores que van atados en las piernas).
Las dos cuadrillas se dividieron por el denso bosque. Jhon Jairo, un joven de 19 años experto en mecánica y que desde niño se trepa por los troncos de los árboles para bajar sus frutos, empezó con una palma de tamaño mediano.
“Desde acá se ve que el fruto está listo para cosechar. Me voy a quitar los zapatos y guantes; los indígenas nukak, expertos en esta técnica ancestral, nos enseñaron que así es más fácil subir por el tronco”.
Durante aproximadamente 10 minutos, el joven campesino se trepó por el tronco de la palma, ató el racimo a una cuerda y lo cortó con la ayuda de un cuchillo. En el suelo estaba dispuesta una polisombra verde, donde los demás participantes retiraron las pepas de las ramas.
Jhon Jairo y Edinson repitieron este procedimiento hasta las dos de la tarde en más de 10 palmas de seje. En cada una se demoraron un promedio de 30 minutos escalando, atando las cuerdas al penacho y cortándolo para que bajara lentamente al suelo.
“La humedad de la selva hizo que nuestros cuerpos quedaran cubiertos por el sudor. Esta es la primera vez que me trepo con todos los apartamos; aunque son seguros, prefiero hacerlo como lo hacen los indígenas”, expresó Edinson.
La cosecha llegó a su fin porque en el bosque de la finca no había más fruto listo para ser recolectado. “El tiempo nos jugó una mala pasada”, aseguró Daniel con los ojos gobernados por la tristeza. “No pensamos que las lluvias se iban a adelantar y por eso muchas pepas cayeron al suelo y ya no se pueden cosechar”.
El balance del primer día de la cosecha de seje fue agridulce: aproximadamente 80 kilogramos recolectados. Viviana González, ingeniera de alimentos de la FCDS que iba a liderar la transformación de los frutos en aceite y pulpa, tomó la vocería.
“La meta que nos habíamos trazado era de 500 kilogramos de seje. Por lo que vivimos hoy ya sabemos que no vamos a cumplirla y para poder transformar necesitamos de más materia prima. Es indispensable un día más de cosecha”.
Preparativos para la transformación
Aunque Daniel había sido designado para liderar un solo día de cosecha, interrumpió sus compromisos personales y laborales para continuar con la actividad en el bosque durante el jueves 14 de marzo.
“Llamé a varios de los campesinos que hacen parte de Coomagua para ver cuál predio aún tenía palmas cargadas de seje. Álvaro Forero, dueño de una finca ubicada en la vereda El Chuapal, nos dio la buena noticia”.
La lluvia volvió a hacer presencia durante el segundo día de cosecha. Sin embargo, el resultado fue mucho más positivo que el obtenido en la primera jornada: los trepadores y varios campesinos lograron recolectar cerca de 120 kilos de seje.
El carguero llevó todo el material de la cosecha hasta el caserío de El Capricho, ubicado a más de dos horas en carro de los sitios donde fueron recolectadas las pepas buenas de seje. Daniel se comunicó con la ingeniera de alimentos de la FCDS para informarle la noticia.
“Le comenté que todos los bultos de seje fueron pesados y en total logramos recoger más de 200 kilogramos”, le informó Daniel. “Aunque no llegamos a la meta de los 500, la ingeniera dijo que era suficiente para sacar producción de aceite y pulpa; volví a sonreír con el balance”.
Coomagua tramitó el salvoconducto de movilización ante la CDA para transportar la cosecha. El carguero salió de El Capricho a las siete de la noche y llegó pasadas las ocho a la planta de aprovechamiento de la Asociación de Productores Agropecuarios del Guaviare (Asoproagro).
Mientras Daniel y sus cuadrillas sudaban la gota gorda para cosechar las pepas de seje, Carlos Batera, miembro de Coomagua, se encargó de comprar todos los insumos necesarios los procesos de transformación en la planta de aprovechamiento.
Durante todo el jueves 14 de marzo, Carlos recorrió de arriba a abajo el casco urbano de San José del Guaviare para comprar los elementos de aseo, cocina y ferretería, papelería y dotación para el personal que estaría en la planta.
“También tuvimos que comprar varias mallas para las bandejas, aparatos para los equipos, cilindros de gas y envases plásticos y de vidrio. Fue una jornada maratónica donde tuve el apoyo de la ingeniera Viviana González”, dijo Carlos.
La magia de la planta
El viernes 15 de marzo, José Ibáñez, encargado de la planta de aprovechamiento de Asoproagro, ubicada en la vereda Agua Bonita, recibió a los miembros de Coomagua para que convirtieran los frutos del seje en aceite y pulpa.
Aunque a Daniel no le habían encomendado participar en los procesos de transformación, por nada del mundo se iba a perder dicha actividad. “Aprender a manejar esas máquinas me tenía muy entusiasmado”.
Debido a su amplio conocimiento en la transformación de los frutos amazónicos, la ingeniera de alimentos Viviana González se encargaría de liderar todas las actividades en la planta de Asoproagro, asociación experta en hacer aceite de sacha inchi.
