Artículo publicado en Open Democracy
Con cifras alarmantes en Brasil y Colombia, la destrucción del bosque amazónico, que produce 20% del oxígeno mundial, se acerca peligrosamente a un punto de no retorno.
La Amazonía está presente en ocho países de América Latina- Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana y Suriname-, y cubre cerca del 40% del continente suramericano. Además, es un hotspot de biodiversidad, el hogar del bosque tropical más grande del planeta, absorbe un 10% de las emisiones de dióxido de carbono y produce el 20% del oxígeno del mundo.
La selva amazónica es un recurso estratégico para la humanidad y sin embargo la deforestación sigue siendo uno de los golpes más duros que está sufriendo la región y el mundo. Según un artículo de WWF la “Amazonía legal” perdió más de 3.000 kilómetros cuadrados durante el primer semestre de 2020 en Brasil.
Según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), del 1 de enero al 30 de junio de este año, se han perdido exactamente 3.070 kilómetros cuadrados de vegetación, esto equivale a 26% más que en el mismo período del 2019.
Las cifras del INPE muestran que, solo en junio, se deforestaron 1.034 kilómetros cuadrados, dato que resulta alarmante si se tiene en cuenta que, de acuerdo con cifras del mismo instituto, la deforestación total de la Amazonía brasileña en 2019 fue de 10.000 kilómetros cuadrados.
Lo que esto deja claro es que la pandemia y el aislamiento no son obstáculos para la deforestación. Si las cifras siguen subiendo, Brasil sería víctima por segundo año consecutivo de una tasa de deforestación insoportable. El año pasado, fue el año de mayor deforestación en el país carioca desde 2008.
Esto es coherente con las políticas del presidente Jair Bolsonaro, quien en su discurso de posesión saludó a los madereros, acaparadores de tierra y buscadores. Bolsonaro, además, ha aprobado varios decretos como el MP 910 , emitido el 11 de diciembre de 2019, que legalizan el acaparamiento de tierras. Este decreto podría transferir entre 40 y 60 millones de hectáreas públicas a las manos de privados que, a su vez, tendrían autorización para deforestar legalmente un quinto de esas tierras, cerca de 10 millones de hectáreas.
Según WWF Brasil, los estados con mayor deforestación en lo corrido del año son: Pará (1.212 kilómetros cuadrados), Mato Grosso (715 kilómetros cuadrados) y Amazonas (539 kilómetros cuadrados).
Esta situación muestra que los incendios en la amazonía brasileña que alarmaron al mundo el año pasado podrían repetirse si el Gobierno no hace un monitoreo eficiente de los puntos de calor que indican quemas y de las acciones de deforestación en el territorio como: tala, siembras ilegales y fallas en la gobernabilidad. Además, la combinación entre deforestación y condiciones extremadamente secas, podrían facilitar que surjan nuevos incendios.
La realidad es que, en los últimos 13 meses, la deforestación en esta zona de Brasil ha llegado a sus puntos máximos desde que comenzó a monitorearse en 2007.
DETER, el sistema de monitoreo del INPE, detectó que, solo en abril, se perdieron 406 kilómetros cuadrados de bosque dentro de la “Amazonía legal”.
Para entender la importancia de frenar la deforestación en la Amazonía brasileña, que representa cerca de dos tercios del total de la Amazonía global, cabe recordar un estudio de 2014 que se publicó en la Revista Science que explica que el descenso en la deforestación de esta región entre 2004 y 2013 permitió evadir un número de emisiones tipo efecto invernadero equivalentes a tomar todos los carros de Estados Unidos y sacarlos de circulación por tres años. Eso es igual a 3,2 billones de dióxido de carbono.
Colombia no se queda atrás
Algo similar sucede en Colombia. Aunque el jueves 9 de julio el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) presentó su nuevo reporte sobre deforestación durante 2019 , que muestra una reducción total de un 19,2%, entre enero y abril de 2020 la deforestación en la Amazonía Colombiana no es esperanzadora. En 2019 se deforestaron un total de 158.894 hectáreas. Según un reporte de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) con datos obtenidos con el apoyo de la Rainforest Foundation, USAID, el Andes Amazonian Fund y la Fundación Gordon y Betty Moore, durante los primeros tres meses de 2020 se reportaron más de 58.000 eventos de foco de calor y se arrasaron más de 75.000 hectáreas en la Amazonía colombiana. Esto significa que, en los primeros meses del año se deforestó un 47,4% del total deforestado en 2019.