Sebastián Castañeda (hijo y delegado de Flor Matilde Acevedo, secretaria de Coomagua), Junior Mapura (hermano y delegado de Carlos Batera), Shalom Sánchez (pasante), José Ibáñez y su hijastro Joan Cano (de Asoproagro), completaron el equipo de trabajo.
“El reto era muy grande porque en esta planta nunca han podido transformar el seje en aceite. Sin embargo, tenía una corazonada que esta vez lo íbamos a lograr. Aunque éramos pocos, las ganas de trabajar lo compensaban”, indicó Viviana.
Luego de ponerse las botas de caucho, gorros, guantes y tapabocas, el equipo de transformación recorrió las instalaciones de la planta para conocer los equipos de escaldado, despulpado, embandejado, horno y prensado.
“Lo primero que hice fue una pequeña charla sobre las medidas de seguridad y desinfección que debíamos tener en cuenta en el momento de la transformación. También les hablé sobre las diferencias en los procesos del aceite y la pulpa”, apuntó González.
Las pepas de seje recolectadas en el bosque estaban organizadas en varias canastas plásticas. Toda esta materia prima fue pesada para conocer con exactitud la cantidad de la cosecha: el resultado fueron 206 kilogramos.
La cuadrilla, vestida de un color blanco inmaculado, realizó la clasificación del fruto de acuerdo a su estado de madurez, es decir las pepas pintonas a parte de las carnudas. Luego procedió a limpiar y desinfectar todo el material.
A las bandejas donde iba a ser secado el seje se les adicionó una malla extra para que el material no se perdiera durante el proceso. Esta actividad estuvo a cargo de los jóvenes Sebastián Castañeda, Junior Mapura y Joan Cano.
“Antes de empezar a utilizar los equipos de Asoproagro, destinamos varias horas para desinfectar todas las máquinas. Sebastián, que ha trabajado en la transformación del queso, fue una gran ayuda en esta actividad”, comentó la ingeniera de alimentos.
La magia de la transformación empezó con una parte de la cosecha, pepas de seje totalmente limpias que ingresaron a un tanque de acero con aproximadamente 700 litros de agua a una temperatura de 50 grados centígrados.
Según González, el objetivo de este proceso, llamado escaldado, es ablandar la pepa durante cerca de 30 minutos. “Medimos la temperatura constantemente hasta que el agua quede rosada y aceitosa”.
Daniel, un gran conocedor del seje y que ha cosechado y transformado su fruto con los indígenas nukak, no necesitaba del termómetro para saber que las pepas ya estaban listas para pasar a la despulpadora.
“Siempre he pensado que el conocimiento ancestral de los indígenas es mucho más preciso y efectivo que el desarrollo tecnológico. Lo que queremos con el piloto de seje es mezclar lo ancestral con la tecnología”.
Las pepas blandas de seje ingresaron a la despulpadora, una máquina bulliciosa no apta para personas con migraña. Daniel, Sebastián, Junior, José, Joan y Shalom, liderados por Viviana, participaron en el proceso.
“El despulpado nos dio como resultado la carne del seje triturada. Cuando cogí el material con la mano supe inmediatamente que íbamos a sacar aceite; me quedó muy grasosa y olorosa”, manifestó Daniel en medio de una alegría similar a la de un niño cuando estrena juguete.
La nueva materia prima de color café fue organizada y aplanada en varias bandejas de acero inoxidable. La cuadrilla quería ver el proceso de secado en el horno, pero las manecillas del reloj ya marcaban las ocho de la noche.
“Limpiamos y desinfectamos la zona de trabajo de la planta y nos fuimos a descansar. El secado necesita de varias horas y un monitoreo constante, actividades que nos llevarían toda la noche y la madrugada”, precisó Viviana.
¡Pulpa lista!
La jornada del sábado 16 de marzo empezó a las siete de la mañana. El sol aún no despegaba del todo de la llanura y el cielo del Guaviare lucía totalmente libre de nubes. El pronóstico de Daniel era que la lluvia estaría ausente.
Las ojeras y los dolores de pies y espalda de los trabajadores se desvanecieron cuando las bandejas llenas del seje triturado, luego de ser pesadas, ingresaron al horno para iniciar con el proceso de secado. La temperatura del equipo debía llegar a los 55 grados centígrados.
Mientras la primera tanda de seje se secaba en el horno, un proceso que se puede demorar hasta siete horas, la cuadrilla repitió varios de los procesos del día anterior, como el escaldado y el despulpado. Una parte sería utilizada para sacar aceite y otra para la pulpa.
“Para la extracción de la pulpa, el proceso de las máquinas termina en la despulpadora. Esta actividad requiere de mucha agua y pasar por un tamiz más fino para lograr una textura más adecuada”, informó la ingeniera de alimentos de la FCDS.
De los 206 kilogramos cosechados de seje, 84 fueron utilizados para pulpa. Cuando una sustancia de color rosado y con algunos grumos similares a los de una compota salió de una parte de la despulpadora, los corazones de Daniel y Viviana latieron con más fuerza.
“Poco a poco fuimos mejorando el producto con ácido cítrico y agua. En total logramos transformar 25 kilogramos de seje en pulpa, material que fue envasado en 30 bolsas plásticas de diferentes pesos: dos libras, un kilogramo y dos kilogramos”.
Hacia el mediodía, totalmente sudados y con el estómago pidiendo comida, la cuadrilla sacó las bandejas del horno para analizar su apariencia. Viviana tomó una pequeña muestra y la apretó con sus manos. “Acá hay buen aceite”.
Como el sol estaba en todo su esplendor y no se veían rastros de nubes en el cielo, Daniel propuso una idea. “Deberíamos aprovechar la resolana para poner a secar las bandejas con el seje en el techo de la planta; así lo hacen los nukak en su territorio”.
Viviana aceptó la propuesta. El equipo metió en el horno las bandejas llenas de seje y dispuso varias en el tejado. Terminado este proceso, los cansados trabajadores se fueron a almorzar en un restaurante típico ubicado a pocos metros de la planta.
¡Salió el aceite!
A las dos de la tarde, Raúl Gómez, coordinador de forestería comunitaria de la FCDS en Guaviare, llegó a la planta de Asoproagro y le informó al equipo que él se encargaría del refrigerado de la pulpa de seje.
“Las pulpas permanecerán congeladas en varios refrigeradores y luego serán presentadas en varias ferias locales en San José del Guaviare. Como quedaron con un sabor un poco ácido, las vamos a vender para hacer limonadas de seje”, afirmó González.
El seje seco de las primeras bandejas pasó al proceso de prensado durante varias horas. Una máquina llamada extrusor arrojaría el resultado positivo o negativo de la actividad, es decir si salía o no el aceite de seje.
“Las manos me empezaron a sudar y el corazón se me aceleró al ver que no salía aceite de la máquina. Sin embargo, unos minutos después vimos caer la primera gota de color carmelito y todos gritamos en medio de una algarabía: ¡lo logramos!”, dijo Daniel.
Por otro conducto del extrusor salió el residuo del seje, un producto denominado torta. “No es un residuo. Todo lo contrario, es un material ideal para hacer concentrados animales y que puede ser vendido a buen precio”, complementó la ingeniera de alimentos.
Al caer el sol, las demás bandejas que estaban en el horno y el techo de la planta culminaron su etapa de secado. Era el momento de repetir el prensado para corroborar si la primera extracción de aceite no había sido un golpe de suerte.
“Y no lo fue: de todas las muestras de las bandejas sacamos aceite. Evidencié que el seje secado en el techo con la resolana, como lo hacen los indígenas, tenía buen color y para mí era de mejor calidad. Pero eso solo lo dirán otras pruebas”, apuntó Daniel.
Para la transformación del seje fueron utilizados 122 kilogramos de la cosecha. De este total se logró extraer cuatro kilogramos de aceite y 17,3 kilogramos de torta para hacer concentrados animales.
“Aunque la cifra no es muy alta, es normal porque el seje es uno de los frutos más difíciles de transformar en aceite. El piloto fue un éxito porque sacamos el aceite, algo que la planta de Asoproagro no había logrado”, aclaró González.
A las 10 de la noche, luego de envasar el aceite en bolsas plásticas, la torta en poncheras y limpiar y desinfectar las instalaciones de la planta, la cuadrilla terminó los dos largos días de trabajo de transformación.
“Fue una experiencia maravillosa. Gracias a Dios cumplimos con el objetivo de sacar aceite y pulpa y aprendimos mucho sobre el proceso de transformación del seje. Con este logro nos acercamos cada vez más a la comercialización, nuestro sueño más anhelado”, indicó Daniel con una sonrisa de oreja a oreja.
Sigue la investigación
El aceite de seje que logró sacar por primera vez Coomagua necesita pasar por otros procesos para que tenga las características fisicoquímicas y nutricionales necesarias que permitan su futura comercialización.
Viviana González llevará las muestras de aceite a un laboratorio en la ciudad de Bogotá, donde expertos les realizarán análisis de humedad y pruebas de filtrado y centrifugado. “El objetivo es purificarlo más”.
Como el permiso de aprovechamiento sostenible otorgado por la CDA también es para asaí, otro de los frutos emblemáticos de los bosques amazónicos, Coomagua ya se está preparando otra prueba piloto.
“Esperamos realizar la primera cosecha y transformación de asaí a mediados de abril. Todas las experiencias y conocimientos adquiridos durante el piloto de seje serán aplicados en este nuevo reto que tenemos”, informó Daniel.
El miembro de la junta de vigilancia de Coomagua les hizo un llamado a los campesinos del Guaviare para que hagan parte de esta empresa dedicada a fomentar el equilibrio ecológico de la Amazonia y el buen vivir de las comunidades.
“Somos campesinos que queremos sacarle provecho al bosque pero de una forma sostenible, es decir sembrando y brindándoles alimento a los animalitos que allí habitan. Los invito a que hagan parte del proceso que adelantamos”.