Para FCDS y su director, Rodrigo Botero, estas cifras, en medio del aislamiento por la Covid-19, pueden deberse a varias razones: por un lado, las zonas de baja gobernabilidad y con presencia de actores armados fueron focos claros de alta deforestación; por otro, más de 280 kilómetros de vías que estaban bajo el bosque han empezado a ser despejadas a cielo abierto y muestran un proceso de apertura de lotes y fincas de diferentes tamaños. A esto se suma que el hato ganadero ha aumentado en más de 690.000 cabezas de ganado durante los últimos cuatro años en los municipios más afectados por la deforestación alrededor del Chiribiquete, donde se han tumbado 290.000 hectáreas de selva.
Si a lo anterior se le suma el crecimiento de los cultivos de eucalipto y palma en la Reserva Forestal en el Guaviare, e incluso dentro de los resguardos de la tribu nukak; un incremento en el foco de deforestación en Mapiripán y que desde febrero los guardaparques de los parques Puré Apaporis, Chiribiquete, la Paya, Macarena, Tinigua y Picachos y las reservas naturales de Puinawi y Nukak fueron expulsados de los lugares donde trabajaban por presuntas disidencias de las FARC, dejando desprotegidas y sin monitoreo más de 9 millones de hectáreas de selva, la situación no pinta bien.
Durante los primeros meses de 2020, los puntos de calor aumentaron sustancialmente en comparación con 2019. Según cifras del Sistema de Información Ambiental Territorial de la Amazonia colombiana (SIAT-AC), mientras en marzo de 2019 hubo 4.691 puntos de calor, en el mismo mes de 2020 estuvieron activos 12.953.
El primer mapa muestra la deforestación en la Amazonía colombiana y cómo se traslapa con los resguardos indígenas, las zonas pobladas, las zonas de bosque, las zonas naturales protegidas y los límites departamentales; el segundo, muestra la densidad por zonas de calor durante 2020. Las zonas con colores amarillo, naranja y rojo son altas en su densidad de deforestación y las azules y verdes son más bajas.
Mapa de deforestación en la Amazonía colombiana en 2020
Densidad de la deforestación en la Amazonía colombiana en 2020.
Aunque pareciera que la pandemia podría frenar el avance de la deforestación en la región dada la limitación de la movilidad y el freno de la actividad económica a todos los niveles, la realidad es diferente.
Dentro de su reporte, Corpoamazonía criticó a las personas que, aprovechando el aislamiento, dañan de diferentes maneras las áreas de conservación. Según sus monitores, las quemas, que son una de las principales causas de la deforestación, aumentaron.
Históricamente, los incendios en la región Amazónica han estado ligados a la búsqueda de lugares que sirvan para expandir las actividades agropecuarias. Lo que pocos saben, es que quemar la selva es una de las formas más comunes de convertir el suelo en agricultura y ganadería. El problema es que al ser provocadas, comienzan como incendios controlados pero, en muchas ocasiones, se salen de control.
En conversación con democraciaAbierta, Manuel Rodríguez, experto ambiental y ex primer ministro de Medio Ambiente de Colombia, explicó que la deforestación está presente en gran parte de la Amazonía y es vital derrotarla.
Manuel explica que esto se debe, en gran parte, a la falta de presencia del Estado y aclaró que “con esto no me refiero a presencia de la fuerza pública, que también es un factor importante, sino a que existan servicios como el monitoreo, el acceso a educación y servicios públicos”. A esto añadió que, aunque el presidente Iván Duque, al comenzar su mandato, se comprometió a frenar la deforestación, e incluso presidía el comité anti deforestación del gobierno, abandonó este propósito en cuanto comenzó la pandemia.
Lo cierto es que si la deforestación sigue incrementándose y las condiciones secas del Amazonas permanecen, el bioma podría entrar en un fatídico punto de quiebre y no retorno, que haría que zonas amplias de selva tropical se vieran arrastradas a una transición a zonas secas y sabanas. Si esto ocurriera, sería crítico para el mundo, que dejaría de contar con un regulador climático esencial y una reserva de biodiversidad imprescindible para su supervivencia.